Figo ensucia un gran duelo
El portugu¨¦s se quita la camiseta y abandona el c¨¦sped, enrabietado por el penalti
A la altura de su elevad¨ªsimo prestigio volaron ayer en Bruselas los dos mejores futbolistas europeos. Fue un duelo muy bello que empez¨® ganando el quiebro de Figo y que acab¨® dominando el cerebro de Zidane. El centrocampista portugu¨¦s rein¨® durante una hora, pero entonces le empez¨® a pesar el esfuerzo, fruto de su tendencia a conducir el bal¨®n, a regatear, a chutar y a pasar. A hacerlo todo. Zidane, en cambio, condujo menos, pas¨® m¨¢s y lleg¨® m¨¢s fresco a la segunda mitad, en la que dome?¨® el juego de principio a fin. En el momento cumbre, cuando se le exigi¨® lanzar el penalti crucial, lo hizo con frialdad, de manera magistral: a la escuadra derecha de Ba¨ªa, que se hab¨ªa echado al lado contrario. Fruto de la impotencia, Figo se quit¨® la camisa y se fue maldiciendo al banquillo convencido de que no hab¨ªa sido penalti. Zidane se impuso ligeramente a Figo hasta en la misma especialidad del portugu¨¦s: el regate. 12 quiebros logr¨® Zidane por los 10 de Figo. Sobre todo porque el franc¨¦s creci¨® progresivamente y acab¨® la pr¨®rroga con una larga carrera en la que sum¨® tres preciosos regates largos, zigzagueantes. Poco despu¨¦s llegar¨ªa el penalti. Y el lanzamiento a la escuadra.En la primera parte, no obstante, Figo ofreci¨® lo mejor de s¨ª mismo. Para empezar dej¨® sentado con un golpe de cintura a Deschamps, el viejo sabueso franc¨¦s que lo perseguir¨ªa durante toda la noche. El portugu¨¦s a continuaci¨®n dej¨® correr el bal¨®n hacia atr¨¢s para, con un toquecito de tac¨®n, enga?ar completamente a Petit. Zizou recogi¨® el guante. Cambi¨® de pronto el ritmo, aument¨® la zancada, hizo la bicicleta y Costinha le vio enseguida el n¨²mero 10 al jugador franc¨¦s. Antes el franc¨¦s ense?¨® un delicado taconazo que habilit¨® a Lizarazu, que entraba desde atr¨¢s, provocando los suspiros de admiraci¨®n del estadio Rey Balduino de Bruselas.
Ambos se ubicaron en la parcela izquierda, en el territorio del 10, dispuestos a inventar. Zidane comenz¨® con m¨¢s presencia. A Figo le cost¨® arrancar, pero, tras el gol de Nuno Gomes (m. 18), fue como si estuviera en el colegio. Recog¨ªa el cuero en la zona de tres cuartos, y se convert¨ªa en una amenaza constante para la tropa que proteg¨ªa a Barthez.
Los momentos de desesperaci¨®n de unos y otros se midieron por sus faltas. Las dos de Zidane en la primera parte; y la de Figo a Deschamps, que le cost¨® la tarjeta amarilla al portugu¨¦s, en el segundo periodo. Con el gol de Henry, Zidane empez¨® a ganar enteros al tiempo que Figo daba s¨ªntomas de cansancio. El 10 franc¨¦s dio un recital de pases, controles, pausas. El bal¨®n se convirti¨® en parte de su aparatoso cuerpo y Portugal no hall¨® el modo de arrebat¨¢rselo. Se puso a jugar Zidane, pero sobre todo a hacer jugar a sus compa?eros. A medida que avanzaba el partido, mayor era la incidencia del centrocampista marsell¨¦s. Mayor su conocimiento del desarrollo del choque, que le cab¨ªa debajo de su coronilla. Pases rasos en profundidad, pases en forma de globo, pases de tac¨®n. Con la derecha y con la izquierda. Con el interior y con el exterior del pie. Zidane era ya el popietario del juego y Figo, desesperado, le entr¨® por detr¨¢s al franc¨¦s. El s¨ªmbolo de su frustraci¨®n, de su cansancio. El mismo que le llev¨® a quitarse la camiseta al final y a largarse del partido.
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