Esclavos del siglo XXI
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII millones de seres humanos fueron transportados desde las costas africanas hacia las del llamado Nuevo Mundo, que en realidad s¨®lo era nuevo para los europeos. Los barcos llegaban a ?frica, principalmente desde Inglaterra y Francia, con cargamentos de armas de fuego, licores, y otros enseres, que eran vendidos a los traficantes establecidos en aquellas costas, aliados a su vez a jefecillos locales, a cambio de mercanc¨ªa humana. Una mercanc¨ªa que ser¨ªa vendida luego en Am¨¦rica, proporcionando as¨ª a Europa dinero, metales preciosos, az¨²car y otros bienes diversos. As¨ª cerrado el tri¨¢ngulo, los barcos que hab¨ªan zarpado hacia ?frica retornaban a sus puertos de origen con una carga cuyo valor era muy superior a la que llevaban inicialmente. Este sistema, conocido como comercio triangular, fue una de las claves de la acumulaci¨®n de capital que sirvi¨® para el posterior surgimiento y desarrollo del capitalismo industrial en Europa. Una acumulaci¨®n basada en la explotaci¨®n y la muerte de millones de personas en las minas o en las plantaciones de az¨²car, de las que Adam Smith escribi¨® que proporcionaban "unos beneficios mucho mayores que los obtenidos de cualquier cultivo conocido en Europa".
Muchos de aquellos esclavos no llegaban sin embargo a su destino. Mor¨ªan en las bodegas de los barcos que los transportaban, v¨ªctimas del hacinamiento y las enfermedades, y los traficantes se deshac¨ªan de sus cuerpos arroj¨¢ndolos al mar. Para los que se dedicaban a ello, la trata de esclavos era un buen negocio. Un negocio en muchos casos regulado por la corona, que otorgaba licencias -en ocasiones en r¨¦gimen de monopolio- y establec¨ªa cupos de acuerdo a los cuales deb¨ªa desarrollarse esta actividad mercantil.
Las cosas han cambiado algo y hoy en d¨ªa los esclavos no s¨®lo viajan en embarcaciones, en bodegas donde a veces mueren asfixiados o en pateras de las que caen para morir ahogados. Tambi¨¦n lo hacen en camiones, api?ados entre cajas de tomate para perecer achicharrados a m¨¢s de 50 grados. Tambi¨¦n han cambiado las modalidades del moderno tr¨¢fico de esclavos. Ahora las redes que se dedican a estos menesteres son consideradas ilegales, lo que les obliga a sobornar a polic¨ªas y funcionarios de emigraci¨®n, en vez de pagar como anta?o sus correspondientes licencias de importaci¨®n y exportaci¨®n. Pero, con todo, la mayor diferencia reside en la financiaci¨®n de este tr¨¢fico. En ocasiones, los esclavos modernos son llevados por la fuerza y vendidos en sus lugares de destino, como es el caso de muchas j¨®venes obligadas a prostituirse. Pero la mayor¨ªa de las veces se trata de personas que se ven obligadas a vender su vida y todos sus ahorros para lograr un agujero en el cami¨®n o en la patera, para comprar un billete que muchas veces conduce directamente a la muerte. El trafico moderno de esclavos es as¨ª un negocio mucho m¨¢s seguro, pues los que a ¨¦l se dedican ganan siempre, independientemente de que aqu¨¦llos lleguen vivos o muertos.
Por lo dem¨¢s, los esclavos cumplen hoy como ayer una importante funci¨®n econ¨®mica. Los que logran llegar a sus lugares de destino son contratados en condiciones infrahumanas para realizar labores de las que se obtienen ping¨¹es beneficios. All¨ª donde trabajan en un n¨²mero significativo, corren los bancos a instalar sucursales para cobrar su parte del bot¨ªn, y florecen los negocios de hosteler¨ªa donde gastar parte de los beneficios obtenidos por quienes les emplean.
A los esclavos de hoy, como a los de ayer, se les quiere privar de derechos homologables con los del resto de los seres humanos, reformando las pocas y t¨ªmidas normas legales existentes, para perpetuar as¨ª su condici¨®n. Los esclavos de hoy, como los de ayer, acabar¨¢n rebel¨¢ndose y obteniendo lo que es suyo: la dignidad arrebatada. La sociedad del ma?ana ser¨¢ mestiza, les guste o no a las sociedades y los gobiernos europeos, le guste o no al Gobierno del Partido Popular y su reformada Ley de Extranjer¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.