Sostenibilidad y ordenaci¨®n del territorio en Euskadi
Han pasado ya trece a?os desde que en 1987 se acu?ara, desde la Comisi¨®n Brundtland (Naciones Unidas), ese concepto-filosof¨ªa que hoy resulta a¨²n tan desconocido y enigm¨¢tico del desarrollo sostenible. Y es enigm¨¢tico porque el neoliberalismo imperante as¨ª lo quiere, haciendo del mismo un ¨²til comod¨ªn que sirve tanto para un roto como para un descosido, lo que en la pr¨¢ctica significa que est¨¢ sirviendo para muy poco. Realmente no interesa, por el momento, cambiar el actual modelo de producci¨®n y consumo que, sin embargo, se ha revelado como inequ¨ªvocamente insostenible.Los primeros pasos de la senda hacia la sostenibilidad se dieron, conceptual y oficialmente, con aquellos importantes documentos-programas firmados y asumidos por 178 pa¨ªses en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo (Cumbre de R¨ªo, 1992). La Declaraci¨®n de R¨ªo y la Agenda 21 representan el anclaje del andamiaje asumido para iniciar la reconversi¨®n hacia el desarrollo sostenible.
Desde Europa, y en relaci¨®n ya con la ordenaci¨®n del territorio, nuestro soporte conceptual-metodol¨®gico lo encontramos en el Libro verde sobre el medio ambiente urbano de la Uni¨®n Europea (1990) y, tambi¨¦n, en el quinto programa de acci¨®n en materia de medio ambiente (1992-2000) que lleva por t¨ªtulo, precisamente, Hacia un desarrollo sostenible.
A otro nivel son relevantes el Informe ciudades europeas sostenibles de la Comisi¨®n Europea (Direcci¨®n General XI, marzo 1996), y el Informe Orlando -COM (98)0605-CH-0059/99-.
La lectura operativa a escala territorial del desarrollo sostenible se est¨¢ haciendo, en la Europa de arriba de los Pirineos, desde la escala local y no desde los gobiernos regionales o nacionales. Y ello significa que se est¨¢ haciendo una interpretaci¨®n del desarrollo sostenible sesgada hacia su dimensi¨®n ambiental, relegando al olvido dimensiones econ¨®micas y sociales que hacen que la sostenibilidad del desarrollo quede absolutamente lisiada y desnutrida. A¨²n as¨ª, puede afirmarse con rotundidad que, desde 1992, las autoridades locales en esa otra Europa, no en la comunidad aut¨®noma vasca, han tomado mucho m¨¢s en serio que los gobiernos nacionales todo el proceso explicitado en el programa de acci¨®n que representa la Agenda 21.
En Euskal Herria y en la comunidad aut¨®noma vasca en particular, la reflexi¨®n e impregnaci¨®n del desarrollo sostenible en sus pol¨ªticas de ordenaci¨®n territorial, tras la lectura de las Directrices de Ordenaci¨®n Territorial, planes parciales, sectoriales y de Ordenaci¨®n Urbana, es pr¨¢cticamente inexistente. Ciertamente reconocer esto, no siendo lo pol¨ªticamente correcto, es una realidad inequ¨ªvoca y dolorosa.
La lectura del Informe Orlando de la Comisi¨®n de Pol¨ªtica Regional (23 de abril, 1999) ofrece para Euskal Herria unas claves que no deber¨ªan soslayarse. All¨ª se incide en que la utilizaci¨®n del suelo ser¨¢ un problema fundamental ya que el suelo se convertir¨¢ en un bien escaso. Por ello, se afirma: "Apoyamos la directiva sobre evaluaci¨®n estrat¨¦gica del impacto medioambiental que afectar¨¢ a la planificaci¨®n de la utilizaci¨®n del suelo, pero creemos tambi¨¦n que habr¨ªa que tomar en consideraci¨®n la conveniencia de aplicar un nuevo tipo de impuesto ecol¨®gico sobre la utilizaci¨®n del suelo".
En la comunidad aut¨®noma vasca el instrumento de la E.I.A. de planes y programas de ordenaci¨®n del territorio, aprobado por la ley general de Medio Ambiente, sigue yaciendo en el olvido mientras no se produzca el desarrollo normativo del procedimiento para su implementaci¨®n. Y ello es preocupante, pues la evaluaci¨®n de impacto ambiental de los planes territoriales ser¨ªa un importante paso en la incorporaci¨®n del desarrollo sostenible en la ordenaci¨®n del territorio.
El informe comentado desvela tambi¨¦n una dimensi¨®n de la sostenibilidad territorial que, entiendo, es crucial para Euskal Herria, cuando afirma que "los dise?adores de pol¨ªtica de desarrollo urbano deber¨ªan utilizar un nuevo enfoque del desarrollo urbano de conformidad con los t¨¦rminos de la ecological footprint, midiendo de este modo la verdadera dimensi¨®n de la regi¨®n que soporta un asentamiento humano. Ello permitir¨ªa adoptar nuevas pautas de desarrollo para las ciudades y su contexto regional con objeto de establecer un nuevo equilibrio con el entorno rural, reforzar las producciones regionales y, por ello, crear actividades econ¨®micas basadas en la utilizaci¨®n y reutilizaci¨®n de los recursos locales".
La sostenibilidad tiene pues un poderoso protagonismo en el territorio y la ordenaci¨®n del territorio representa un instrumento excelente para la implementaci¨®n de dimensiones cruciales del desarrollo sostenible. Por desgracia, la pol¨ªtica de la Administraci¨®n de la comunidad aut¨®noma vasca, tanto auton¨®mica, como la de los territorios hist¨®ricos e incluso de los municipios, a¨²n no ha entendido ni abordado el desarrollo sostenible pues sus planes y programas siguen considerando al territorio como suelo, no son capaces de pensar en t¨¦rminos de umbrales o l¨ªmites f¨ªsicos al crecimiento, confunden crecimiento sostenible con desarrollo sostenible e ignoran los necesarios procesos de concienciaci¨®n y participaci¨®n p¨²blica de abajo a arriba. Proceso ¨¦ste que aparece, por otra parte, ¨ªntimamente unido a la elaboraci¨®n-implementaci¨®n de las Agendas 21 locales, cuyo significado y alcance aqu¨ª se desconoce, excepto el incipiente caso de Vitoria. El Informe Orlando del Parlamento Europeo (23/04/99) desvela sin embargo que, en la otra Europa, "desde 1992 las autoridades locales han tomado el proceso de la Agenda 21 mucho m¨¢s en serio que los gobiernos nacionales".
A pesar de la ambig¨¹edad y tratamiento enigm¨¢tico del concepto, es cierto que el debate sobre estrategias de desarrollo urbano sostenible empieza a observarse en muchas ciudades europeas, excepto en el sur. As¨ª, aparecen criterios de sostenibilidad que tienen en cuenta el fomento de sistemas de ciudades polic¨¦ntricas y descentralizadas, un nuevo equilibrio entre centros urbanos y el mundo rural, pol¨ªticas regionales equilibradas que luchan contra la desertizaci¨®n del campo y garantizan la vitalidad del mundo rural, reforzamiento de redes de ciudades peque?as y medianas, etc¨¦tera.
Todo ello est¨¢ demandando un an¨¢lisis en profundidad en relaci¨®n con la paradoja del paralelo proceso de globalizaci¨®n econ¨®mica, tan brutalmente presente y que tantas contradiciones empieza a generar en el campo de la sostenibilidad local.
En el proceso de elaboraci¨®n de nuevos criterios de desarrollo se reconoce que la gesti¨®n para la sostenibilidad es fundamentalmente un proceso pol¨ªtico, que precisa de una planificaci¨®n eminentemente participativa al ser una responsabilidad compartida. Los objetivos generales de la estrategia, fundamentada en un planeamiento integrado que cierre los ciclos de los recursos naturales, la energ¨ªa y los residuos, dispone como criterios generales, minimizar el consumo de recursos naturales, minimizar la producci¨®n de residuos, la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica, del suelo y de las aguas, incrementar la proporci¨®n de espacios naturales y biodiversidad de las ciudades, etc¨¦tera.
Adoptar pues una estrategia ecosist¨¦mica del territorio va a exigir importantes "cambios en los valores subyacentes en la sociedad, as¨ª como en los fundamentos de los sistemas econ¨®micos" (Ciudades europeas sostenibles, Uni¨®n Europea, marzo 1996). Consecuentemente, todo ello implica una profunda revisi¨®n del modelo actual de producci¨®n y consumo, as¨ª como importantes dosis de participaci¨®n, creatividad y cambios en los modos de vida actualmente insostenibles.
El programa o Agenda 21 rechaza con rotundidad la idea de que las fuerzas del mercado puedan resolver los graves problemas de la integraci¨®n de los temas ambientales, econ¨®micos y sociales. El an¨¢lisis de la capacidad de carga o acogida de un territorio desborda cualquier criterio de mercado incorporando en el mismo principios de integraci¨®n, cooperaci¨®n, homeostasis, subsidiariedad, sinergias, etc¨¦tera. La gesti¨®n de la senda hacia la sostenibilidad es, esencialmente, un procedimiento pol¨ªtico y no t¨¦cnico. En palabras de la Comisi¨®n Brundtland, "es hora de romper con los modelos tradicionales. Son precisos cambios radicales en todos los sectores de la vida social: econom¨ªa, cultura, estructura social, industria, tr¨¢fico, transporte, consumo, etc¨¦tera. Estos cambios radicales no pueden sobrevenir sin los cambios correspondientes en el car¨¢cter social, econ¨®mico y moral de la sociedad humana. La gente debe ser consciente de que su existencia cotidiana est¨¢ amenazada. Los cambios en el comportamiento y los estilos de vida de los pol¨ªticos y los ciudadanos conformar¨¢n un nuevo conjunto de principios, objetivos y aspiraciones que tendr¨¢n la mira puesta en el bienestar de las generaciones futuras".
En base a las reflexiones tan incisivas procedentes del establishment, que es lo que representa la Comisi¨®n Brundtland, ?qu¨¦ puede decirse sobre los criterios de sostenibilidad presentes en las actuales pol¨ªticas de ordenaci¨®n del territorio de la comunidad aut¨®noma vasca? Ciertamente a¨²n no hemos iniciado el camino, ni siquiera la reflexi¨®n, y el coste de esta tard¨ªa actitud en Euskal Herria empieza a aparecer ya preocupante.
Jos¨¦ Allende es catedr¨¢tico de la UPV.
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