Ocio juvenil y drogas
No son nuevos, aunque s¨ª m¨¢s preocupantes, los datos del macroestudio del Plan Nacional sobre Drogas, adelantado ayer por este peri¨®dico, sobre la estrecha relaci¨®n del consumo de drogas y alcohol con el ocio y la diversi¨®n de los j¨®venes y adolescentes espa?oles en las noches de fin de semana. No se trata, obviamente, de un problema que afecte s¨®lo a la juventud espa?ola. Esa forma de comportamiento es general en las sociedades del bienestar y est¨¢ directamente vinculada con los valores -l¨²dicos, hedonistas y competitivos- que est¨¢n m¨¢s en boga en este tipo de sociedades. Por eso es tan dif¨ªcil combatirla con autoridad sin caer en actitudes hip¨®critas o moralistas.Se trata, desde luego, de un problema social de envergadura merecedor de una permanente atenci¨®n por parte no s¨®lo de los poderes p¨²blicos, sino de los educadores y las familias. Y en cuyo tratamiento se deber¨ªa avanzar m¨¢s all¨¢ de lamentos morales que no conducen a nada o de la resignaci¨®n a convivir con ¨¦l. La cumbre de l¨ªderes europeos que hoy y ma?ana se celebra en Feria (Portugal) tiene previsto adoptar medidas con la aprobaci¨®n de un plan de acci¨®n directa contra la droga. Tomar conciencia a escala europea de la situaci¨®n y arbitrar medidas conjuntas por parte de los Gobiernos es un paso importante. Pero habr¨¢ que estar muy pendientes de su aplicaci¨®n para que no quede en una mera declaraci¨®n de intenciones.
El problema es europeo, pero en algunos aspectos los j¨®venes y adolescentes espa?oles marcan tendencias en Europa. Por ejemplo, en lo referente al nuevo fen¨®meno del policonsumo de drogas: el 10% combina cuatro sustancias en sus noches de marcha de fin de semana (alcohol, cannabis, ¨¦xtasis y coca¨ªna) frente al 2,8% de los europeos. Y tambi¨¦n se adelantan en algunos meses al consumo de la ¨²ltima sustancia(18,5 a?os frente a los 19 de los europeos), suministrada abundantemente por algunos de los 200 carteles colombianos que han surgido tras la desaparici¨®n de los dos grandes de Cali y Medell¨ªn.
Evidentemente, no se puede generalizar sin caer en alarmismos exagerados. Siguen siendo mayor¨ªa los j¨®venes espa?oles que se divierten sin recurrir a las drogas. De otro lado, la mayor parte de los que tienen esa costumbre suelen abandonarla a los 23 a?os sin mayores consecuencias, y s¨®lo una minor¨ªa se convierte en dependiente. Pero la facilidad para entrar en contacto con la droga en los lugares de diversi¨®n pone en cuesti¨®n no s¨®lo el actual modelo penal represivo -absolutamente inoperante-, sino un modelo familiar y social que no acaba de tener una actitud definidamente clara -m¨¢s all¨¢ de los discursos morales- ante los riesgos de la droga.
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