Las familias socialistas buscan un nuevo acuerdo
Tirios y troyanos se han conjurado para que el noveno congreso del PSC, que se abrir¨¢ el d¨ªa 16 en el nuevo Palacio de Congresos de Catalu?a, sea una balsa de aceite. Ha sido concebido como la escenificaci¨®n de un triple pacto entre Pasqual Maragall, el aparato y las minor¨ªas, para dejar claro que frente a la confusi¨®n y las incertidumbres que el pospujolismo crea en CiU hay una alternativa sin fisuras.Pero eso no significa que no haya habido sus m¨¢s y sus menos, que no haya posiciones confrontadas ni aspiraciones en pugna. Los 30.000 afiliados socialistas han elegido ya a 847 delegados que van a tener la opci¨®n de refrendar el acuerdo que Maragall, Jos¨¦ Montilla y Narc¨ªs Serra preparan desde hace dos meses.
Visto en perspectiva, este congreso culminar¨¢ el asalto a la direcci¨®n del partido iniciado hace ya seis a?os en el s¨¦ptimo congreso, celebrado en Sitges, cuando una nueva generaci¨®n de cuadros medios estrat¨¦gicamente colocados en los puestos de control de la organizaci¨®n defenestr¨® a Raimon Obiols de la primera secretar¨ªa. A aquellos j¨®venes dirigentes se les llam¨® entonces capitanes. Ahora quieren ser coroneles y, alguno, Montilla, va a ponerse las estrellas de general como primer secretario.
Aquel conflicto fue mal cerrado, y cuando Maragall anunci¨® el pasado 16 de mayo que quer¨ªa ser el l¨ªder del PSC, afirm¨® que, ante todo, el pr¨®ximo congreso deb¨ªa "consolidar la diversidad interna" y "cerrar heridas hist¨®ricas".
?Qu¨¦ diversidad? ?Qu¨¦ heridas? Cuesta identificar un ala derecha y un ala izquierda en el PSC. Aunque es bien cierto que Maragall, por ejemplo, se define como liberal y preconiza la apertura de su partido a los empresarios y, en cambio, Jos¨¦ Borrell se hizo con la abrumadora mayor¨ªa de votos de los afiliados en las primarias de 1998 defini¨¦ndose estrictamente como socialdem¨®crata. El secretario de organizaci¨®n de la federaci¨®n de Barcelona, Joan Ferran, uno de los que ahora aspira tambi¨¦n al generalato en el partido, sostiene que la mayor¨ªa de su organizaci¨®n, y ¨¦l mismo por supuesto, se identifica como socialista a secas, y ahora, m¨¢s jospiniano que blayrista. En cambio, el primer secretario de la federaci¨®n de Girona, Manuel Nadal, defiende abiertamente una opci¨®n de centro izquierda, ¨²nica forma, en su opini¨®n, de que el PSC pueda traspasar sus actuales fronteras organizativas y electorales.
Hay tambi¨¦n una linea divisoria interna entre los socialistas de cultura pol¨ªtica catalanista y los que proceden de la cultura pol¨ªtica del PSOE. Esa divisoria coincide en muchos casos, aunque no siempre, con otra de tipo nacional, cultural e incluso territorial. No es lo mismo el personal socialista de Santa Coloma de Gramenet, por ejemplo, que el de Igualada o el de Girona. Por un lado est¨¢n los Maragall, Revent¨®s, Obiols, Armet, Nadal, Royes, etc¨¦tera. Por el otro, los Corbacho, De Madre, Montilla, Santiburcio, Bustos, Mart¨ªnez Fraile.
Esto tiene que ver con las viejas heridas de las que habl¨® Maragall el 16 de mayo. Es la historia de la ruptura del n¨²cleo dirigente fundacional del partido, ocurrida en el congreso de Sitges. Dicho de forma esquem¨¢tica, en aquella batalla Maragall dej¨® de desempe?ar un papel, Serra jug¨® por unos y Obiols, abandonado por Josep Maria Sala, por otros. El resultado fue el estallido de la direcci¨®n y un avance en toda la l¨ªnea de la generaci¨®n de cuadros medios que ahora se apresta a tomar el poder.
Pero la pol¨ªtica tiene paradojas imprevisibles.
La noche de la segunda derrota a manos de Aznar, el 12 de marzo, los dirigentes territoriales del PSC decidieron que hab¨ªa llegado la hora del cambio generacional en el partido. Consideraron que quienes lo hab¨ªan gobernado durante el felipismo hab¨ªan agotado ya sus opciones, su momento. Apostaron por el relevo, con una excepci¨®n: la de Maragall, que pese a formar parte de la generaci¨®n de fundadores sigue siendo una opci¨®n de futuro y ha de llevarles a gobernar la Generalitat.
Se cruzaron entonces dos debilidades. Los impulsores del relevo controlaban la organizaci¨®n, pero carec¨ªan de un l¨ªder potente. Maragall, que s¨ª tiene las condiciones de l¨ªder, carece de un equipo propio para dirigir el PSC, y menos a¨²n para controlar efectivamente la organizaci¨®n, el aparato. Por a?adidura, el ex alcalde de Barcelona ha defendido durante a?os una concepci¨®n de partido enfrentada abiertamente con la del aparato. Maragall propugna un partido de estilo norteamericano, en forma de constelaci¨®n de grupos, plataformas y organizaciones diversas unidos por la adhesi¨®n a un l¨ªder: ¨¦l. Los capitanes son lo contrario: son los pol¨ªticos cuya fuerza deriva de controlar f¨¦rreamente organizaciones locales que les proporcionan los delegados necesarios para ganar los congresos del partido, y para controlar al l¨ªder.
La necesidad obliga, y se impuso el pacto. Maragall ha renunciado a imponer sus ideas sobre el modelo de partido. Ha garantizado a los capitanes que podr¨¢n ascender a coroneles y generales, a cambio de que acepten que se gobierna desde el ala derecha, y de aceptar que ¨¦l lleve a su modo la batalla para la presidencia de la Generalitat.
Para que la operaci¨®n se produjera en paz, sin chirriar por ninguna parte, se requer¨ªa sin embargo el aval de los fundadores y las minor¨ªas. Por eso, en la mayor parte de las agrupaciones de la federaci¨®n de Barcelona, por ejemplo, las listas de delegados han sido pactadas y se ha garantizado la presencia de obiolistas y otras minor¨ªas en ellas.
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