Perro oficio
Hace unos d¨ªas, en la sede social de la calle de Juan Bravo, celebr¨® junta general la Asociaci¨®n de la Prensa de Madrid. Ha cumplido nuestro ¨®rgano representativo los 105 a?os, sobreviviendo a numerosos percances, los m¨¢s graves ocasionados en su propio seno. Para el p¨²blico, se trata de una entidad que re¨²ne a quienes se ganan la vida con la pluma y organiza la corrida de la asociaci¨®n, que suele ser buena. Para nosotros supuso, en su d¨ªa, la manumisi¨®n de la bohemia, concepto atractivo por fuera y lamentable por dentro. En la actualidad formamos un colectivo de origen universitario, donde la cuota femenina es superior a la de cualquier otra actividad intelectual. No est¨¢n todos los que son, aunque el n¨²mero de socios supera los 4.000.En otros tiempos, la influencia de la prensa era considerable, incluso si se reduc¨ªa, pr¨¢cticamente, a los directores o propietarios de los peri¨®dicos, cuyo favor se disputaban los pol¨ªticos y dem¨¢s cabecillas de la vida com¨²n.
Los plum¨ªferos viv¨ªan en el umbral de la pobreza, m¨¢s bien del lado de all¨¢, y esta organizaci¨®n les ampar¨® ante la enfermedad, el hambre y la ignominia. Tuve ocasi¨®n de conocer a viejos reporteros que ejercieron en El Heraldo o El Imparcial, parecidos a los desamparados soldados de fortuna, sin sueldo fijo, ni futuro previsible, enganchados a un menester que precisaba de la mayor abnegaci¨®n. Fue t¨®pico el caso del gacetillero cuya principal remuneraci¨®n sol¨ªa ser la comparecencia representativa a los numerosos banquetes que nuestros ancestros se propinaban con el menor pretexto. Ese d¨ªa, la pitanza estaba asegurada y hubo -dijeron- padre de familia con los bolsillos de la chaqueta forrados de hule, donde disimulaba alg¨²n muslo de pollo, rodajas de pescadilla y hasta cazos de sopa o consom¨¦, lo que ya resulta dif¨ªcil de admitir.
Una vida de perros, pero, curiosamente, de largo recorrido. Al parecer, esa ocupaci¨®n, junto a la del c¨®mico -tan poco envidiables entonces-, proporciona una dilatada y robusta existencia. Actores y actrices trabajaron temporalmente y a destajo: hab¨ªan de conocer la comedia, el drama, el verso, el canto si se terciaba, recorriendo una Espa?a m¨ªsera e inc¨®moda; actuar, tarde y noche, tres veces por jornada, en cochambrosos teatros, con camerinos promiscuos e indecentes, entregados y v¨ªctimas de la envidia de los colegas, durmiendo en infectas posadas, alimentados con p¨¦simo caf¨¦ y padeciendo un hosco horario antinatural.
M¨¢s o menos como los periodistas, recompensados con migajas, alternando la precaria faena y la cesant¨ªa, sin esperanzas de promoci¨®n. Bien, pues ambas ocupaciones han dado buen n¨²mero de longevos. Actores y actrices famosos han subido a las tablas ya nonagenarios y no, evidentemente, por estricto amor al arte, sino por el espoleo de la indigencia. Y periodistas, procedentes de la prehistoria profesional, que han cubierto tareas m¨¢s all¨¢ de todo l¨ªmite, almacenando sabidur¨ªa y experiencia, aunque no sirvan para gran cosa, innumerable ej¨¦rcito que se renueva sin alcanzar nunca la victoria. Ni la derrota. Eso parece ser que ya acab¨®.
El otro d¨ªa -cada a?o por estas fechas- entregaron un diploma, y unas afectuosas palmadas en la espalda, a quienes llevamos 50 a?os como socios. En la ocasi¨®n ¨¦ramos s¨®lo cinco, y un servidor no era el m¨¢s viejo en edad, s¨ª en veteran¨ªa cotizante: Jes¨²s Fragoso del Toro, director de peri¨®dicos, padre prol¨ªfico; Mat¨ªas Prats, cuya voz desaf¨ªa y sustituye a la megafon¨ªa; Jes¨²s Suevos, celta ilustrado y fino, que a los 82 a?os, hace d¨ªas, a¨²n jugaba al tenis cada ma?ana; Francisco Narbona, de nutrido transitar entre linotipias y chibaletes. Y yo.
No crean que la circunstancia nos tiene deprimidos y aislados. Por ah¨ª siguen, tan campantes, Manuel Augusto Garc¨ªa Vi?olas, Carlos Foyaca, Carlos Pujol Raes, Emilio Romero, Jos¨¦ ?ngel Ezcurra, Epifanio Tierno, m¨¢s viejos; contempor¨¢neos como Francisco Ruiz de Elvira; algo menores, como Eduardo Haro, y tantos. Nuestro modelo es Jos¨¦ Montero Alonso, que ten¨ªa el carn¨¦ n¨²mero uno. Muri¨® hace unas semanas, a los 96 a?os, sin haber dejado de trabajar un solo d¨ªa de su existencia. Somos, con los c¨®micos, los artistas de circo y algunos terratenientes extreme?os, gente correosa y duradera. Laus Deo.
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