Cada oveja, con su pareja.
La izquierda moderada est¨¢ llevando la iniciativa en el terreno de las ideas. A ra¨ªz de sus triunfos electorales de los ¨²ltimos a?os, ha recuperado confianza en s¨ª misma, y el largo periodo en el que los pensadores de la derecha dominaron la escena ha pasado a la historia. La reciente reuni¨®n de Berl¨ªn es una prueba m¨¢s de que las cosas se mueven en la buena direcci¨®n. Clinton, los presidentes de Chile, Argentina, Brasil y Sur¨¢frica, y un grupo de primeros ministros socialdem¨®cratas europeos se han sentado alrededor de una mesa para pensar en com¨²n cu¨¢les deben ser los ejes de un proyecto pol¨ªtico para el nuevo siglo. Un proyecto, como dice el comunicado final de la reuni¨®n, comprometido con los valores de la solidaridad y la justicia social. Los presentes en Berl¨ªn creen necesario encontrar un nuevo equilibrio entre el Estado y el individuo, entre gobiernos nacionales y organizaciones internacionales, entre el sector p¨²blico y las organizaciones no gubernamentales; y apuntan varias l¨ªneas para avanzar en esa direcci¨®n. Detr¨¢s de los l¨ªderes, un grupo creciente de asesores, expertos y personalidades acad¨¦micas han decidido trabajar en red para profundizar en las formas de conciliar las ideas de progreso con la eficiencia econ¨®mica.Despu¨¦s de la hegemon¨ªa neoliberal, los vientos pol¨ªticos giran a la izquierda en muchas partes del mundo, aunque, por desgracia, aqu¨ª el cambio nos haya pillado a contrapi¨¦. Se trata, eso s¨ª, de una izquierda moderna -si se quiere, de un centro-izquierda- que defiende el valor de la libertad individual, se ha reconciliado con la econom¨ªa de mercado y es consciente de los efectos nocivos que ha tenido la sobrecarga de tareas encomendadas al sector p¨²blico por los Estados de bienestar tradicionales. Una izquierda que cree que sin llegar al gobierno no podr¨ªa hacer realidad sus sue?os, por lo que no se resigna simplemente a so?ar, y que asume con realismo los condicionantes propios de toda acci¨®n de transformaci¨®n social. Una izquierda que adopta una actitud optimista ante los cambios tecnol¨®gicos y se interesa por las oportunidades que nos puede proporcionar la globalizaci¨®n, sin negar los riesgos que ¨¦sta comporta: que se plantea aprovechar al m¨¢ximo las primeras y responder con decisi¨®n frente a estos ¨²ltimos.
Al principio, este proceso de modernizaci¨®n del pensamiento progresista lo quiso protagonizar en exclusiva la Tercera V¨ªa. Clinton y Blair intentaron construir con ella una alternativa al neoliberalismo que ambos hab¨ªan derrotado en sus pa¨ªses, pero tambi¨¦n algo diferente de los planteamientos de la vieja izquierda estatalista. La Tercera V¨ªa trat¨® de situarse en una posici¨®n equidistante entre dos polos, pero no pudo evitar caer en dos trampas. La primera se deriv¨® de su gran ¨¦xito publicitario. La aglomeraci¨®n de candidatos para integrarse en sus filas casi echa por tierra los aut¨¦nticos prop¨®sitos de sus impulsores. Pol¨ªticos que nada ten¨ªan que ver con los valores del progreso intentaron nadar en sus aguas, unos para redimir su pasado, como si de un Jord¨¢n se tratase, y otros para ocultar su inconsistencia con la adquisici¨®n de un marchamo de prestigio. Populistas y descre¨ªdos, conservadores vergonzantes o centristas de nuevo cu?o, todos se reclamaban de laTercera V¨ªa. Hasta el punto que Anthony Giddens, su principal te¨®rico, se las ha visto y deseado para evitar que sus ideas fuesen prostituidas, y ha tenido que repetir bastantes veces que su pretensi¨®n no era combatir a la socialdemocracia, sino modernizarla desde dentro.
La segunda trampa tuvo que ver con las reacciones provocadas dentro de la propia familia, en el seno de la Internacional Socialista. Algunos vieron en la iniciativa de Blair y Clinton la voluntad de crear un espacio nuevo, a la derecha de la socialdemocracia y enfrentado con ¨¦sta, por lo que hubo quien, en nombre de la izquierda, la combati¨® con denuedo. Hoy, las cosas ya est¨¢n m¨¢s claras. Los que pensaban que la modernizaci¨®n de la izquierda iba a generar fracturas serias en la Internacional se han equivocado, como lo prueba el consenso que se produjo en el Congreso de Par¨ªs de la IS, el pasado mes de noviembre, en torno a la declaraci¨®n pol¨ªtica aprobada. De hecho, los textos de Berl¨ªn y de Par¨ªs beben de las mismas fuentes y apuntan estrateglas similares. La presencia activa de Lionel Jospin en Berl¨ªn dej¨® sin argumentos a quienes quisieron utilizarlo como bandera contra los modernizadores.
Ahora ya no se menciona tanto a la Tercera V¨ªa, probablemente para evitar nuevos equ¨ªvocos; los presentes en Berl¨ªn se autodef¨ªnieron como "gobernantes progresistas". Pero el cambio de un foro de partidos a otro gubernamental tiene consecuencias. Algunas de ellas, muy positivas. Por ejemplo, la presencia del presidente de Estados Unidos en una mesa junto con pol¨ªticos socialdem¨®cratas, no se hab¨ªa producido hasta ahora con esa intensidad, dadas las diferencias de estructura entre los Dem¨®cratas norteamericanos y los partidos convencionales. La coincidencia de gobiernos de centro-izquierda en los principales pa¨ªses de la Uni¨®n Europea ha facilitado el encuentro entre los progresistas de un lado y otro del Atl¨¢ntico. Y la presencia de Ricardo Lagos, de Fernando de la R¨²a, del brasile?o Cardoso o del surafricano Mbeki al frente de sus respectivos pa¨ªses ofrece una oportunidad inmejorable para evitar que el debate en el centro-izquierda est¨¦ limitado por una visi¨®n euroatl¨¢ntica. ?Qui¨¦n hubiese so?ado en los a?os setenta que el presidente norteamericano se sentase a imaginar un futuro de progreso con sus colegas del Cono Sur o de Sur¨¢fr¨ªca!
Sin embargo, el protagonismo de los gobiernos en el debate ideol¨®gico puede generar confusi¨®n. En las relaciones exteriores de los Estados, los intereses nacionales pesan bastante m¨¢s que las afinidades ideol¨®gicas; con lo que un debate sobre proyectos pol¨ªticos encabezado por los m¨¢ximos responsables de los respectivos ejecutivos, podr¨ªa quedar desprovisto de sustancia y caer en la trivialidad, si no se deslindan bien los papeles. Se ha evitado la fractura interna, pero el precio a pagar no puede ser la renuncia a la propia identidad. Adem¨¢s, los partidos de oposici¨®n no tienen posibilidad de participar en el debate en las mismas condiciones que quienes est¨¢n gobernando, y las organizaciones pol¨ªticas supranacionales quedan postergadas. En este ¨²ltimo aspecto, los socialistas espa?oles somos, l¨®gicamente, parte interesada.
El riesgo de confusi¨®n ha traspasado las fronteras, y habita entre nosotros. La prensa public¨® que Aznar hab¨ªa intentado estar presente en la reuni¨®n de Berl¨ªn. ?Fue v¨ªctima de un ataque agudo de progresismo? La cosa no pasar¨ªa de ser una mera an¨¦cdota si no hubiese otros indicios que sugieren una
cierta obsesi¨®n del se?or presidente por ubicarse t¨¢cticamente fuera del territorio pol¨ªtico que le es propio. En esos mismos d¨ªas, Aznar y Blair publicaron un art¨ªculo conjunto, en el que expresan coincidencias en su visi¨®n europea. Pero en alguno de sus p¨¢rrafos el texto hace incursiones comprometidas en ¨¢mbitos ideol¨®gicos. Es probable que a Blair le interese aparecer junto a Aznar, dada la soledad en la que se encuentra en la Uni¨®n, fuera del euro, con una opini¨®n p¨²blica crecientemente euroesc¨¦ptica y unos sondeos que le empiezan a causar dolor de cabeza. Pero, ?cu¨¢l es el inter¨¦s de Aznar? ?Se junta con el laborista Blair por compartir sus recelos respecto de una Europa pol¨ªtica, o es que est¨¢ dispuesto a olvidar por un momento nuestra apuesta por Europa, con tal de fotografiarse junto a un laborista?
Viendo hasta d¨®nde puede llevar la mezcla entre responsabilidades gubernamentales y afinidades pol¨ªticas, ser¨ªa aconsejable que las pr¨®ximas reuniones de una izquierda moderna y moderada tengan lugar a nivel de partidos. De esa manera, las cosas estar¨¢n m¨¢s claras, Clinton podr¨¢ seguir asistiendo, como invitado muy especial, aunque ya no sea el presidente de Estados Unidos. Los socialistas espa?oles tambi¨¦n, aunque todav¨ªa sigamos en la oposici¨®n. Y Aznar, en vez de obsesionarse con hacerse fotos que ni le corresponden ni nos interesan como pa¨ªs, tendr¨¢ tiempo de aleccionar a Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano sobre las causas reales de la violencia de g¨¦nero, de explicar a Piqu¨¦ c¨®mo se deben pagar los impuestos y de recordar a Fraga que Pinochet no fue un patriota desinteresado, ni los fiscales unos simples funcionarios al servicio del Gobierno de turno. Para ser progresista, antes que ser presidente de Gobierno hay que asumir algunos principios elementales.
Joaqu¨ªn Almunia es diputado del PSOE por Madrid.
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