No caben en la puerta chica
El f¨²tbol no sabe modales. Se va Lothar Matth?us, con 39 a?os y despu¨¦s de 150 partidos internacionales, sufriendo un infame 3 a 0. Se va Gica Hagi, con 35 a?os y 125 partidos internacionales, derrotado, expulsado, humillado. Deber¨ªan estar prohibidos adioses tan inapropiados. Matth?us es un superviviente, el ¨²nico jugador de la Eurocopa al que tuve enfrente. Fue en la final de M¨¦xico 86, en un partido que lo retrat¨® como jugador: en el primer tiempo le hizo hombre a hombre a Maradona; en el segundo tiempo se liber¨® y fue el todocampista inteligente que todos conocimos. El esp¨ªritu del fogonero y la visi¨®n del arquitecto en un mismo jugador, seguramente el m¨¢s representativo de los ¨²ltimos 20 a?os del f¨²tbol alem¨¢n. Pero su error, como el de la selecci¨®n alemana entera, fue prolongar su tiempo ¨²til m¨¢s de la cuenta. ?stos son d¨ªas de cr¨ªticas feroces en Alemania, pero Matth?us tiene una larga historia donde refugiarse. Y hacia all¨ª va tambi¨¦n Hagi, el artista, al que ya desped¨ª en alguna ocasi¨®n y no me extra?ar¨ªa volver a despedir en el futuro. Hagi es un pr¨®cer que significa tanto para el f¨²tbol rumano que s¨®lo le falt¨® jugar encima de un caballo blanco. Con su pegada y visi¨®n podr¨ªa seguir su carrera hasta los cien a?os, pero los pr¨®ceres en ejercicio tienen el inconveniente de que son considerados obligatorios por sus compa?eros, dispuestos a retorcer la jugada para darle el bal¨®n. Fue como un im¨¢n que le quit¨® din¨¢mica al juego de una selecci¨®n que complet¨® sus mejores momentos del campeonato... sin Hagi. Frente a Italia dio un paseo por los bajos fondos de su carrera: peg¨® un tiro en el palo, dio una patada alevosa al tobillo de Conte, simul¨® un penalti, y le peg¨® un grito de impotencia a una c¨¢mara de televisi¨®n, camino del vestuario. Todo mal, pero tiene una coartada: lleva casi veinte a?os siendo una maravilla. Los dos protagonizaron un hecho bastante com¨²n en este juego pobre y mal educado que no entiende nada de protocolo: se fueron del f¨²tbol por la puerta peque?a para entrar en la historia por la puerta grande. - Los eslabones de la vida
Es muy dif¨ªcil que Italia se confunda, porque su f¨²tbol est¨¢ hecho de pocos elementos. Mucha gente detr¨¢s de la l¨ªnea del bal¨®n, presi¨®n constante, y salida r¨¢pida con env¨ªos largos tras la recuperaci¨®n. Hacia all¨ª corre Inzaghi (si no lo para el juez de l¨ªnea, su mejor marcador); por detr¨¢s llega Totti (que hace lo m¨¢ximo que puede dentro de lo m¨ªnimo que le dejan); y respaldan el intento atacante uno de los dos escuderos de Albertini: o Fiore, o Conte (pena de muerte si van los dos juntos). Sota, caballo y rey, pero con mucha fe. De Italia siempre hay que preguntarse c¨®mo defendi¨® y c¨®mo atac¨®. Nunca c¨®mo jug¨®. Me dice un amigo italiano, que ¨¦l ve los partidos de su selecci¨®n muy tranquilo. Tiene raz¨®n, pero me hace recordar a esas madres que prefieren que sus hijos se pudran en casa antes de que salgan a la calle: donde hay violencia, tentaciones, macetas que se caen de los balcones. El juego de Portugal, por oponer un ejemplo a Italia, est¨¢ hecho de m¨¢s eslabones, y el error acecha en cada uno de ellos. Si se sale jugando desde atr¨¢s, se puede perder el bal¨®n (como en el penalti de Couto frente a Turqu¨ªa); si conducen mucho el bal¨®n, achican los espacios ellos mismos (como cuando Turqu¨ªa se qued¨® con diez); si no juegan por las bandas, se les asfixia la jugada y Figo queda fuera de foco (un pecado repetido por la ansiedad de ir a buscar el gol). Podr¨ªa seguir alargando el relato de defectos y riesgos, para lo cual los pragm¨¢ticos, que suelen ser muy c¨ªnicos, dir¨ªan: "Se siente, se siente, no vale quejarse". Pero podr¨ªa hacer otro relato con las virtudes de Portugal, un equipo que, por aceptar el desaf¨ªo de la aventura, se hizo entra?able. Lo de Italia es l¨ªcito, lo de Portugal es grande, ¨¦sa es la ¨²nica diferencia.
- Cuando el gol es jaque mate
A un portero de mi pueblo lo llamaban M¨¢ma m¨ªa porque era el comentario que provocaba (por razones obvias), cuando los rivales cruzaban la mitad del campo. Lo recuerdo porque, en la Eurocopa, cada vez que decimos m¨¢ma m¨ªa hay una selecci¨®n que se tambalea: m¨¢ma m¨ªa De Wilde, Molina, Kahn, Schmeichel, Stelea... ?Se hubiera marchado B¨¦lgica con otro De Wilde? ?Cu¨¢nto le debe Italia a Toldo? Visto desde el ¨¢rea contraria cabe una reflexi¨®n parecida. Cuando Inzaghi encar¨® a Stelea, ten¨ªa los ojos desorbitados y soplaba como si Italia entera dependiera de ¨¦l, seguramente porque sabe o sospecha, que sin punter¨ªa ese sistema no se sostiene. Portugal, en cambio, necesita muchas ocasiones para encontrar el gol, por la falta de un especialista, pero tambi¨¦n porque conf¨ªan tanto en el juego que no ven, en la oportunidad de gol, un problema de vida o muerte. Lo cierto es que esperamos el final de los partidos para hacer un an¨¢lisis psico-ideol¨®gico; estil¨ªstico-sofisticado; t¨¦cnico-estrat¨¦gico cuando todo depende de c¨®mo se levantaron el portero y el delantero centro. Al menos cuando chocan equipos mediocres.
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