Cuentos para la tolerancia
Mam¨¢ Rana nunca tuvo una vida f¨¢cil. El hambre, las guerras y la miseria marcaron su destino. Tan doloroso fue que no estaba dispuesta a que sus cr¨ªas pasaran por lo mismo. Por eso, cuando estaba a punto de traer al mundo a sus renacuajos, emprendi¨® un largo viaje en busca de un mundo mejor. Lo encontr¨® en el Lago Victoria. All¨ª naci¨® a la ranita Elena.Pero las cosas no marcharon como hab¨ªa supuesto Mam¨¢ Rana. Los peces del lago no asum¨ªan el aspecto de renacuajo que ten¨ªa Elena. Cre¨ªan que por ser distinta no era buena y, mientras, la ranita Elena lloraba y lloraba. Se sent¨ªa tan sola en el mundo ideal que para ella so?¨® su madre...
Rosa, la guineana que en la noche del viernes cont¨® este cuento para los cientos de ni?os almerienses que se reunieron en Retamar (Almer¨ªa) a la orilla del mar, reconoci¨® al principio de la narraci¨®n que la historia representaba a todos aquellos que, como ella, llegaron un d¨ªa de otros mundos.
Y los peque?os supieron captar el mensaje, aplicando su atenci¨®n a las dulces palabras que Rosa iba encadenando y respaldando con entusiastas aplausos la felicidad que al final logr¨® la ranita Elena cuando los peces del Lago Victoria se tomaron el trabajo de conocer y apreciar a aquel renacuajo al que hab¨ªan despreciado por su aspecto distinto.
Historias de Guinea, Marruecos y Colombia, desgranadas al amor de una hoguera a pie de playa, fueron cuajando de magia la noche del viernes en la urbanizaci¨®n de Retamar, gracias a la iniciativa de la asociaci¨®n cultural y deportiva Pitaco.
Esta asociaci¨®n, creada hace apenas un a?o, decidi¨® incluir en los actos de su semana cultural una noche en la que ni?os e inmigrantes fuesen los protagonistas. Y, para ello, nada mejor que recurrir a las leyendas orales, a los cuentos con los que se duermen los peque?os de otros pa¨ªses, a la tolerancia que llega desde la cultura tradicional de otros pa¨ªses.
Bajo el influjo de una bella luna llena que parec¨ªa coronar la imagen lejana del Cabo de Gata, entre el arrullo del mar y cerca del chisporrotear de las llamas de la hoguera, cientos de ni?os y padres disfrutaron de las historias que cuatro mujeres llegadas de otros pa¨ªses contaron para ellos.
"Nadie es bueno ni malo por ser diferente. Todos podemos ser buenos o malos dependiendo de las circunstancias", concluy¨® Rosa a modo de ep¨ªlogo al terminar de narrar la historia de la ranita Elena.
Cuando la noche se cerr¨® y los cuentos acabaron, el ruido del mar empez¨® a verse suplantado por los ritmos africanos que se anuncian al otro lado de la inmensidad del agua salada. Fue el turno para la intervenci¨®n de los alumnos que est¨¢n aprendiendo a conocer otras culturas a trav¨¦s de la m¨²sica. Capitaneados por su maestro, un grupo de j¨®venes empez¨® a golpear el yembe (tambor), con un ritmo que no dej¨® indiferente a nadie. Mayores y peque?os arroparon los golpes africanos con palmas y movimentos de cadera.
La asociaci¨®n Pitaco volvi¨® a reunir en la ma?ana de ayer a un nutrido grupo de j¨®venes a la orilla de la playa. El objetivo era mostrar los instrumentos musicales caseros que cada uno hab¨ªa fabricado a su buen entender. En esta reuni¨®n a¨²n flotaban los ecos de las historias que llegaron de la otra orilla del mar. Esas historias que hablan de igualdad y tolerancia. Esas historias que demuestran que todo lo que no sea respeto es un cuento.
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