ESTA SEMANA Servidumbre militar en Andaluc¨ªa
La situaci¨®n geoestrat¨¦gica de Andaluc¨ªa le hace soportar una servidumbre militar bien clara por la que, adem¨¢s, recibe poco a cambio. Este asunto pas¨® de convertirse a?os atr¨¢s en una reclamaci¨®n global ante Madrid por parte de los grandes partidos pol¨ªticos, a un mercadeo en solitario de los ayuntamientos con el Ministerio de Defensa que, al final, hace ping¨¹es negocios con los cuarteles en desuso sin que las ciudades en las que han estado asentadas estas instalaciones militares sean las verdaderamente beneficiadas.En la ¨¦poca de Narc¨ªs Serra como ministro de Defensa, tal pr¨¢ctica le cost¨® que los grupos de la oposici¨®n le tachasen de especulador urban¨ªstico. Ahora, este departamento sigue actuando igual sin que Andaluc¨ªa obtenga ventajas evidentes, sino todo lo contrario: perjuicios y hasta desamparos por dicha servidumbre militar. As¨ª ocurre, ¨²ltimamente, con el incidente del submarino nuclear brit¨¢nico Tireless. Atracado en los muelles de Gibraltar por una aver¨ªa que le supuso p¨¦rdida de agua radiactiva en plena navegaci¨®n por el Mediterr¨¢neo, va a ser reparado all¨ª mismo, sin que existan los medios t¨¦cnicos adecuados que garanticen la seguridad necesaria para llevar a cabo una operaci¨®n de esta envergadura, tal y como denuncian las propias autoridades del Pe?¨®n.
La inquietud es tal que vecinos de uno y otro lado de la verja se echar¨¢n a la calle en manifestaci¨®n el pr¨®ximo mi¨¦rcoles, un d¨ªa antes de que se inicie la reparaci¨®n ordenada por el Gobierno de Gran Breta?a, que ha desistido de remolcar el sumergible hasta la base de Davenport. Ni siquiera la afamada amistad del presidente del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, con el primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, va a servir para salvar a Andaluc¨ªa de este mal trago. El asunto resulta lo suficientemente inquietante como para que hubiera una respuesta, cuanto menos, tranquilizadora, del Ejecutivo espa?ol, cuando no de protesta para evitar que esta actuaci¨®n de alto riesgo se haga aqu¨ª mismo. As¨ª las cosas, cabe preguntarse si esta actitud pasiva y complaciente la hubiese mantenido si el submarino nuclear hubiera recalado en aguas pr¨®ximas a Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco.
A prop¨®sito de Catalu?a, aquellos que a¨²n se preguntan cu¨¢l va a ser la relaci¨®n del Gobierno central con la Junta de Andaluc¨ªa en esta nueva legislatura no tienen m¨¢s que observar la decisi¨®n que ya han adoptado con respecto a la tierra de Jordi Pujol. Lo ha anunciado el vicepresidente primero, Mariano Rajoy, quien ha dado tinte oficial a este aut¨¦ntico atropello: el Gobierno quiere que su interlocutor en Catalu?a sea el PP. No la Generalitat, que representa a todos los catalanes sin distinci¨®n, sino una fuerza pol¨ªtica determinada, del mismo color que el Ejecutivo central.
De modo que el camino ya est¨¢ trazado. S¨®lo es cuesti¨®n de comprobar cu¨¢ndo se atrever¨¢n con Andaluc¨ªa, aunque parece que no ser¨¢ muy tarde porque ya comienza a reflotarse de nuevo el concepto del enfrentamiento, como el primer signo de lo que luego har¨¢n, que no es otra cosa que obviar a la Junta y establecer su relaci¨®n con la comunidad aut¨®noma andaluza a trav¨¦s del PP.
Si no han comenzado antes, a lo mejor, es porque est¨¢n a la espera de que se resuelva el problema de liderazgo surgido en el seno de los populares entre la presidenta regional, Te¨®fila Mart¨ªnez, y la ministra de Sanidad, Celia Villalobos, seg¨²n la tesis planteada, desde luego que con aviesa intenci¨®n, por el consejero de la Presidencia, Gaspar Zarr¨ªas.
Lo cierto es que tambi¨¦n el PP andaluz est¨¢ inmerso en un proceso precongresual en el que salen a flote diferencias internas. No va a ser siempre el PSOE el que protagonice ante los medios informativos sus incidencias. La direcci¨®n popular, sin embargo, sigue el proceso con serenidad. S¨®lo hay visos de preocupaci¨®n por los derroteros que alcance la disputa en el caso del PP de Huelva. Pero ni en Granada ni en M¨¢laga, donde Villalobos encabeza una descarada operaci¨®n de asalto, se dan las circunstancias necesarias como para perturbar m¨¢s de lo normal a los actuales dirigentes.
ANTONIO Y?LAMO
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