Ense?anza de la historia y pol¨ªtica
El debate abierto en los ¨²ltimos d¨ªas relativo a la ense?anza de la historia en la educaci¨®n primaria y secundaria ha despertado el inter¨¦s de una buena parte de la sociedad. En mi caso, me he visto implicado por dos distintas v¨ªas. Una, como historiador que ha elaborado materiales para la ense?anza de esta asignatura y que, por tanto, est¨¢ preocupado por ella. Y otra, por haber visto incluido uno de mis trabajos entre las denostadas obras que constituyen un "arma de construcci¨®n nacional", afirmaci¨®n que ¨²nicamente puede conducir a la risa a cualquier persona que me conozca y haya le¨ªdo mis trabajos.En este debate se han reunido dos cuestiones que deber¨ªan tratarse de un modo separado. Por una parte, la situaci¨®n de crispaci¨®n pol¨ªtica y de amenazas que se vive en el Pa¨ªs Vasco. Y por otra, el debate propiamente acad¨¦mico en relaci¨®n a qu¨¦ historia ense?ar y c¨®mo ense?arla.
La primera cuesti¨®n ha proporcionado tintes pol¨ªticos a un debate acad¨¦mico, con lo que las posibilidades de alcanzar un resultado positivo ser¨¢n muy escasas. Por ello, los profesionales de la Historia debemos escapar de esto y buscar una respuesta a las preguntas en relaci¨®n con la ense?anza de nuestra disciplina.
El debate que ha abierto la Academia de la Historia podr¨ªa haber dado paso a una discusi¨®n serena sobre esta cuesti¨®n, pero la metodolog¨ªa empleada, todav¨ªa no aclarada, y las generalizaciones gratuitas han llevado esta propuesta a un callej¨®n sin salida.
En relaci¨®n con esta cuesti¨®n, resulta sorprendente que se ignore, tanto por la Academia como por la mayor parte de los participantes en este discutido debate, las discusiones profesionales que se han llevado a cabo en los ¨²ltimos a?os. Entre ellas cabe destacar el seminario celebrado por la Asociaci¨®n de Historia Contempor¨¢nea en Vitoria, en 1998, donde se debatieron ampliamente estos problemas.
Para llevar a buen t¨¦rmino cualquier proyecto de reforma de las humanidades ser¨ªa interesante recuperar lo que de positivo tuvo la Comisi¨®n D¨ªaz-Ambrona, en la que participaron todas las administraciones con competencia en este ¨¢mbito, buscando un acuerdo en el que se conjugasen las distintas perspectivas existentes en la actualidad. Pero, previamente a la discusi¨®n de esta comisi¨®n pol¨ªtico-administrativa, ser¨ªa conveniente elaborar un documento acad¨¦mico en el que basar sus trabajos y donde colaborasen los profesionales de la universidad y y de las las ense?anzas medias.
?stos deber¨ªan ser representativos de las diferentes visiones de la historia existentes y sensibles a la realidad plural de Espa?a. Obviamente, algo diferente a la Academia de la Historia que, dados el procedimiento de selecci¨®n de sus miembros y las caducas condiciones para formar parte de ella, no representa, en absoluto, la vitalidad de la historiograf¨ªa espa?ola. Como punto de partida, creo que resultar¨¢ aceptable para la mayor¨ªa de los profesionales una visi¨®n de la historia en la que se conjuguen los niveles local-regional, espa?ol y europeo. Creo que esta es la realidad que se refleja en buena parte de los textos y de los centros de ense?anza, a pesar de los ejemplos, muy repetidos por cierto, de localismo exagerado.
En todo caso, considero que la acci¨®n legislativa y reguladora debe detenerse en los principios generales y conceder una amplia libertad a los docentes para elegir c¨®mo y qu¨¦ ense?ar. La necesidad de elaborar unas normas o programas detallados muestra una tremenda desconfianza en los profesionales y, en definitiva, en los titulados que forma la universidad en Espa?a.
El objetivo ¨²ltimo de esta labor ser¨ªa presentar la ense?anza de la historia como una herramienta para que los ciudadanos y ciudadanas seamos capaces de entender la sociedad en la que vivimos, tratando de evitar adoctrinamientos nacionales y el fomento del racismo. Pero no s¨®lo en el Pa¨ªs Vasco, Catalu?a y Galicia, tambi¨¦n en El Ejido.
Mikel Urquijo es profesor titular de Historia Contempor¨¢nea de la UPV-EHU
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