Zidane resuelve a la hora de la verdad
Francia alcanza la final tras tumbar a Portugal en el segundo tiempo de la pr¨®rroga con un penalti de oro
Tras un duelo m¨¢s deslucido de lo vaticinado por la cicater¨ªa portuguesa, Francia se meti¨® en la final de la Eurocopa al acertar Zidane con un penalti en el ¨²ltimo tramo de la pr¨®rroga. Una jugada discutid¨ªsima por los portugueses, que terminaron zarandeando al tr¨ªo arbitral, con el estadio y el c¨¦sped convertido en una caldera de pasiones. Lo cierto es que Abel Xavier, con un manotazo inocente que pill¨® uno de los l¨ªneas, despidi¨® del torneo a un equipo que en su gran d¨ªa no tuvo el vuelo de otras ocasiones. Jug¨® con el freno de mano echado y sin apelar demasiado a los atributos que le han caracterizado. Cambi¨® su fisonom¨ªa y lo pag¨® caro, aunque fuera en el ¨²ltimo tramo de la pr¨®rroga y de penalti.De entrada, los dos equipos apostaron por su envase m¨¢s rocoso. Humberto prescindi¨® de Paulo Bento y Paulo Sousa para dar m¨¢s correa al centro del campo con Costinha y Vidigal. Francia se inclin¨® por los tres pretorianos -Vieira, Deschamps y Petit- y sent¨® a Djorkaeff. El encuentro parti¨® con un aire menos seductor de lo pronosticado, sobre todo por parte de los portugueses, que se equivocaron al querer dirimir la batalla en un cuerpo a cuerpo con los franceses. Una faceta del juego que Francia domina como pocos, porque es un equipo que, adem¨¢s de presumir de Zidane, tiene una extraordinaria consistencia f¨ªsica y t¨¢ctica. La taca?er¨ªa portuguesa hizo que el juego se convirtiera en un laberinto y el choque tardara demasiado en despeinarse.
Las primeras noticias no presagiaban nada bueno para los portugueses, a los que nada beneficia que Abel Xavier cope todos los planos. Incapaz de abrir la muralla francesa, Portugal se sent¨ªa nublada para atajar hacia Barthez. No ten¨ªa los artistas adecuados y como sus defensas no son malabaristas con la pelota, el grupo se sinti¨® desnudo. Las broncas constantes de Figo y Rui Costa a su tropa evidenciaban la incomodidad de un equipo cuyo ox¨ªgeno es la pelota. Francia, m¨¢s habituada a fundir los partidos desde la media cancha, ofreci¨® un perfil mejor.
Justo cuando Zidane empinaba su duelo con Figo, una trompicada jugada de Sergio Concei?ao desemboc¨® en un zurdazo desde fuera del ¨¢rea de Nuno Gomes que dej¨® boquiabierto a Barthez. En su primer remate, Portugal logr¨® el sedante que necesitaba. En este campeonato ha encontrado a su Paolo Rossi particular.
Por unos instantes, el gol de Nuno Gomes, el cuarto que logra en el campeonato, equilibr¨® ligeramente el encuentro. Figo y Rui Costa se sacudieron el polvo inicial y apechugaron con todo el juego portugu¨¦s. El azulgrana se descolg¨® del carril izquierdo, donde Thuram no da paso con facilidad, y se enquist¨® entre l¨ªneas, con su socio Rui Costa. Una maniobra que complic¨® un tanto la vida a Deschamps y sus guardianes. Por primera vez en el torneo, Francia perd¨ªa la delantera en el marcador.
El primero en reaccionar fue Zidane, que multplic¨® su presencia. El marsell¨¦s est¨¢ para todo, jam¨¢s pierde la cara al partido, ni en las buenas ni en las malas. Sin un punto de impaciencia dio a su equipo la cadencia necesaria. Zidane tutela el juego como nadie, controla todas los rincones del campo, sabe cu¨¢ndo acelerar y cu¨¢ndo parar. Es un sat¨¦lite para sus compa?eros, que le tienen una fe ciega, porque le dan todos los recados y nunca defrauda. Tiene una mente privilegiada y con la pelota cosida al pie es una enciclopedia: la acuna como pocos, tira del tac¨®n cuando es necesario, tiene un ampl¨ªsimo repertorio de amagues y el corpach¨®n suficiente para acorazarse. De los pies a la cabeza es el mejor de la Eurocopa. Y del planeta.
A partir de Zidane, Francia fue levant¨¢ndose al mismo tiempo que Portugal daba un paso atr¨¢s, sin voluntad alguna por exponer nada. Una zancadilla para sus defensas, que no forman, precisamente, la mejor l¨ªnea del equipo. Henry y Anelka les desenmascararon en m¨¢s de una ocasi¨®n. Como en la jugada que origin¨® el gol de Henry, discurrida por un gran desmarque de Anelka en diagonal dentro del ¨¢rea. El madridista conquist¨® la pelota, se fren¨®, amortigu¨® la embestida del defensa con su cuerpo y se gir¨® para advertir la presencia de su compa?ero, otro de los goleadores enchufados del torneo.
El tanto de Henry justific¨® la mejor versi¨®n francesa durante toda la noche. Con un f¨²tbol m¨¢s envolvente y aprovechando a la perfecci¨®n sus infinitos recursos, Francia siempre estuvo varios escalones por encima. El grupo de Humberto, demasiado encogido, se limit¨® a ponerse en manos del destino, al que suplic¨® que alguna pelota cayera a pies de Figo. Solidario como siempre, el azulgrana no encontr¨® muchos apoyos. Frente a Francia nada es sencillo, ni siquiera para Figo, que algo m¨¢s ofuscado que otras noches, decidi¨® ponerse el mono con un voluntarismo fabuloso.
Pero Portugal se sostuvo como pudo hasta el final. Ba¨ªa acert¨® en un par de jugadas y la noche gradu¨® al m¨¢ximo su intensidad. Incluso, de forma inmerecida, en su ¨²nico remate del segundo tiempo, ya en el ¨²ltimo suspiro, Portugal estuvo a punto de vencer con un cabezazo de Abel Xavier que Barthez desvi¨® a c¨®rner.
La meritoria acci¨®n de Barthez condujo a la pr¨®rroga, un hervidero para cualquier equipo, m¨¢xime con ese premio del gol de oro, que amplifica la loter¨ªa del f¨²tbol y borra de un plumazo todo lo sucedido con anterioridad. Todo parte de cero y unos y otros cruzan los dedos. Y el gran duelo termin¨® como empez¨®, con una tropel¨ªa de Abel Xavier que desterr¨® a su equipo del torneo y agit¨® los nervios y llantos de los lusos. Un acci¨®n que hizo justicia al pagano f¨²tbol portugu¨¦s, que trastoc¨® su rol en el torneo de forma innecesaria.
En la hora de la verdad, Zidane no fall¨® el penalti y su equipo, fiel a s¨ª mismo, est¨¢ a punto de marcar una ¨¦poca.
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