A corto o a largo
El Parlamento Vasco ha decidido que debe constituirse una mesa de partidos para que ¨¦sta ejerza las funciones que son privativas del Parlamento como foro de di¨¢logo entre partidos, siempre bajo la aceptaci¨®n inequ¨ªvoca de unas reglas de juego democr¨¢ticas sin referencia al marco constitucional o estatutario que lo legitima. Es una nueva manera de hacer pol¨ªtica, dice Eguiguren. Debe serlo.La cosa p¨²blica es de los pol¨ªticos en una democracia. Aqu¨ª, sin embargo, hemos confundido los papeles y todos hacemos un poco de todo, y lo hacemos todo m¨¢s o menos mal. Cuando pienso ahora en los pol¨ªticos, no pienso en los nuestros, pienso m¨¢s bien en general. Los pol¨ªticos en el umbral de siglo son como una gran empresa. Ya no existe aquello de las estrategias y las t¨¢cticas de los tiempos en que se hac¨ªa mermelada de fresa y hab¨ªa ideolog¨ªas. Ahora la pol¨ªtica es una gran empresa. En ella debe haber un consejo de administraci¨®n, un equipo directivo, gabinetes de estudio y los "se?ores trabajadores" que dir¨ªa el de Amorebieta. Aqu¨ª no. Aqu¨ª, lo mismo un historiador te pide la dimisi¨®n de Arzalluz -lo que, bien mirado, debieran haber hecho hace tiempo los pol¨ªticos directivos sin miedo a "inmiscuirse en asuntos internos"- como un pol¨ªtico te inventa una nueva manera de hacer pol¨ªtica, sin enmendarse ni a Dios ni al diablo. Claro, con todo esto, aumenta la confusi¨®n entre la ciudadan¨ªa, que, harta del asunto, prepara los trastos para irse a la playa.
Si Eguiguren y su partido hubieran hecho antes las consultas pertinentes, si hubieran hecho trabajar a sus gabinetes de estudio (pongamos que los tienen), si no les hubiera apremiado el plazo corto de desmarcarse del PP y hubieran pensado a largo plazo, les hubieran dicho posiblemente que en este pa¨ªs son dos los problemas sustantivos que padecemos, y que cualquier nueva pol¨ªtica que se precie debe comenzar por resolverlos. En primer lugar, el de la democracia; y en segundo lugar, el de una sociedad con culturas distintas que tienden a agrietarse. Ni en lo uno ni en lo otro incide la propuesta socialista.
Si un solo hombre est¨¢ en peligro, la democracia lo est¨¢ tambi¨¦n. Aqu¨ª, no uno, cientos de personas entre pol¨ªticos, periodistas, etc. est¨¢n en peligro amenazados por ese Estado tenebroso en la sombra que es ETA. La democracia est¨¢ en peligro. ?Qu¨¦ hubiera sido de nosotros si no hubi¨¦ramos defendido, primero, a quienes iban a la c¨¢rcel con Franco -tambi¨¦n una minor¨ªa- o eran condenados a muerte? Ped¨ªamos libertad y amnist¨ªa. Tambi¨¦n ahora. La estrategia que conocemos como "de Lizarra" ha aumentado la amenaza y el peligro. Es hora de exigir que se disuelva. Y frente a ello, como en los setenta, defender la libertad, la amnist¨ªa (para los ahora amenazados) y el Estatuto de Autonom¨ªa. Defender las instituciones, el estado de derecho, y obligar a que el PNV, m¨¢ximo beneficiario de ellas, las defienda tambi¨¦n. No sacar el debate del Parlamento Vasco en un nuevo juego de deslegitimaci¨®n institucional.
Y, luego, un tema m¨¢s complicado. En Euskadi hay dos culturas identitarias: la vasquista y la espa?olista. Para que una democracia funcione, ambas culturas deben diluirse institucionalmente, como ocurr¨ªa hasta 1997, cuando los partidos se dirig¨ªan a todos los vascos indistintamente, a todos los que "vivieran y trabajaran en Euskadi"; cuando se fomentaba una identidad binaria a trav¨¦s del biling¨¹ismo que ha tenido su ¨¦xito. O, si se consolidan institucionalmente (partidos que se dirigen a los "vascos aut¨¦nticos" y otros que hacen gala de su espa?olidad), en ese caso deben institucionalizarse las decisiones por consenso (como ocurre en Suiza o B¨¦lgica). Aqu¨ª, ambas culturas tienden a institucionalizarse, y, sin embargo, ser¨ªa imposible crear instituciones de consenso intercultural. La ¨²nica soluci¨®n es volver al punto de partida: fomentar institucionalmente la profusa interpenetraci¨®n de ambas culturas.
A partir de ah¨ª, que trabajen los directivos de la pol¨ªtica. Pero el PSE est¨¢ errando el tiro (con perd¨®n).
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