Una ri?a muy familiar
Espa?a y Yugoslavia han convertido sus doce enfrentamientos oficiales en un asunto visceral
En la d¨¦cada de los 70, los sorteos futbol¨ªsticos en Espa?a carec¨ªan de inter¨¦s: tres campeonatos del mundo (Brasil, Alemania y Argentina) y una Eurocopa (Italia) emparejaron a Espa?a y Yugoslavia en las respectivas fases de clasificaci¨®n. En aquellos casos, se trataba de saber qui¨¦n acompa?ar¨ªa su suerte (a veces Rumania, a veces Grecia o Finlandia), y qui¨¦n interceder¨ªa en una ri?a muy familiar. Cuando el sorteo hac¨ªa un gui?o a la tradici¨®n y los separaba en la disputa previa, el destino los un¨ªa en las fases finales (Mundiales de Espa?a 82 o de Italia 90). El cambio de situaci¨®n geopol¨ªtica de Yugoslavia no ha alterado la costumbre: el Mundial de Francia 98 reuni¨® otra vez a los viejos enemigos en la fase clasificatoria y la Eurocopa del 2000 ha dispuesto para hoy otro enfrentamiento visceral.El h¨¢bito no ha dulcificado las constantes an¨ªmicas de los enfrentamientos entre Espa?a y Yugoslavia. El m¨¢s c¨¦lebre fue el disputado en Belgrado en noviembre de 1977. El delantero del Atl¨¦tico Rub¨¦n Cano, un cazagoles muy particular, marc¨® en las postrimer¨ªas del partido de volea, tras un ag¨®nico centro del b¨¦tico Carde?osa. Aquel gol proporcion¨® la clasificaci¨®n espa?ola para el Mundial de Argentina 78, a costa de hundir a una generaci¨®n yugoslava (sucesora del genial Dzajic) que hab¨ªa alcanzado, dos a?os antes, el cuarto puesto en la Eurocopa que organiz¨®. El madridista Juanito pag¨® la ira del p¨²blico yugoslavo en el estadio del Estrella Roja, al recibir un botellazo cuando se retiraba a los vestuarios y tras un gesto irrespetuso dirigido a la grada.
Llov¨ªa sobre mojado. En 1974, el gol de Katalinski hab¨ªa ocasionado la primera depresi¨®n espa?ola. El nombre del jugador yugoslavo se incrust¨® en la historia de la selecci¨®n espa?ola como un pu?al. Espa?oles y yugoslavos hab¨ªan llegado a la repesca de la clasificaci¨®n para el Mundial de Alemania 74 jug¨¢ndose una plaza a un partido en campo neutral (Francfort). Espa?a firm¨® un encuentro menor y Katalinski se convirti¨® en el h¨¦roe yugoslavo con un gol que envi¨® a su pa¨ªs al mundial alem¨¢n.
Katalinski y Rub¨¦n Cano fueron los nombres propios de una d¨¦cada que elev¨® a la categor¨ªa de acontecimiento cualquier partido entre las dos selecciones. Un car¨¢cter similar favoreci¨® los estereotipos de la ¨¦poca: la furia espa?ola frente a la competitividad yugoslava. El chispazo estaba asegurado, pero no ocultaba las dosis de calidad que asomaban en los dos pa¨ªses: desde Amancio a Juanito, desde Bajevic a Surjak.
La inagotable producci¨®n yugoslava hab¨ªa superado, no sin dificultades, el vac¨ªo dejado por la generaci¨®n de Dzajic, aquel extremo imparable y longevo (jug¨® 15 temporadas) que llevaba el cerebro directamente enchufado a su pierna izquierda. Espa?a manten¨ªa su esqueleto futbol¨ªstico sin demasiados sobresaltos.
As¨ª, en t¨¦rminos de igualdad, se fueron sucediendo los encuentros. Espa?a, en su humilde Mundial de 1982, venci¨® con pol¨¦mica y de penalti a Yugoslavia, y Yugoslavia finiquit¨® a Espa?a en octavos de final del Mundial del 90 en Italia. En aquella selecci¨®n balc¨¢nica, Dragan Stojkovic, (a¨²n en activo) amarg¨® la vida a Espa?a con dos goles que dejaban en an¨¦cdota el tanto conseguido por otro jugador singular del f¨²tbol espa?ol, Julio Salinas. La ejecuci¨®n de una falta, que acreditaba su toque sutil del bal¨®n, puso fin al sue?o espa?ol que, una vez m¨¢s, sucumb¨ªa a su propio destino: en los grandes momentos siempre tropieza con su permanente estado de necesidad. En aquel Mundial, Yugoslavia cay¨® en cuartos de final, por penaltis, ante Argentina. A¨²n se encontraron una vez m¨¢s, en la fase de clasificaci¨®n para el Mundial de Francia, con victoria y empate para Espa?a, pero sin dramatismo final: ambos obtuvieron su plaza y tan amigos.
Los v¨ªnculos hispano-yugoslavos se han acrecentado con la apertura de fronteras futbol¨ªsticas en los clubes. Espa?a se ha convertido en uno de los destinos habituales de los jugadores de ese pa¨ªs. Ocho de los futbolistas que dirige Boskov en esta Eurocopa juegan en equipos espa?oles y otros tres, Jugovic, Kovacevic y Mijatovic, lo han hecho en temporadas anteriores. La vieja enemistad, provocada por los sorteos sin emoci¨®n de los a?os 70, ha a?adido algunas dosis de compa?erismo y no pocos deseos de revancha personal. Hoy se enfrentan por decimotercera vez y de nuevo en situaci¨®n l¨ªmite. No les pilla desprevenidos. Espa?a, en busca de un nuevo Rub¨¦n Cano; Yugoslavia, del esp¨ªritu de Katalinski.
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