Zurrando el cuero
Parece claro que el f¨²tbol es remedo actual de la guerra, su metadona. En muchos pa¨ªses, ambos fen¨®menos conviven a¨²n, pero se debe a que no tienen f¨²tbol o ¨¦ste es d¨¦bil. Basta abrir los ojos para ver la evidente funci¨®n sustitutoria del llamado deporte rey en el trozo de planeta donde vale la pena vivir, entre otras cosas, porque se piensa cada vez m¨¢s que no merece la pena matarse de uniforme.La l¨ªrica actual esplende en los recintos enormes donde una prometedora juventud manifiesta a chillidos su emoci¨®n liberada; m¨¢s silenciosa, pero igual, la poes¨ªa nos desentierra a unos cuantos el alma. Por su parte, la dram¨¢tica (teatro, cine), que satisface el deseo ampliamente humano de observar directamente qu¨¦ hacen otros, ha recibido desde hace pocas semanas el empuj¨®n concluyente de un programa televisivo, el cual no s¨®lo permite ver y o¨ªr a varios cong¨¦neres, sino casi olerlos.
Pero hab¨ªa que dar gusto tambi¨¦n a otro instinto primario y primitivo, el de contemplar las proezas de nuestros adalides b¨¦licos, noble curiosidad que satisfizo en un principio la ¨¦pica literaria, ayudada por torneos, justas y atractivas naumaquias. El f¨²tbol es, en este final de milenio, ¨¢mbito donde se dirimen todas las diferencias, con la ventaja sobre la guerra cl¨¢sica de que ¨¦sta hiere y mata menos, y de que no s¨®lo combaten las paladines, sino tambi¨¦n, si quieren, las retaguardias, las gradas, las aficiones. Se pelea por una camiseta como, antes, por una bandera o por un reino. Y al igual que anta?o se invocaba a un adalid para impetrar la victoria -a Santiago, sin ir m¨¢s lejos-, en un estadio, rodeado por miles de compatriotas que miraban con angustia c¨®mo el honor de Espa?a rodaba por los pies de eslavos, hab¨ªa un cartel-plegaria que rezaba: "Camacho, s¨¢lvanos". M¨¢s a¨²n: alguien que transmit¨ªa el partido por radio, al clavar los nuestros el gol decisivo, se dispar¨® a pregonar que Dios existe y que cre¨ªa en ¨¦l. ?Lanz¨® alg¨²n colega de la otra parte un grito inverso?
Nuestros hinchas, sin embargo, no llegaron a sacudirse con nadie, a diferencia, verbigracia, de los ingleses, que, en las calles holandesas y belgas, manifestaron otra vez el impetus ille sacer que los empuj¨® al continente en 1944. Pero sin bombas: s¨®lo a hostia limpia, gracias al f¨²tbol.
La conmoci¨®n de la Eurocopa ten¨ªa que afectar al lenguaje. Una relaci¨®n m¨ªnima no cabr¨ªa aqu¨ª; vayan s¨®lo muestras. Por lo pronto, parece haberse consagrado una novedad que detect¨¦ hace pocas semanas: en un partido de promoci¨®n, dijo el narrador que el Osasuna era "un equipo muy f¨ªsico". Quer¨ªa significar, sin duda, que los jugadores navarros parec¨ªan m¨¢s fuertes que los de Huelva; cre¨ª que era simple lapsus. Sin embargo, lo he o¨ªdo ya hasta dos veces a contadores distintos del euroacontecimiento; ambos quer¨ªan caracterizar a futbolistas corpulentos. Uno de ¨¦stos, a pesar de ser tan f¨ªsico, era muy h¨¢bil. No es de desde?ar este asomo de revoluci¨®n, que abre la puerta a insospechados di¨¢logos. "?Qu¨¦ f¨ªsico est¨¢ su ni?o!", dir¨¢ una madre a otra. Y ¨¦sta podr¨¢ contestar: "No crea; ha tenido paperas y a¨²n est¨¢ bastante gaseoso".
Metidos en esa harina, ya me sorprendi¨® poco o¨ªr en la narraci¨®n del combate entre Espa?a y Noruega que este equipo contaba con jugadores "de corte muscular". Hallazgo cardinal, que intensifica la magnitud de f¨ªsico; y nunca mejor ocasi¨®n que aqu¨¦lla en que los hiperb¨®reos nos humillaron. Ya podr¨ªan: hab¨ªa s¨®lo enfrente de ellos unos muchachos sensitivos. De otro modo habr¨ªan reaccionado ¨¦stos si hubieran tenido ante s¨ª a los turcos, para reiterarles Lepanto.
Ya no recuerdo si estas cosas las dijo el glosador que, en TVE, acompa?a de ordinario al mero relator de jugadas. Si no ¨¦stas, profiri¨® otras tan extraordinarias o m¨¢s, que contribuyen al palpable esfuerzo de la primera emisora p¨²blica en favor de nuestra lengua. As¨ª, un comentarista suyo, est¨¢ afianzando el sustantivo din¨¢mica -tambi¨¦n cient¨ªfico- como okupa de 'ritmo' o 'desarrollo', us¨¢ndolo a una media de veinte veces por partido; y asegura como quien lava que ha cambiado la din¨¢mica del juego, que tal jugador no se incorpora a la din¨¢mica de equipo, y cosas as¨ª. Lo ¨²nico malo de tal obstinaci¨®n es que fatiga ese nombre aunque se oiga tumbado en chaise-longue.
Los mediadores de estos medios -que han acogido en los deportes tantos expertos malhablados- han aportado al uso com¨²n encantadoras novedades; as¨ª, ¨¦ste a que aludimos, cuando, haciendo a los seleccionados funcionarios p¨²blicos, advierte que "desde hace muchos minutos, Espa?a no tramita el bal¨®n", o que "los pases de Guardiola no est¨¢n tramitando una definici¨®n". Es met¨¢fora que, convenientemente expandida, permitir¨¢ finezas a¨²n mayores que la de llamar constipaci¨®n al estre?imiento. Tampoco es manca la afirmaci¨®n de que "Alfonso est¨¢ dando buenas sensaciones para sus compa?eros". Aunque confieso no entenderla, ?qu¨¦ son estas sensaciones: ¨¢nimos, barruntos, esperanzas? Otro hallazgo que luce en su parla se produce cuando califica de interesante un regate, un remate o una sustituci¨®n.
Otros narradores son menos originales y no poseen su fant¨¢stica capacidad para el circunloquio del tipo: "El juego del equipo espa?ol no es muy favorecedor a sus intereses"; lo normal es que tales profesionales sean normalitos al enunciar, por ejemplo, que tal o cual futbolista "marca la diferencia", galicismo expulsor de que 'la establece'; o que es desequilibrante, d¨¢diva tambi¨¦n de nuestros vecinos. En ambos casos, se afirma que el muchacho da sopas con borcegu¨ª a cuantos comparten bal¨®n con ¨¦l, y que, en cualquier momento, puede dar un patad¨®n a la balanza del partido. Y zurran fuerte al idioma aquellas voces de radio que, durante el campeonato, han identificado vigente con actual, recordando que el equipo galo -nuestro pu?al- es el vigente campe¨®n del mundo. Como un billete de banco o una ley.
(Abro y cierro un par¨¦ntesis estimulado por un lector de este peri¨®dico que, en la secci¨®n de cartas, me ped¨ªa hace poco opini¨®n sobre tarifa plana. Propon¨ªa como mejor tarifa fija; parece aceptable, pero ?no cree que el adjetivo plana -anglicista, sin duda: plain rate, unido a tal sustantivo- manifiesta mejor que esa tasa carece de picos -un rato al menos- y sugiere, adem¨¢s, que es baja? Una tarifa fija, por el contrario, puede ser muy alta; y una tarifa semiplana, como ya se ha llamado a la nuestra, queriendo decir 'parcialmente llana', suena simplemente a sandez).
Fernando L¨¢zaro Carreter es miembro de la Real Academia Espa?ola
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