Lienzos y fotogramas
JOS? LUIS MERINO
El Guggenheim de Bilbao ha montado una exposici¨®n con un atractivo t¨ªtulo: El artista y la c¨¢mara. De Degas a Picasso. Se trata de la influencia de la visi¨®n fotogr¨¢fica en la pintura y escultura. Los artistas estudiados son, por orden alfab¨¦tico, Bonnard, Brancusi, Degas, Gauguin, Khnopff, Moreau, Mucha, Munch, Picasso, Rodin, Medardo Rosso, Von Stuck, Vallotton y Vuillard. Junto a sus pinturas y esculturas figuran numerosas fotograf¨ªas relacionadas con cada uno de ellos. En algunos momentos estamos ante obras pict¨®ricas que fueron ejecutadas seg¨²n las leyes que dictaba la fotograf¨ªa. Con todo, se puede aventurar que tomaban la fotograf¨ªa exclusivamente por lo que ten¨ªa de espejo, de congelaci¨®n de la imagen. En muy pocas ocasiones creemos atisbar que se acogieran a las aportaciones lum¨ªnicas o escorzales o a la riqueza que pod¨ªa venir de la utilizaci¨®n pormenorizadora de los detalles. Al menos en cuanto a la referencia escueta de lo que se tiene a la vista. Otra cosa son los estudios que figuran en el cat¨¢logo-libro editado. Con gran profusi¨®n de concienzudos y documentados comentarios, realizados por acuciosos especialistas, se comprende muy bien toda la exposici¨®n y su sentido.
No teniendo conocimiento de lo que esos especialistas argumentan en sus textos, el espectador se tiene que conformar con lo que tiene frente a s¨ª. Y lo que ve no le proporciona demasiados datos como para que averig¨¹e con profundidad en qu¨¦ consiste la relaci¨®n entre la fotograf¨ªa y el arte.
Bajo esa orfandad te¨®rica, el espectador se atiene a los hechos puramente pict¨®ricos y escult¨®ricos. Y recorre gozoso por muchas de las obras expuestas. Vale recordar algunos ¨®leos espl¨¦ndidos de Paul Gauguin. Varios pasteles de Edgar Degas son exquisitos, como son interesantes sus peque?as esculturas en bronce. El noruego Edvard Munch, aporta varios cuadros de sumo inter¨¦s, como el de los ba?istas, los retratos de Nietzsche o el de Elisabeth F?rster-Nietzsche, entre otros, incluido un fallido desnudo femenino de 1920.
Menci¨®n aparte merecen los escultores Auguste Rodin y Constantin Brancusi. El primero, con su potencia expresiva, donde el bronce parece llamear y querer salirse de cada modelo, de cada tema, lo mismo cuando se trata del monumento a Balzac, o el Jean d'Aire, o el Eustache de St.-Pierre. El segundo, mostrando algunas formidables obras ya conocidas, exhibidas con anterioridad en el propio Guggenheim, y el a?adido de otras no menos formidables. Todas ellas rezuman pureza, adem¨¢s de dejar sentado que es el escultor del que parte la escultura contempor¨¢nea. No existe escultor alguno en el siglo XX que le iguale y llegue a sobrepasarlo. Algunas obras, tanto de Rodin como de Brancusi, no est¨¢n colocadas de manera adecuada. Es imperdonable no dejar que las esculturas puedan ser contempladas en una circulaci¨®n espacial de 360 grados.
En la parte menos atrayente anotamos el cap¨ªtulo destinado a Picasso. No es muy esplendente. Picasso es mucho Picasso como para mostrarlo de manera tan poco sugerente. Tambi¨¦n resulta chocante que todo lo que se presenta del checo Alphonse Mucha no sean sino litograf¨ªas industriales. Ni siquiera hay un m¨ªnimo dibujo original.
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