Cuesti¨®n de entrecejo
A los deportistas grandes de verdad se les conoce antes que nada por el entrecejo. El bal¨®n est¨¢ listo ya para rodar. Es el instante en que las facciones del deportista grande convergen hacia ese punto hipn¨®tico que es el entrecejo y el rostro se simplifica y adquiere una torva rigidez de m¨¢scara. Las reglas de la realidad est¨¢n a punto de ser abolidas. La representaci¨®n va a comenzar, pero los actores principales se han anticipado a la funci¨®n y hace tiempo que est¨¢n ya interpretando su papel. En ese instante, si uno se fija bien, puede ver c¨®mo se asoma por entre la mirada cejijunta el hocico de ese depredador insomne que es la voluntad de ser y de vencer, pues el entrecejo es el verdadero espejo del alma del deportista ganador.Si yo fuese m¨¢nager de f¨²tbol, o jefe de cantera, mirar¨ªa a los jugadores como alguien me mir¨® a m¨ª hace ya mucho tiempo, cuando hice unas pruebas para los juveniles del Madrid. Era un tipo fond¨®n con ch¨¢ndal que, sin haberme visto todav¨ªa jugar, me mir¨® fijamente a los ojos, y no necesit¨® mucho m¨¢s para establecer su diagn¨®stico: "Chaval, me parece que lo tuyo no es esto".
Hay impostores, claro est¨¢, que presumen de entrecejo y juegan as¨ª a convertir la incertidumbre en convicci¨®n, del mismo modo que algunas serpientes inofensivas fingen el aspecto disuasor de las mortales de verdad, pero tarde o temprano descubriremos la supercher¨ªa. Yo creo que Iv¨¢n de la Pe?a tiene mucho menos entrecejo del que aparenta. Y al rev¨¦s: Indur¨¢in daba la imagen de un alma c¨¢ndida, pero pocos deportistas habr¨¢n tenido tanto entrecejo como ¨¦l. Un caso curioso es el de Jorge Valdano. Quiz¨¢s su finura intelectual, su elegancia interior, su vocaci¨®n de hombre civilizado, le impida, por pudor, simplificar el rostro en entrecejo y el alma en voluntad ciega del triunfo, pero yo vi c¨®mo a veces le sal¨ªan g¨¢rgolas monstruosas entre los ojos cuando encaraba el ¨¢rea, y en sus mejores momentos de entrenador nadie dir¨ªa que esa mirada tan ce?uda hubiera frecuentado las perplejidades de Borges o la inocencia abismal de Neruda. El suyo es un entrecejo sin patria, desperdigado entre el instinto y la raz¨®n.
Clemente, sin embargo, nunca tuvo verdadero entrecejo: lo suyo fue s¨®lo el suced¨¢neo de la intransigencia y la tozudez. Porque el entrecejo es ante todo una furia iluminada , una situaci¨®n de trance que en cualquier monento puede convertirse en gracia y levedad.
El entrecejo es un nubarr¨®n de c¨®lera en el ¨¢nimo, la sombra de la fe sin resquicios en un rostro donde cualquier duda supondr¨ªa un esc¨¢ndalo. Por eso Guti, que tan buenas cualidades tiene como jugador, es un poco el Hamlet del f¨²tbol, y en ¨¦l la acci¨®n va casi siempre precedida por largos mon¨®logos de encrucijada. Es el jugador sin desenlace pr¨®ximo a la vista, s¨®lo le falta la calavera.
Pero, de un modo u otro, el bal¨®n est¨¢ ya listo para rodar. Miremos a Camacho, a Ra¨²l, a Guardiola. "Bona nomina, bona homina", que dec¨ªa Cicer¨®n: "Buenos nombres, buenos augurios". ?sta no es una selecci¨®n de mera furia meramente espa?ola, sino de muy escogidos entrecejos. Es decir, de talento con convicci¨®n. ?Qui¨¦n dec¨ªa que ya no hab¨ªa creencias? As¨ª de suciamente heroico es el deporte, donde no hay belleza que no se sustente en alg¨²n tipo de crueldad.
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