El empleo que se crea
Despu¨¦s de la ¨²ltima recesi¨®n econ¨®mica, que hasta que toc¨® fondo en 1994 nos situ¨® en los niveles m¨¢s altos de desempleo alcanzados, Espa?a ha vuelto a recuperar la senda del crecimiento econ¨®mico y la creaci¨®n de empleo. Las afirmaciones que estamos acostumbrados a o¨ªr ¨²ltimamente seg¨²n las cuales gracias al actual gobierno all¨¢ donde se destru¨ªa empleo, se ha empezado a crear, no responden a la realidad de las cifras. El crecimiento econ¨®mico y el empleo empezaron antes. Si en 1994 terminamos el a?o con un total de personas ocupadas de 11.770.040; al final de 1995 ya eran 12.142.660, que siguieron creciendo tambi¨¦n en 1996 y en los a?os sucesivos ya con el gobierno del PP, acompa?ando al crecimiento de la econom¨ªa, llegando a ser en el primer trimestre del 2000 m¨¢s de 14,2 millones de personas ocupadas, de acuerdo con la Encuesta de Poblaci¨®n Activa, que, durante este periodo, ha variado al menos dos veces su forma de elaboraci¨®n para recoger de una forma mas fidedigna las cifras de la poblaci¨®n ocupada y parada espa?ola.El objeto del art¨ªculo no es criticar la reforma de la encuesta, aunque es necesario alertar sobre la dificultad de comparar las cifras de los ¨²ltimos a?os con los anteriores, aun cuando estos ¨²ltimos pudieran acercarse mas a la realidad. El objeto real es poner de manifiesto el elevado grado de trabajo temporal que existe en Espa?a y que sigue existiendo a pesar del largo periodo de crecimiento econ¨®mico que vivimos, con lo cual, las apelaciones a la incertidumbre econ¨®mica para justificar la temporalidad en la contrataci¨®n no tienen demasiado sentido ya. Hay por supuesto otras incertidumbres para las empresas que no se derivan de la situaci¨®n econ¨®mica general, pero ¨¦stas est¨¢n presentes en casi todos los pa¨ªses por igual y en cambio no han llevado, ni de lejos, a las altas de contrataci¨®n temporal espa?ola.
Si nos comparamos con algunos pa¨ªses de nuestro entorno, entenderemos mejor la magnitud del problema de inseguridad que viven nuestros trabajadores. Seg¨²n la Encuesta sobre las fuerzas de trabajo de 1998 realizada por Eurostat, las tasas de temporalidad en la Uni¨®n Europea son: Espa?a (32,9), Portugal (17,3), Francia (13,9), Alemania (12,3), Irlanda (9,4), Italia (8,6), Reino Unido ( 7,1) y, en el total de Europa de los 15 (12,8).
Suele decirse con frecuencia que la temporalidad espa?ola tiene dos causas que la justifica: una ser¨ªa la alta estacionalidad de nuestras actividades tradicionales, como el turismo o la agricultura y la otra, el elevado coste del despido improcedente en Espa?a, lo que impedir¨ªa a las empresas ajustar sus plantillas cuando vienen malos tiempos, ya sea en la econom¨ªa en general o para la producci¨®n concreta de la empresa. Aunque las dos causas haya que tenerlas en cuenta, ninguna de las dos justifica la elevada temporalidad en relaci¨®n con pa¨ªses que tienen una estructura similar. En el primer caso, porque para el conjunto de sectores espa?oles la oscilaci¨®n debida a la estacionalidad no supera el 10% anual y adem¨¢s, porque en algunos de esos casos, los trabajadores ser¨ªan legalmente fijos discontinuos y no temporales. En el caso de los altos costes del despido, hay que decir que los nuevos contratos estables que se aplican desde Mayo de 1997, gobernando el PP, tienen un coste de despido menor y no han supuesto ninguna modificaci¨®n sustancial en la contrataci¨®n temporal. Lo que s¨ª ha cambiado es que, al ser estos contratos subvencionados -227 mil millones en 1999, pagados con cotizaciones sociales y no con fondos generales- hubo numerosas transformaciones de contratos temporales al nuevo tipo de contratos fijos, pero no descendi¨® significativamente la contrataci¨®n temporal. (En el cuarto trimestre de 1999, en la Comunidad Valenciana, los contratos temporales supon¨ªan el 37%, muy por encima de la media espa?ola).
Por otra parte, en la ¨²ltima crisis se destruyeron fundamentalmente contratos fijos y no temporales, que eran los que supuestamente hab¨ªan de servir para dar flexibilidad a las empresas en momentos de debilidad de la demanda. El coste del despido no supuso ning¨²n impedimento para esta actuaci¨®n.
Las consecuencias de esta situaci¨®n son muy claras: en primer lugar est¨¢ la inseguridad con que viven muchos trabajadores, no solo j¨®venes, a quienes se les repite sistem¨¢ticamente los contratos temporales y no pueden planificar sus vidas con un m¨ªnimo de estabilidad. Pero el problema para los trabajadores no es el ¨²nico. Las empresas tienen un problema muy serio cuando acuden tan sistem¨¢ticamente a la contrataci¨®n temporal y es que la calidad se resiente porque la temporalidad impide la adecuada preparaci¨®n. Mientras existe un gran numero de parados es posible recurrir a trabajadores ya formados, pero a estas alturas ya no. A esto se debe en alta medida la alta siniestralidad, la mayor de Europa junto con la temporalidad. Mientras exista tanta inestabilidad en el puesto de trabajo, las medidas legales que se tomen para justificar que se lucha contra los accidentes laborales no mejoraran sustancialmente la situaci¨®n.
Cierto que las causas de la temporalidad son m¨²ltiples, pero dado que ahora tenemos un crecimiento econ¨®mico sostenido, el actual Gobierno, ya sea el central o el de la Generalidad, deber¨ªa hacer algo mas, como algo m¨¢s deber¨ªan hacer las empresas si quieren mejorar su competitividad. Estas ¨²ltimas deber¨ªan considerar al trabajador como un activo de la empresa y no como un coste a minimizar. Las administraciones por su parte deber¨ªan vigilar el que las justificaciones de los contratos temporales fueran ciertas y ayudar a mejorar la competitividad de las empresas potenciando sustancialmente la formaci¨®n y la investigaci¨®n, en especial dotando de mas recursos a nuestras universidades, adem¨¢s de potenciar un cambio de mentalidad en la gesti¨®n del personal, que nuestro Gobierno supuestamente centrista, no propicia.
El agotamiento del actual modelo de competir es evidente en una sociedad cada vez mas exigente y con un consumidor cada vez mas informado y se pone de manifiesto en el auge de las importaciones cada vez que se produce una etapa de crecimiento.
Joan Lerma es ex presidente de la Generalitat Valenciana.
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