El sue?o andaluz
Una de las ventajas del incipiente nacionalismo surgido alrededor del Estado de las Autonom¨ªas consiste en disponer de un aluvi¨®n de informaciones, muchas de ellas de ¨ªndole misteriosa, relativa a nuestros h¨¢bitos y s¨®lo a nuestros h¨¢bitos. Este car¨¢cter exclusivo o estanco de los resultados estad¨ªsticos va creando insensiblemente una sensaci¨®n de patria o fraternidad entre todas las cabezas que formamos parte de tal ganader¨ªa.Los andaluces, por ejemplo, respecto a otros pueblos o nacionalidades, podemos presumir de ensopar m¨¢s aceite puro de oliva en la ensalada o de disponer de horas de sol por encima del promedio. Las estad¨ªsticas en realidad valoran todo, desde la duraci¨®n de la vida, el calibre del dolor o los minutos de arrobo ante La Luna, pero esa suma de coincidencias -l¨ªricas y absurdas, m¨¦dicas y alimenticias- acaban esculpiendo una quimera nacional que nos dota de una complicidad un poco nebulosa, pero reconfortante.
La Fundaci¨®n Kovacs, por encargo de una marca de colchones, ha descubierto, tras un sesudo estudio, un enigma in¨¦dito en nuestro mapa nacional: la forma de tendernos en la cama para dormir. El asunto no es balad¨ª. Marcel Proust escribi¨® que muchos hijos son fruto de malas posturas en el lecho, pero esta cita tenida por universal pierde sentido, salvo el puramente literario, cuando sabemos que cada comunidad, quiz¨¢ cada condado o comarca, tiene un estilo propio, vinculado a una manera natural de ser que, a su vez, fructifica en un modo espec¨ªfico de estar. Todo muy en la l¨ªnea de la filosof¨ªa heideggeriana, como se puede apreciar.
Los andaluces, si creemos los datos del estudio, somos un pueblo formado por un 80% de cuerpos yacentes que duermen de lado, y de un 20% que descansa boca arriba que, como se sabe por el dicho de las cartas, es la postura correcta y sincera.
Pero un estudio aut¨¦ntico no se queda tan s¨®lo en los aspectos evidentes sino que revela datos de las zonas m¨¢s oscuras, de los pliegues privados del alma. No puedo escribir aqu¨ª sin notar cierto pudor que a los andaluces nos duran los colchones catorce a?os, cuatro a?os m¨¢s que al com¨²n de Espa?a. La diferencia parece escasa pero imaginenemos por un momento que no somos andaluces, sino la base inferior, colchones de andaluces, y que a causa del destino nacional de nuestros amos hemos de soportar cuatro a?os suplementarios de sue?os, de embates amorosos, cuatro interminables a?os de sudor, de manchas misteriosas, de olor a sue?o, de saliva y de muerte, cuatro a?os resisitiendo el peso de unos cuerpos que se empe?an err¨®neamente en dormir de costado o boca abajo.
Pero a¨²n m¨¢s terrible es saber que el 11% duerme con los pies fuera de la cama, quiz¨¢ porque a¨²n descansan, por culpa de la pobreza, en una litera heredada, o porque a causa de un rubor cong¨¦nito que ha modelado sus vidas transpiran demasiado.
?Qu¨¦ raro, pese a los mensajes festivos que transmite la Consejer¨ªa de Turismo y Deportes, sentirse andaluz, y peregrinar, hablar o beber como tal! ?Qu¨¦ esfuerzo dormir como andaluces!
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