Esencias
F?LIX BAY?N
Los granadinos siempre han sido unos andaluces muy raros. Ya saben: la mala foll¨¢. Pero las cosas est¨¢n cambiando. Gracias a ese met¨®dico proceso de normalizaci¨®n patrocinado por la televisi¨®n p¨²blica andaluza, los granadinos bailan sevillanas en las cruces de mayo, peregrinan como locos al Roc¨ªo y hasta baten un r¨¦cord Guinness que demuestra que son m¨¢s capillitas que nadie: han salido a dar una vuelta por Roma con un paso de Semana Santa.
Hace unos d¨ªas, en esa hora tonta de la sobremesa, vi en la televisi¨®n p¨²blica andaluza algo que me indign¨® tanto que logr¨® fastidiarme la siesta: desde la aldea del Roc¨ªo unos individuos hac¨ªan una exhibici¨®n de antropolog¨ªa recreativa o, quiz¨¢, de teolog¨ªa recreativa. Hablaban de una "blanca paloma" que era, seg¨²n ellos, "la madre de todos los andaluces", una especie de "Eva" primigenia de la que descender¨ªamos todos los que vivimos al sur de Despe?aperros.
As¨ª se empieza y -como en algunos Estados norteamericanos- se acaba prohibiendo ense?ar la teor¨ªa de la evoluci¨®n de las especies en los colegios. Da gusto. Ya he escrito m¨¢s de una vez que lo mejor que tiene Canal Sur es que el d¨ªa que gane el PP en Andaluc¨ªa no vamos a echar de menos al PSOE. Para ser m¨¢s meapilas que los socialistas, los del PP tendr¨ªan que condicionar el cobro de las pensiones de jubilaci¨®n a la asistencia a la misa dominical, y no parece que se atrevan.
Por incre¨ªble que parezca, las ocurrencias integristas de Canal Sur tienen su l¨®gica. Tambi¨¦n he escrito una vez -y perdonen que me cite tanto, pero soy el autor que tengo m¨¢s a mano- que el Roc¨ªo no es m¨¢s que la apoteosis del delirio normalizador de Andaluc¨ªa: la Andaluc¨ªa "batua", si me permiten usar de prestado el t¨¦rmino empleado con el euskera.
Este fen¨®meno se ha dado en todas las comunidades aut¨®nomas espa?olas. Casi siempre, los normalizadores han sido unos chicos que comenzaron haciendo pintadas sobre los r¨®tulos de tr¨¢fico -pon¨ªan "Bilbo", donde dec¨ªa "Bilbao", o "Xix¨®n" donde antes se le¨ªa "Gij¨®n"- y acabaron sentando plaza como confortables funcionarios de la normalizaci¨®n.
A m¨ª, qu¨¦ quieren que les diga, esto es algo que me pone de los nervios. No me cabe duda de que la normalizaci¨®n sirve para alimentar a los normalizadores, pero tiene la pega de que empobrece y falsea la realidad. En estas mismas p¨¢ginas, sin ir m¨¢s lejos, aparece todas las semanas una secci¨®n que se llama Ra¨ªces, como si la cultura andaluza procediera de un tronco com¨²n, cuando -si nos empe?amos en las met¨¢foras bot¨¢nicas- nuestra cultura mestiza podr¨ªa identificarse m¨¢s bien con los injertos.
En Ra¨ªces encontr¨¦ recientemente la rese?a de un libro que, seg¨²n el cr¨ªtico, destilaba "poco amor por lo andaluz" porque trataba sobre las "hablas andaluzas", en plural, en lugar de tratar sobre el "habla andaluza", en singular, como corresponder¨ªa al "reconocimiento de una norma culta andaluza para uso de escolares, locutores y artistas de la palabra".
Ardua tarea: ense?ar a los "escolares, locutores y artistas de la palabra" de Oj¨¦n, Parauta, ?beda o Canj¨¢yar a imitar a don Jos¨¦ Mar¨ªa Pem¨¢n. Va a hacer falta un mont¨®n de normalizadores.
Estamos rodeados.
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