Bach-Duato, pareja de hecho
?Habr¨¢ perdonado Johann Sebastian Bach a Nacho Duato? Raz¨®n le sobra para andar de u?as. El motivo: el director de la Compa?¨ªa Nacional de Danza (CND) ha usado y abusado de su obra para crear Multiplicidad. Formas de silencio y vac¨ªo. Un collage musical, distribuido a su capricho art¨ªstico, encadena desde los Conciertos de Brandemburgo hasta sonatas, cantatas, suites... Casi nada. Pero Duato, en persona, le suplica una disculpa al comienzo del espect¨¢culo. Son m¨¢s de tres minutos de sincero arrepentimiento apoyado en la c¨¦lebre aria de las Variaciones Goldberg, donde el core¨®grafo centra en su juego de brazos -et¨¦reos, interminables- toda la carga sentimental del encuentro con Bach.Pero, ?el fin coreogr¨¢fico justifica esta mutilaci¨®n de la m¨²sica? S¨ª, por una vez. Multiplicidad. Formas de silencio y vac¨ªo es una de las mejores obras de Nacho Duato -sobre todo en la primera parte- y una s¨ªntesis de su trabajo como creador.
Compa?¨ªa Nacional de Danza Multiplicidad
Formas de silencio y vac¨ªo; coreograf¨ªa: Nacho Duato / collage de m¨²sica de Johann Sebastian Bach. Director: Nacho Duato. Teatro Real. 7 de junio.
La coreograf¨ªa discurre en dos partes antag¨®nicas y, a la vez, complementarias. En la primera, Multiplicidad, Bach abre la sesi¨®n como gran maestro de ceremonias mientras los bailarines evocan con sus cuerpos a los instrumentos de una orquesta. El m¨²sico les contempla con la solemnidad del genio. El viol¨ªn, el violonchelo o el clavicordio montan en el escenario un gran divertimento. ?Y bailan! en un festival de movimiento y seducci¨®n.
Esta primera parte presenta cuatro grandes aciertos: la belleza pl¨¢stica de una bailarina metamorfoseada en un violonchelo de curvas sensuales y trazos lujuriosos (arriba, en la fotograf¨ªa); la originalidad argumental en el desdoblamiento de seis m¨²sicos en maestros de esgrima y de sus arcos en espadas; el exquisito paso a dos de Bach con su mujer, y el tratamiento coreogr¨¢fico, peculiar y de una gran fuerza visual, a la hora de mover a 18 bailarines al principio y al final de la primera parte.
Multiplicidad es una pieza redonda, de una factura impecable. Duato teje la costura coreogr¨¢fica con rigor matem¨¢tico; responde a cada nota de Bach con un movimiento. Y en este recital de buena m¨²sica, la danza fluye afinada, transparente, rica en matices. El director de la CND muestra en estos 45 primeros minutos su fuerza art¨ªstica, el buen gusto en la creaci¨®n de atm¨®sferas, la facilidad para coreograf¨ªar y detallar las armon¨ªas y su instinto natural para visualizar la m¨²sica. Multiplicidad inunda el escenario de sensaciones, desde el humor a la nostalgia, desde la alegr¨ªa al sufrimiento. Los espectadores gozan y padecen con Bach.
El abismo negro
La segunda parte, Formas de silencio y vac¨ªo, nos conduce al abismo m¨¢s negro. Una misteriosa dama esconde tras su m¨¢scara el horror de la muerte: un manto de melancol¨ªa cae poco a poco sobre el escenario del Real. El cl¨ªmax crece y crece hasta explotar en un gran paso a dos entre Bach y su pareja mortecina. Es un momento conmovedor.
Quiz¨¢ le sobren unos minutos a esta segunda entrega. La reiteraci¨®n tem¨¢tica (30 minutos aproximadamente en torno a la muerte), la repetici¨®n en el vocabulario corporal (excesivos y cansinos los gui?os torpes de las siete chicas-marionetas) y la insistencia en las f¨®rmulas estil¨ªsticas (oscuridad y amplitud del espacio esc¨¦nico) introducen en el espect¨¢culo una sombra de monoton¨ªa.
Formas de silencio y vac¨ªo necesita una revisi¨®n cr¨ªtica, una mirada objetiva desde la distancia y la humildad. Todos los artistas tienen una tendencia generalizada a engordar su creaci¨®n, pero s¨®lo las obras maestras son geniales hasta en el ¨²ltimo aliento. Ganar¨ªa con un peque?o corte.
Duato ha acertado plenamente con el equipamiento est¨¦tico del espect¨¢culo. Y ha acertado, tambi¨¦n, con el criterio -o con el asesor- a la hora de seleccionar las versiones de este collage musical: por la grabaci¨®n desfilan desde Glenn Gould o Gustav Leonhardt hasta Yehudi Menuhin. Vamos, un lujo.
La obra est¨¢ muy rodada, y se agradece. Thomas Klein interpreta a Bach con nobleza y Emmanuelle Broncin, mujer y muerte, cautiva con su presencia esc¨¦nica. Toda la compa?¨ªa bail¨® con solidez la noche del estreno. Eso s¨ª, las mujeres ganaron la partida a los hombres. Desde la retirada de Duato -ahora s¨®lo baila en galas ben¨¦ficas o de manera testimonial en algunos programas- y Tony Fabre, la CND necesita un motor masculino. Se echa en falta un sucesor, alguien con la personalidad suficiente para tirar de sus compa?eros o levantar un espect¨¢culo.
El p¨²blico aplaudi¨® con entusiasmo al finalizar la representaci¨®n (todav¨ªa quedan entradas en taquilla para el resto de las funciones). Y Bach, donde quiera que pare, tambi¨¦n habr¨¢ celebrado este ¨¦xito. ?l y Duato funcionan ya como una pareja de hecho bien avenida.
Babelia
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