Hombre de las botas blancas
Del partido contra Yugoslavia s¨®lo pude ver dos o tres minutos, al final, y algunos retazos sueltos antes, pero alcanc¨¦ a presenciar los episodios m¨¢s inolvidables de la jornada: el abrazo entre Camacho y Guardiola, tan cargado de sentido, y la salida al corte de Alfonso para interceptar al espont¨¢neo que quer¨ªa agredir al ¨¢rbitro. Tambi¨¦n fui testigo del destello que se produjo dos minutos antes y que prefigur¨® el desenlace.No pude ver el partido por causas ajenas a mi voluntad, pero no a la de mi jefe, que justamente a las 18 horas, las seis en punto de la tarde, me encarg¨® escribir una cosa. Intent¨¦ ponerme a ello, pero no me concentraba. Opt¨¦ por acercarme a la secci¨®n de Nacional para pedir unos datos. Cuando me los estaban dando, el silencio de los ordenadores se vio roto por un rumor que fue creciendo hasta desembocar en un grito de "gol, gol de Milosevic", al que sigui¨® una voz ronca procedente del fondo de la redacci¨®n: "?Os cre¨ªais que pod¨ªais bombardear Belgrado impunemente?".
Unos minutos despu¨¦s, temiendo lo peor, acud¨ª a la secci¨®n de Deportes para calibrar la posibilidad de que tuvi¨¦ramos que hacer un editorial sobre la eliminaci¨®n de Espa?a: uno de esos de no pudo ser, etc¨¦tera. Los de Deportes ten¨ªan el televisor encendido y pude ver c¨®mo Guardiola recuperaba un bal¨®n y lo enviaba a Etxeberria. Grit¨¦ "gol de Espa?a" unos segundos antes de que la pelota quedara dividida entre Ra¨²l y Alfonso y ¨¦ste acertase a meter la zurda. Desde muy peque?o he tenido esa man¨ªa de cantar los goles por adelantado, y a veces acierto; pero rara vez dos veces en un mismo encuentro.
Me alegr¨¦ de que fuera Alfonso. Es un tipo que te suena como de la escalera, alguien serio y amable que te saluda al salir del ascensor. En el campo llama la atenci¨®n por el contraste entre su aspecto fr¨¢gil y su habilidad para sortear camioneros centrales, ahora por aqu¨ª, ahora por all¨¢. Es de los pocos ambidiestros de la Liga. Y cuando tira penaltis, unas veces lo hace con la izquierda y otras con la derecha. Sus botas blancas le identifican a distancia, d¨¢ndole esa imagen como de personaje de comic; un Popeye de grandes pies. Su gesto de parar al que quer¨ªa atacar al ¨¢rbitro es indicativo de car¨¢cter. Donde otros se habr¨ªan rajado, Alfonso no s¨®lo se interpuso sino que forceje¨® con el agresor con ese valor moral que a veces caracteriza a los flacos de cara seria.
Media hora antes, yo segu¨ªa sin poder concentrarme. Me asom¨¦ a la cueva del director; como supon¨ªa, estaba viendo el partido. Pretextando ciertas dudas sobre la Ley de Extranjer¨ªa me col¨¦ dentro para evacuar consultas. Mientras ¨¦l disertaba al respecto, pude pasar unos diez minutos mirando la pantalla con disimulo. Tuve la impresi¨®n de que dominaba Espa?a, pero no consegu¨ª enterarme del marcador. Ya no se me ocurr¨ªan m¨¢s pretextos, as¨ª es que tuve que volver a mi mesa y ponerme a escribir.
Cuando estaba acabando la tarea conect¨¦ la tele, justo en el momento en que un letrero indicaba el resultado, 3-2 a favor de Yugoslavia, y que est¨¢bamos en el minuto 90.
Tres faltaban para que se produjera el abrazo entre el seleccionador y el medio centro del Barcelona: un gesto de mutuo desagravio frente a quienes hab¨ªan soltado a cinco columnas la consigna de que Guardiola estaba de sobra en la selecci¨®n: algo que son¨® tan mezquino como aquel lejano v¨¢yase, se?or Gonz¨¢lez en que parec¨ªa inspirado.
Un momento antes, uno de aqu¨ª al que llamamos David Niven (porque tiene una chaqueta azul con botones dorados) hab¨ªa gritado: "Milagro, milagro". Fue la se?al de que Espa?a hab¨ªa marcado el cuarto gol. A m¨ª no me cogi¨® por sorpresa. Tras el empate cobrado de penalti, Mendieta regresaba a campo propio con una extra?a calma mientras Michel, comentarista en la Primera, recordaba que a¨²n quedaban dos minutos. Las im¨¢genes de televisi¨®n dejaron ver a espaldas del jugador del Valencia la silueta de otro futbolista que corr¨ªa hacia el fondo de la red para sacar la pelota. Fue s¨®lo un destello, porque enseguida cambi¨® la imagen, pero pudo verse que el que tanta prisa ten¨ªa por reanudar el juego llevaba botas blancas. Supe en ese momento que Espa?a iba a marcar de nuevo, y qui¨¦n ser¨ªa el autor del gol decisivo.
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