Hipermercados del sexo
La tradicional imagen del peque?o club de carretera para solaz de camioneros est¨¢ obsoleta. La moda est¨¢ en los hipermercados del sexo.Son nuevos locales que ampl¨ªan su oferta de servicios, como se expresa en alguna propaganda: "Soluciones de ocio para hombres que trabajan". ?Qu¨¦ significa soluciones de ocio? Que el local dispone junto a "200 se?oritas que le ofrecer¨¢n la m¨¢s grata compa?¨ªa", de servicios tales como peluquer¨ªa, gimnasio, marisquer¨ªa, restaurante er¨®tico, tiendas de prensa, joyer¨ªa, sexshop y, para completar la oferta, lavado de coches. Estos y otros servicios (piscina y pistas de tenis, en algunos otros casos), es posible encontrarlos en las afueras de Jerez, pr¨®ximos al aeropuerto, en uno de los grandes clubes con sus 35.000 metros cuadrados aptos para el sexo de pago, o en los que se agolpan en la nacional 332 no muy lejos de Denia, donde la oferta de chicas supera el centenar en cada caso. En las afueras de Madrid, en Barcelona en la autov¨ªa de Castelldefels, Palma de Mallorca o en el que popularmente denominan Pryca 2 en Salamanca. Alg¨²n nombre comercial va al grano: Ecopolvo (por econ¨®mico que no por ecol¨®gico). Ya no son modestos locales sino inversiones multimillonarias propiedad de empresas interpuestas que usan diversas licencias fiscales, sea como restaurante, hotel o sala de fiestas. Esa pr¨¢ctica tiene un sentido: dificultar la labor de los jueces si pretenden cerrar el negocio. Si se cierra como restaurante, puede operar como hostal, por poner un ejemplo.A las siete de la tarde, uno de estos establecimientos goza ya de una actividad considerable. No es una hora inapropiada, es la mejor para no despertar sospechas, el momento adecuado para estar perdido en la ciudad en alguna gesti¨®n.El horario comercial tambi¨¦n se adapta a los nuevos servicios. Es intensivo, desde la ma?ana a la madrugada, para dar respuesta a todo tipo de clientes, incluidos los adolescentes, habituales los fines de semana, seg¨²n un empleado. En el exterior, el aparcamiento est¨¢ bien nutrido: berlinas convencionales salpicadas por los inevitables Mercedes y BMW. Unos tipos corpulentos, bien vestidos, visibles auricular y micr¨®fono, garantizan que el local es seguro. Puertas adentro, decenas de hombres con chaqueta y corbata entretienen el tiempo a media luz aparcados en alg¨²n punto de sus kilom¨¦tricas barras, al lado de una copa, a la espera de recibir ofertas de cualquiera de las 200 se?oritas que hacen como que esperan, charlan entre ellas, pasean incansablemente sus encantos envueltos en vestidos escasos de talla o se acercan con ganas de conocerte, chicas todas ellas que disponen de una peque?a llave para no tener que perder tiempo en tr¨¢mites si el cliente est¨¢ decidido a subir a la habitaci¨®n. El techo del local sostiene una larga pasarela donde una m¨²sica indefinida acompa?a la actuaci¨®n de una mujer que juega provocativamente ante una delgada columna de acero. La decoraci¨®n del local, denominada cibersex, es un paisaje gal¨¢ctico en cuyo suelo florecen decenas de enormes penes te?idos de pintura metalizada.
Las mujeres dicen ser libres y sus porcentajes de ganancia rondan el 50% del precio del servicio, pueden cambiar de local o formar parte de los circuitos que se organizan entre locales para renovar la "mercanc¨ªa". Algunos tienen su propio r¨¦gimen interno, con multas por impuntualidad, d¨ªas libres y sus periodos de descanso como consecuencia de la menstruaci¨®n (todav¨ªa se practica el llamado "circuito de 21 d¨ªas": cuando llega la regla, se aprovecha el periodo de descanso para trasladarlas a otro local). Las chicas saben que est¨¢ mal visto tener un cliente asiduo.
La carretera sigue siendo el mejor term¨®metro de la nueva prostituci¨®n. Cualquier ciudadano evidencia c¨®mo antiguos hostales han sido reconvertidos en clubes, c¨®mo en el extrarradio de las grandes urbes florecen en un pol¨ªgono industrial o en zona de nadie grandes superficies del sexo que se hacen notar y que difunden sus ofertas como cualquier otro negocio. Es una reconversi¨®n del sector que salta a ojos vista: en Colmenar (Madrid) convive un antiguo club con tres mujeres, junto a otro de nuevo cu?o, que reune a 50. Un club de Valmojado (Toledo) ofertaba por 40.000 pesetas un fin de semana completo: entrada el s¨¢bado y salida el domingo, barra libre de copas y de chicas.
La Guardia Civil tuvo el a?o pasado la ocurrencia de contar las prostitutas que trabajaban en su demarcaci¨®n y los locales dedicados a tal actividad. Sospechaba que el negocio est¨¢ en plena expansi¨®n, estaba al tanto de nuevos proyectos en ciernes. Nadie lo hab¨ªa hecho antes. Cada comandancia fue enviando al Departamento de An¨¢lisis Criminal de Madrid los datos disponibles tras la correspondiente inspecci¨®n ocular. La contabilidad dio un resultado: 953 locales y 9.590 prostitutas, el 90% de las cuales eran extranjeras. Dicho sondeo se limitaba a lo que conocemos como puticlubs de carretera. ?Son muchas? ?Son pocas? ?Ha crecido significativamente su n¨²mero? En Francia est¨¢n censadas entre 15.000 y 20.000, de las cuales una tercera parte son extranjeras. El rigor contable termina en este punto: no hay m¨¢s estudios disponibles. La Brigada Central de Extranjeros de la Polic¨ªa menciona gen¨¦ricamente 2.000 locales en toda Espa?a sin mayor precisi¨®n, lo que hace suponer que el n¨²mero de trabajadoras puede superar ampliamente las 20.000. La prostituci¨®n sigue siendo un negocio de imprecisa aritm¨¦tica: estamos hablando seguramente de cientos de miles de millones de pesetas ocultos al fisco si tenemos en cuenta que un peque?o local con 10 mujeres facturaba al a?o 155 millones, seg¨²n otro c¨¢lculo de la Guardia Civil. La Guardia Civil volver¨¢ a contar locales y prostitutas este a?o. Lo har¨¢ para estudiar el fen¨®meno y documentar la sospecha: que el negocio se expande.
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