Robar el mar
JUSTO NAVARRO
Robar el mar le llaman en canton¨¦s al acto de emigrar para buscar dinero lejos. En las provincias chinas es de valientes robar el mar: salir de casa para que vivan mejor los padres viejos que quedan en China a la espera del dinero de los hijos emigrantes. Estaban robando el mar los 58 chinos muertos detr¨¢s de unas cajas de tomates en el cami¨®n frigor¨ªfico holand¨¦s del puerto de Dover.: staban robando el mar los 37 marroqu¨ªes que la Guardia Civil descubri¨® en una furgoneta en la carretera de Mijas, y los 34 de Sierra Leona que se agarraban para no ahogarse a los arrecifes de Tarifa. Y los ahogados en el estrecho de Gibraltar. Todos ten¨ªan el af¨¢n de robar lo imposible: otra vida menos mala.
En momentos de tensi¨®n se oyen cosas imprevisibles: las declaraciones de Carlos Rubio, subdelegado del Gobierno en M¨¢laga. Es m¨¢s f¨¢cil entrar en Espa?a ilegalmente que hacerlo de manera legal, seg¨²n el subdelegado. Y cont¨® una historia clara, propia de un mundo en orden: el mundo limpio de la ley. A m¨ª me suena a esas pesadillas que suceden en espacios arquitect¨®nicos blancos y libres, en consulados e instalaciones m¨¢s o menos policiacas, a trav¨¦s de ventanillas donde se tramitan documentos, en oficinas marroqu¨ªes y espa?olas. No son obligatoriamente arquitecturas desagradables: hay luz e inform¨¢tica. La historia es ¨¦sta: un camarero marroqu¨ª, que vive en Casablanca y firma un contrato para trabajar en M¨¢laga, pide visado ante el c¨®nsul espa?ol.
Entonces los agentes del consulado env¨ªan la solicitud a la subdelegaci¨®n del Gobierno en M¨¢laga y el departamento de Trabajo de la subdelegaci¨®n examina si existen parados en la hosteler¨ªa espa?ola. Existen parados. En la hosteler¨ªa y en toda Espa?a. El camarero marroqu¨ª no obtiene visado ni permiso de trabajo. El camarero tiene que lanzarse a robar el mar. Y entonces, cuando est¨¦ trabajando ilegalmente en el bar de M¨¢laga, ser¨¢ imposible echarlo. O as¨ª lo asegura el subdelegado del Gobierno. Yo no s¨¦ si de esta manera la autoridad defiende la caza y expulsi¨®n fulminante del camarero antes de que llegue al bar que necesita al camarero. No frena el incumplimiento general de las leyes laborales y la existencia de una econom¨ªa negra y subterr¨¢nea, pero no ve mal restringir los derechos de los inmigrantes en la ley que contempla sus derechos y deberes, la llamada ley de Extranjer¨ªa, para echarlos fulminantemente.
El extranjero se est¨¢ convirtiendo en enemigo feroz, perseguible, esencialmente desigual, desalojado de la realidad antes de que pueda reclamar alg¨²n derecho. Nos est¨¢n invitando a la xenofobia. El Tribunal Superior andaluz ha confirmado estos d¨ªas una multa de 250.000 pesetas contra Francisca Gil, de C¨¢diz, que dio comida, techo y dinero a un marroqu¨ª que viajaba hacia Italia. Gil, seg¨²n los jueces, no actuaba por casualidad, sino que quer¨ªa prestar colaboraci¨®n al extranjero. Es un lenguaje de guerra: contra la colaboracionista. Francisca Gil quer¨ªa ayudar a extranjeros que pretenden robar el mar, como dir¨ªa un chino canton¨¦s. Yo me acordaba de Agnes Heller, que dijo:
-Hay veces en que es imposible ser honrado sin ir m¨¢s all¨¢ de la justicia.
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