Algunas falacias sobre la 'nueva econom¨ªa'
Tengo que advertir al lector de que soy un firme convencido del efecto positivo que la nueva econom¨ªa est¨¢ teniendo en el aumento de la productividad, del crecimiento del empleo, as¨ª como en la reducci¨®n del paro estructural, en el aumento del crecimiento potencial de la econom¨ªa y del poder de compra de los consumidores. Pero, dicho esto, tambi¨¦n creo conveniente advertir al lector de que, junto a estas verdades, existe una serie de percepciones err¨®neas que conviene esclarecer.Existe una creencia cada vez m¨¢s extendida de que, con esta revoluci¨®n de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n, todas las bases tradicionales de la econom¨ªa se modifican, de que estamos en una nueva era en la que todos los principios econ¨®micos que dominaban hasta ahora dejan de tener vigencia. Nada m¨¢s lejos de la realidad. La revoluci¨®n de la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n va a transformar la forma de acceder a la informaci¨®n, de diseminarla y transmitirla. Va a introducir modificaciones importantes en el mercado de trabajo y en el sistema educativo, va a suponer un cambio relevante en la estructura de la producci¨®n, y especialmente de la comercializaci¨®n, pero los principios sobre los que se rige la actividad econ¨®mica van a seguir siendo los mismos de siempre. Los cambios tecnol¨®gicos no significan un cambio en las leyes o los conceptos por los que se rige la econom¨ªa.
En primer lugar, existe la percepci¨®n generalizada de que la nueva econom¨ªa va a sustituir a la vieja econom¨ªa. Se tiende a hacer una distinci¨®n tajante entre las empresas de la vieja econom¨ªa (las empresas de "ladrillo y cemento", se dice despectivamente) y las empresas virtuales e intangibles de la nueva econom¨ªa, que son las que se van a imponer en el futuro. Nada m¨¢s err¨®neo. Las empresas de la nueva econom¨ªa crean redes, pero esas redes necesitan vender algo, transportarlo y entregarlo al cliente o al consumidor final. Ese algo, que puede ser petr¨®leo, un producto qu¨ªmico, un autom¨®vil, un libro, un servicio o una determinada informaci¨®n, necesita que existan productores que los produzcan y transportistas que los almacenen y los transporten por tren, autom¨®vil o avi¨®n, y para eso hace falta que alguna empresa de la vieja econom¨ªa construya y suministre esos medios log¨ªsticos y esas infraestructuras.
Adem¨¢s, lo que, por el contrario, puede llegar a ocurrir es que, con el desarrollo de la nueva econom¨ªa, las empresas de la vieja econom¨ªa que sepan adaptarse a las ventajas que va a suponer (en t¨¦rminos de menor coste, de mayor productividad y de mayor rentabilidad) la creaci¨®n de las nuevas redes de informaci¨®n (que reducen de manera dram¨¢tica la distancia entre los productores y los consumidores) pueden llegar, al final, a colonizar dichas redes y afianzarse a¨²n m¨¢s en sus sectores productivos generando menores costes y mayores beneficios.
En segundo lugar, existe la percepci¨®n, tambi¨¦n falsa, de que las ventajas competitivas de las empresas no van a ser las mismas a partir de ahora. Sin embargo, dichas ventajas competitivas van a seguir consistiendo en desarrollar, como siempre, capacidades diferentes de las de otros competidores que no sean f¨¢cilmente replicables y que permitan ser m¨¢s competitivos que los dem¨¢s. Entre ellas hay que destacar las de la reputaci¨®n y de la marca, las de la capacidad de innovaci¨®n y de flexibilidad, la posesi¨®n de activos estrat¨¦gicos o las de una determinada estructura de relaciones de excelencia y fidelizaci¨®n con los empleados, los suministradores o los clientes.
Tercero, se piensa que en la nueva econom¨ªa ser el primero en el mercado es crucial; sin embargo, cada vez lo es menos, ya que las barreras de entrada son cada vez menores, entre otras cosas porque el desarrollo cada vez mayor de la tecnolog¨ªa reduce el coste de entrada de otros competidores y porque la competencia, derivada de la globalizaci¨®n, es cada vez mayor.
Cuarto, se cree asimismo que muchos de los nuevos mercados que se est¨¢n creando son monopolios naturales o que las externalidades de las nuevas redes son tales que las empresas de la nueva econom¨ªa van a generar beneficios enormes. Es verdad que el caso Microsoft es uno de los pocos en la historia reciente en que se ha conseguido controlar una parte muy importante del mercado por una empresa privada. Sin embargo, la realidad muestra que, casi en todos los casos, nuevos competidores o la regulaci¨®n gubernamental de la competencia lo impiden, como est¨¢ sucediendo no s¨®lo en el caso de Microsoft, sino tambi¨¦n en todos los monopolios naturales (telecomunicaci¨®n, energ¨ªa) recientemente privatizados.
Quinto, se piensa que estar en mercados en gran expansi¨®n como los de la nueva econom¨ªa en el momento preciso es crucial para generar tambi¨¦n enormes beneficios. Sin embargo, la historia muestra que los beneficios no dependen de que un mercado crezca m¨¢s deprisa que otro -porque, si es as¨ª, inmediatamente entran nuevos competidores-, sino que las diferencias en beneficios entre unas empresas y otras se deben a diferencias en la gesti¨®n y la excelencia en la ejecuci¨®n de las tareas y no en la rapidez con la que crece el mercado.
Adem¨¢s, los ap¨®stoles de la nueva econom¨ªa olvidan que la mayor parte de los beneficios que se generan siempre suelen ser trasladados a los consumidores, dada la competencia creciente. S¨®lo en los casos de oligopolio o de monopolios naturales la traslaci¨®n de beneficios no se ha dado temporalmente, es decir, durante el tiempo en que las autoridades gubernamentales no han ejercido sus obligaciones de defender la competencia.
Finalmente, existe la percepci¨®n de que las reglas contables y de valoraci¨®n que se aplican a las empresas cotizadas en general no sirven ya para las de la nueva econom¨ªa, y que ¨¦sta necesita nuevas reglas diferentes de las anteriores. Sin embargo, esto tampoco es verdad. La ¨²nica manera de conseguir que la rentabilidad de la inversi¨®n supere el coste del capital que se utiliza es obtener rentas derivadas de una serie de ventajas competitivas sostenibles, y transformarlas en beneficios netos o en efectivo. Lo dem¨¢s es un deseo o una expectativa no contrastada a¨²n por la realidad.
La idea de que se puede valorar una empresa de forma distinta a la tradicional -es decir, de la que su valor presente sea igual al flujo de beneficios esperados descontados a un determinado tipo de inter¨¦s previsto- es totalmente falsa. Pensar que se puede valorar compa?¨ªas por el volumen de ventas o incluso por el n¨²mero de clientes potenciales o, en el caso de los portales de Internet, por el n¨²mero de visitas o de visitadores, sin tener en cuenta los costes de dicha operaci¨®n, los ingresos esperados y, en definitiva, los flujos de caja o los beneficios previstos, es absolutamente err¨®neo. Amaz¨®n, que es una de las compa?¨ªas de la nueva econom¨ªa de mayor ¨¦xito, vendi¨® en 1999 1.600 millones de d¨®lares de libros, m¨²sica y otros productos, y tuvo unas p¨¦rdidas de 720 millones de d¨®lares; es decir, sus costes totales fueron de 2.320 millones de d¨®lares. ?Por cu¨¢nto tiempo puede seguir quemando capital a ritmos similares? Dado que es enormemente dific¨ªl valorarlas si los beneficios potenciales, que pueden ser muy elevados o muy reducidos, son a largo plazo, se suele utilizar la referencia de la valoraci¨®n de otras compa?¨ªas similares que ya est¨¢n cotizadas, adem¨¢s de si el modelo de negocio y los directivos que lo gestionan son adecuados y de alta calidad y experiencia.
Hasta ahora, esta creencia cuasi religiosa no planteaba problemas graves, ya que eran los fondos de capital riesgo los que suministraban el capital a un coste elevado a estas compa?¨ªas de la nueva econom¨ªa a sabiendas del riesgo que corr¨ªan y de que muchas de ellas desaparecer¨ªan, pero que, a la postre, la inversi¨®n en algunas de ellas generar¨ªa una rentabilidad suficientemente importante como para compensar las p¨¦rdidas en las dem¨¢s.
Sin embargo, una cantidad muy elevada de dichas empresas ha salido a Bolsa al poco tiempo de su creaci¨®n aprovechando la moda de la nueva econom¨ªa y han conseguido obtener fondos a un coste muy bajo sin que muchos peque?os inversores privados se den cuenta del riesgo que corren. Es decir, el hecho de que las bolsas de valores est¨¦n cumpliendo la funci¨®n de suministradores de capital riesgo a empresas cuyo futuro a¨²n es incierto puede crear problemas graves cuando muchas de ellas no cumplan las expectativas anunciadas o esperadas. Esto hace que, aunque las valoraciones se han corregido ya en buena parte, de momento, la volatilidad de las cotizaciones siga siendo elevada y que una nueva correcci¨®n de la actual burbuja provocada por las elevadas valoraciones de las empresas de la nueva econom¨ªa pudiera terminar desatando un p¨¢nico burs¨¢til. No hay que olvidar que hasta hace escasamente unos meses el mundo no hab¨ªa vivido una situaci¨®n hist¨®rica de tan bajo coste de capital y tan elevada rentabilidad potencial, lo que ha hecho que las valoraciones se incrementasen de forma exagerada y que muchas familias se endeudasen utilizando como garant¨ªa las mismas acciones que compraban en Bolsa de estas compa?¨ªas. Una nueva correcci¨®n, si fuera fuerte, podr¨ªa hacer que muchas de dichas familias tuvieran que vender parte de sus acciones para hacer frente a mayores garant¨ªas bancarias ante la ca¨ªda del valor de las acciones utilizadas como colateral y provocar una ca¨ªda mucho mayor de la inicial y, finalmente, desencadenar un p¨¢nico burs¨¢til.
De ah¨ª que las recientes recomendaciones de la Organizaci¨®n Internacional de Comisiones de Valores (IOSCO) insistan en que los peque?os inversores en Bolsa en estas compa?¨ªas deben saber, a trav¨¦s de sus folletos, qu¨¦ porcentaje del capital de la empresa est¨¢ colocado en Bolsa; si va a hacer nuevas emisiones y qu¨¦ efectos de diluci¨®n van a tener sobre lo que han comprado; si los gestores, que son la base del negocio, pueden vender sus acciones y salirse en cualquier momento o tienen una limitaci¨®n tempotal para hacerlo; si cuentan con stock options (opciones sobre acciones) y cu¨¢l es su cuant¨ªa, su efecto dilutivo, sus precios de adquisici¨®n y sus plazos para ejercitarlas, y si tienen que mantener las acciones durante varios a?os o no. Tienen que ser conscientes asimismo del periodo en el que su financiaci¨®n est¨¢ asegurada y de c¨®mo una subida del coste del dinero puede afectar a su valor presente.
Creo que estas recomendaciones son un gran acierto y muy necesarias en el momento presente.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Po1icy Research (CEPR).
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