El Joni
De ni?os est¨¢bamos ferozmente avisados: "Si un hombre te saluda, t¨² ni le contestes"; "No se te ocurra coger el caramelo que un hombre te regale. T¨² le dices que no te gusta el dulce y echas a correr"; "No le tienes que dar explicaciones a quien no conoces, le dices s¨®lo que est¨¢s esperando a tu madre"; "Le dices que tu padre es polic¨ªa"; "No te pierdas de mi mano que aqu¨ª hay mucha gente". Estas advertencias iban acompa?adas por los cuentos nocturnos en los que los ni?os se pierden, por su propia inconsciencia o porque la madrastra los quiere perder, los abandona en el bosque y sale corriendo. Lo m¨¢s terrible es que el padre de los ni?os sabe lo que acaba de hacer su mujer pero est¨¢ dominado por ella y consiente. Lo m¨¢s terrible lo he sabido con el tiempo: quien los dejaba en el bosque tradicionalmente no era la madrastra, era su propia madre, y es posible que los adaptadores de los cuentos tradicionales no se atrevieran a escribir algo tan terrible.Son cuentos de hambre, de oscuridad (anteriores a la luz el¨¦ctrica) y de fr¨ªo, cuentos en los que la ni?ez no era la ¨¦poca de la felicidad sino una dura etapa camino de la edad adulta. Entre unas cosas y otras, entre los miedos provocados por nuestros mayores y los miedos provocados por la ficci¨®n, ficci¨®n maravillosa por otra parte, los ni?os viv¨ªamos momentos de mucho miedo. No s¨®lo el miedo a perder la mano de tus padres entre una gran multitud sino el miedo a?adido e irracional a que esos padres se olvidaran pronto de ti y dejaran de buscarte y t¨² quedaras en manos de alg¨²n ser malvado.
"No te vuelvas a perder que la pr¨®xima vez no habr¨¢ quien te salve del hombre del saco". Tan terribles palabras me las dec¨ªa mi abuelo, despu¨¦s de que me perdiera y me llevaran a casa con la noche ya casi cerrada. Era un hombre bondadoso pero se val¨ªa de la forma antigua en que los adultos proteg¨ªan a los ni?os contra el peligro: meti¨¦ndote el miedo en el cuerpo.
Uno se hace mayor y parece haberse librado de esos miedos infantiles, pero se tienen hijos y los miedos vuelven a aparecer, ahora con m¨¢s fuerza. Si de ni?os tememos perder la mano de nuestra madre, cuando somos padres sentimos el terror de perder la mano de nuestro hijo. Nuestro hijo que camina confiado entre los estantes de unos grandes almacenes, mucho m¨¢s confiado probablemente de lo que ¨¦ramos nosotros, porque a estos ni?os los hemos educado sin la espada del miedo, y es en un momento de despiste suyo y nuestro en el que el ni?o se pierde, se aturde, comienza a correr y tal vez lo hace en sentido contrario al lugar donde nosotros estamos ya desesperados busc¨¢ndolo.
Esta historia tan com¨²n suele acabar con un ni?o lloroso en el mostrador de informaci¨®n, al lado de un dependiente que por el micr¨®fono llama a la madre. La madre acude corriendo y siente por un momento el impulso de darle un cachete al hijo, al culpable de ese mal rato que se ha llevado, pero luego lo ve llorando y pasa a sentirse culpable de haberlo perdido. Este es el desenlace de un percance que parece haberle sucedido a casi todo el mundo en alg¨²n momento de la infancia de sus hijos. Momentos de terror, de sudores, de un sabor met¨¢lico que se viene a la boca, pero que se acaban pronto, y se quedan como un cap¨ªtulo normal en la vida de un ni?o. Pero a veces pasa lo que parece que nunca va a pasar, a veces pasa que el ni?o de tres a?os que juega con sus primos en el interior de un Pryca, se separa un momento de los otros ni?os y ya nadie m¨¢s lo vuelve a ver y parece que se lo ha tragado la tierra. Las c¨¢maras del hipermercado registran los pasos del ni?o saliendo del recinto y esos pasos se convierten en una ¨²ltima imagen terriblemente inquietante.
El destino de los ni?os es m¨¢gico, impresivible, de pronto en un accidente mortal en la carretera de Valencia el ¨²nico que no ha sufrido el choque fatal es un reci¨¦n nacido que duerme dentro del cuco y se convierte en un superviviente milagroso, como hay otro que desaparece en una situaci¨®n que no parec¨ªa en principio peligrosa.
Cada vez que veo la foto de la madre del Joni en el peri¨®dico veo todo el desconsuelo, toda la angustia que estar¨¢ pasando. Dicen que la polic¨ªa le prometi¨® que buscar¨ªa a su ni?o con el mismo celo que si fuera el hijo de un multimillonario. Ojal¨¢ que as¨ª sea, que aunque pasen los d¨ªas no caiga en el olvido. Esa madre lo tiene presente como si se acabara de perder. No hay nada peor que un hijo desaparecido.
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