No hay Tour sin ca¨ªdas
Steels repite victoria tras una accidentada entrada en Nantes, con percance a kil¨®metro y medio de meta
No hay como confiarse en los sue?os para que la amarga verdad golpee tan bruscamente como un despertador a destiempo. Escriban 100 veces cada uno lo siguiente: no hay Tour sin ca¨ªdas, no hay Tour sin ca¨ªdas, no hay... S¨ª, castigo. Recordatorio. Por confiados. Por olvidadizos. Se pasan una etapa tranquila, la del domingo, vientecito de cara, Cofidis al comando con suavidad y se piensan que todos los d¨ªas van a ser igual. Que lo escriban casi todos. Que se lo ahorren los alemanes del Telekom, que supieron estar atentos. Y tambi¨¦n se les puede perdonar a los del Mapei, que ganaron la etapa (repiti¨® Tom Steels, s¨ª, pero esta vez de forma m¨¢s acad¨¦mica: a Zabel, por no ganar ayer, no le toc¨® disfrutar de equipo para la llegada; y a Steels, en premio, le dejaron los mejores los del Mapei: descosido tir¨® para ¨¦l en la ¨²ltima recta el campe¨®n americano, Fred Rodr¨ªguez, californiano hijo de colombiano; potente remat¨® la tirada Maciste Zanini, poderoso llegador. Entre ambos le dejaron a Steels tan lanzado, tan cerca de la meta, que el belga pr¨¢cticamente lo ¨²nico que tuvo que hacer fue meter un poco los ri?ones para conservarse delante de Wust y Zabel, la tenaza alemana, y levantar los brazos). Pero los dem¨¢s, a escribir.Que lo hagan los del Cofidis, el equipo del l¨ªder, que se vio envuelto en la ca¨ªda a kil¨®metro y medio de meta y luego se qued¨® solo a la hora de intentar enlazar con el pelot¨®n; lo consigui¨® el bueno de Millar, tan jovencito que despierta el instinto maternal entre los viejos veteranos del Tour y se encontr¨® en la meta, a la que lleg¨® tarde, castigado con 9s, rodeado de gente dispuesta a prestarle un pa?uelo, el hombro o a pegarse con quien hiciera falta para que nadie le quitara el maillot amarillo aprovech¨¢ndose de su ca¨ªda. Que escriban tambi¨¦n los del ONCE, aunque menos l¨ªneas: Jalabert entr¨® con los de delante, pero Olano no. El franc¨¦s fue, junto a Ullrich, el ¨²nico de entre los favoritos que sac¨® ventaja del corte: 9s (que no son decisivos, aunque s¨ª dolorosos) sobre los rivales. Olano, su compa?ero de equipo, fue el primero del segundo pelot¨®n, el del gran grupo de los cortados. Que dupliquen las repeticiones los del Banesto: como ninguno del conjunto entr¨® con los 26 de delante, vieron c¨®mo los del Mapei les adelantaron en la general por equipos, precisamente el ¨²nico d¨ªa en que esa clasificaci¨®n es medianamente importante, el d¨ªa que se?ala el orden (inverso) de salida en la contrarreloj por equipos de hoy. Y los del Kelme, y el Festina, y el Mercatone, y todos. Que repitan: no hay Tour sin ca¨ªdas. Con lo que duelen.
Todos, claro, sab¨ªan que la ca¨ªda de ayer era inevitable, pero todos, tambi¨¦n, tienen disculpas. Fue inevitable porque, pese a que se ha mejorado con respecto a los ¨²ltimos a?os, la carrera sigue entrando por calles estrechas moteadas por islotes de asfalto, raquetas y nudos, rotondas y estrechamientos. Sigue entrando y no se frena, antes al contrario, m¨¢s acelera cuanto m¨¢s cerca est¨¢ de la meta. Se rompe la ecuaci¨®n: demasiada velocidad para las condiciones de la v¨ªa p¨²blica. Accidente seguro. El de ayer ocurri¨® a kil¨®metro y medio de la meta. Pelot¨®n lanzado, enfilado, casi cortado, demasiados codazos entre los equipos que quer¨ªan ir delante; al tiempo, los que no pintaban nada empezaban a quedarse detr¨¢s. Un enganch¨®n y el pobre de Markus Zberg (el campe¨®n suizo es un gafe en el asunto, rodando por el suelo. Llev¨¢ndose consigo a Tristan Hoffman y a Jean Patrick Nazon, la esperanza r¨¢pida de los franceses. Lanzando contra las balas de paja de la cuneta al pobre Millar. Con lo alto que es.
David Millar, a quien tan bien sienta su vestimenta dorada, podr¨¢ seguir luci¨¦ndola hoy. Con casi toda seguridad tendr¨¢ que pas¨¢rsela a otro (?Armstrong tan pronto? ?Jalabert de nuevo? ?Ullrich?) tras la llegada a Saint Nazaire. Tampoco le importar¨¢ mucho. Lo suyo, como bien sabe su madre, Avril, como la pomada para las quemaduras, es una apuesta de futuro. Y no es met¨¢fora: hace tres a?os ya, Avril Millar se fue a una casa de apuestas y puso 100 libras encima del mostrador: mi hijo ganar¨¢ el Tour de aqu¨ª a cinco a?os. El bookmaker se lo fi¨® 100 a 1. As¨ª que a¨²n le quedan dos a?os para ganar 10.000 libras. Lo que no est¨¢ nada mal siempre que su hijo no siga cay¨¦ndose.
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