Ir de tiendas ANT?N COSTAS
Llevo d¨ªas d¨¢ndole vueltas a los posibles efectos de la libertad de horarios comerciales y no consigo comprender por qu¨¦ se tendr¨ªa que producir la cat¨¢strofe que auguran los representantes de los peque?os comerciantes: miles de tiendas cerradas, cientos de miles de trabajadores al paro y millones de pesetas en capitales perdidos. A estos pretendidos costes econ¨®micos a?aden un coste pol¨ªtico: los votos que perder¨¢ el Gobierno del PP si se atreve a seguir adelante. Sindicatos y partidos de la oposici¨®n parecen compartir esos temores y se est¨¢n sumando a los opositores a la liberalizaci¨®n.Hay algo que sorprende en estos argumentos: nadie toma en consideraci¨®n los intereses y las necesidades de los consumidores. Pero, de hecho, el consumidor es el principal actor de esta historia. La liberalizaci¨®n no responde a los caprichos doctrinales de ning¨²n gobierno. Los pol¨ªticos son, casi por definici¨®n, personas con aversi¨®n al riesgo. Si se apuntan al cambio es porque existe una demanda social en ese sentido. Y as¨ª es en este caso. La incorporaci¨®n de la mujer al mundo laboral, el aumento del n¨²mero de parejas en las que ambos trabajan, las mayores distancias al lugar de trabajo o la flexibilidad que exigen las empresas a sus empleados presionan, a su vez, en favor de m¨¢s flexibilidad en los horarios comerciales.
A estas nuevas realidades sociales hay que a?adir los nuevos gustos y h¨¢bitos de consumo derivados de los mayores niveles de renta. Muchos bienes que ahora consumimos ya no satisfacen necesidades b¨¢sicas, sino que son elementos de ocio, de cultura. El lenguaje cotidiano recoge bien esta nueva realidad. Hablamos de "ir de tiendas", de la misma forma que hablamos de ir al cine, al teatro o a ver un museo. Pero, si los cines, las cafeter¨ªas, los teatros o los museos abren los domingos y festivos, ?por qu¨¦ no pueden abrir las tiendas de ropa, las librer¨ªas o los comercios de productos inform¨¢ticos?
Me gusta el peque?o comercio. Da vida y alegr¨ªa a nuestras calles. Por eso aprecio la "biodiversidad comercial", tanto como la de las especies. Si no se ha ampliado el aeropuerto de Barcelona para no poner en peligro un peque?o aiguamoll donde habitan unas cuantas aves, ?por qu¨¦ tenemos que poner en peligro la biodiversidad comercial? Pero, ?qu¨¦ es lo que hace pensar que la libertad de apertura va a acabar con el peque?o comercio? Me parecen temores exagerados e infundados. Ya cuando se plante¨® la liberalizaci¨®n de las panader¨ªas se dec¨ªa que ser¨ªa la ruina para el gremio. Pero hoy nuestras calles est¨¢n llenas de boutiques de pan, comemos pan tierno los domingos y el empleo ha aumentado de forma considerable en el sector. El camino para hacer frente a la liberalizaci¨®n fue la especializaci¨®n y la mejora del servicio. Y ese es tambi¨¦n el camino que debe seguir ahora el peque?o comercio.
Resistirse a la liberalizaci¨®n es como poner puertas al campo. Perjudica los intereses de los consumidores sin beneficiar al peque?o comercio. Partamos de la realidad: la legislaci¨®n actual es un coladero. El ¨²ltimo agujero es el que han hecho las tiendas de las gasolineras. Est¨¢n ganando m¨¢s con los productos que venden en las tiendas que con la venta de la gasolina. Est¨¢n encantadas con la actual limitaci¨®n de horarios comerciales. Los consumidores no: pagan precios m¨¢s elevados y tienen peor servicio.
Aun as¨ª, puedo entender los miedos y la oposici¨®n de algunos comerciantes. Lo que ya me resulta dif¨ªcil comprender es la oposici¨®n de partidos como CiU o el PSC. No s¨¦ si es porque comparten los miedos infundados de algunos comerciantes, o simplemente por puro oportunismo pol¨ªtico. Posiblemente, un mal c¨¢lculo pol¨ªtico les lleva a valorar m¨¢s los escasos votos que pueden perder que los muchos que puedan ganar. Porque si, como dicen, el problema es que el Gobierno de Madrid ha invadido competencias de la Generalitat, la soluci¨®n es recurrir contra esa decisi¨®n, pero anunciando a la vez la intenci¨®n de promover esa misma liberalizaci¨®n desde las competencias propias. De lo contrario, hay que entender que la ¨²nica pol¨ªtica que se propugna desde Catalu?a es la defensa de lo existente: el conservadurismo. Habr¨ªa que concluir entonces que si en alg¨²n momento las fuerzas pol¨ªticas catalanas fueron el motor que impulsaron el cambio y la liberalizaci¨®n en Espa?a, hoy han optado por dejar de serlo.
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