El 14 de julio de Txente Garc¨ªa Acosta
El ciclista navarro conquista en Draguignan la etapa del d¨ªa nacional franc¨¦s
A ocho kil¨®metros de la llegada, Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri pidi¨® permiso para adelantar a los otros escapados y ponerse a rueda de Txente Garc¨ªa Acosta. Alegre, hizo sonar la bocina de su Fiat Marea cuando adelant¨®, de paso, al coche de Jean Marie Leblanc, el director del Tour. Sentado en una plaza trasera del Lancia viajaba F¨¦lix Levitan, nonagenario ex director del Tour. Hombre fuerte del Tour tantas d¨¦cadas. "Es hermoso", se dijo el director del Banesto. "Esta victoria es un regalo para ti, Levitan, que tanto nos apoyaste cuando Perico". Este hecho, esta coincidencia excepcional, s¨®lo posible en una prueba como el Tour, en una carrera en la que la historia multiplica por 100 el valor de cada gesto, fue uno de los momentos m¨¢s intensos de la etapa de Txente, de su victoria. S¨®lo uno de ellos en un d¨ªa verdaderamente excepcional.Verdaderamente excepcional es de verdad Txente Garc¨ªa Acosta, el ciclista navarro que ayer, 14 de julio, fiesta nacional francesa, y luciendo el dorsal 14, consigui¨®, por fin, la victoria que el Tour le deb¨ªa. No hay ciclista como ¨¦l en Espa?a. Fuerte como un mulo. Moral siempre en alto. Optimista. Y con una sabidur¨ªa ciclista que su mirada franca, su aparente ingenuidad, esconden obstinadamente. Es un especialista. Si fuera belga ser¨ªa clasic¨®mano, hombre resistente, sin miedo al fr¨ªo, a las ca¨ªdas, al esfuerzo exagerado. Es navarro. Est¨¢ en el Banesto. Es, pues, un hombre Tour, un hombre Tour a su manera. Obstinado y tenaz. Fuerte e intuitivo. Un especialista en cortes, en fugas lejanas. Junto a Arrieta es el hombre del corte en el equipo. Veterano en la ciencia de dar siempre con la fuga que llegar¨¢ a meta.
El d¨ªa tricolor. Blanco, azul, rojo. El d¨ªa de los franceses. Didier Rous, un franc¨¦s tenaz, fue el primero que logr¨® irse solo. Detr¨¢s de ¨¦l se forma enseguida un grupo de 12. Txente coge el tren a ¨²ltima hora. No hay fuga sin su Banesto dentro, se dice. Sin Txente o Arri, m¨¢s bien. Con ¨¦l iban americanos, belgas, italianos y holandeses. Y tambi¨¦n seis franceses. Era su d¨ªa. Ten¨ªa que ser su d¨ªa. El recorrido y el calor no eran malos aliados para Txente. Un trazado de sube y baja. Sin rectas ni llanos. Repechos y cuestas. Y algo de viento. El navarro se siente a gusto. Las piernas le giran sin dolor. Nada de franceses. Iba a ser su d¨ªa.
Txente es el jefe de la banda. Conoce a todos y todos saben qui¨¦n es. Sabe analizar y ver c¨®mo anda cada uno. Est¨¢ gozando de su especialidad. Tiene fuerzas y est¨¢ en el Tour. No puede desear m¨¢s. En los repechos ve la agilidad de cada uno, oye qui¨¦n resopla y qui¨¦n responde ligero. Si quiere ganar, ¨¦l, que no es el rey de los r¨¢pidos, necesita llegar solo. Tendr¨¢ que deshacerse de los compa?eros antes de enfilar los bulevares floridos de Draguignan. En su cabeza da vueltas un plan. Llegado uno de los incontables repechos, Txente baja la cabeza, alarga el culo y, pura potencia (?Qu¨¦ muslos, qu¨¦ cuartos traseros!) destroza a la docena. Le aguantan el demarraje un par de ellos, dos franceses, Nicol¨¢s Jalabert, el hermano peque?o de Laurent, y Pascal Herv¨¦, el corredor m¨¢s querido por los franceses. Primera parte del plan, perfecta.
El hermano Jalabert es el m¨¢s peligroso para Txente. Herv¨¦, laborioso, tiene menos chispa. En los repechos tira disciplinado, pero es un diesel que poco a poco va perdiendo revoluciones. ?ltima cota de cuarta: Jalabert ataca al pobre Herv¨¦; Txente, sobrado, sale desde atr¨¢s e intenta remachar el clavo. La voz de Ech¨¢varri le resuena en el auricular: "Olv¨ªdate del m¨¢s flojo, no pienses en Herv¨¦". El Banesto conoce el recorrido. Lafargue, uno de los t¨¦cnicos, ha ido por delante con el coche, y avisa de repechos y vientos. Faltan 13 kil¨®metros. Se acercan los coches a dar agua a los chicos. Ante ellos, un buen repecho. "?sta es la ¨²ltima cuesta antes de la meta", le recuerda Ech¨¢varri. "Despu¨¦s todo es cuesta abajo y el viento da de espaldas. As¨ª que...". Txente no necesitaba tanta instrucci¨®n. Ya sab¨ªa d¨®nde le tocaba atacar. A 12 kil¨®metros se siente morir sobre la bicicleta. "No mires atr¨¢s", le vocea Ech¨¢varri. "No mires atr¨¢s. Sigue. Sigue. Herv¨¦ ya ha cedido. Sigue. Jalabert tambi¨¦n se ha sentado". Por primera vez en su vida, Txente no mira atr¨¢s. Hace un tremendo sprint de 500 metros. Una cuesta que se traga. Una cuesta mortal para sus acompa?antes. El resto, en efecto, es descenso. Y viento alegre y fresco en la espalda. Y una vez m¨¢s, Ech¨¢varri en la oreja. Es el ¨²ltimo kil¨®metro, las calles de Draguignan, encima de la Costa Azul. "Ahora, Txente", le dice su director, "disfruta. Rel¨¢jate. Ya no te van a coger. Graba en tu memoria cada detalle porque, estoy seguro, ¨¦ste ser¨¢ uno de los momentos m¨¢s hermosos de tu vida". Txente, m¨¢s feliz que nunca, gan¨® la etapa. La primera etapa del Banesto en el Tour desde la contrarreloj de Olano en la Disneylandia del 97. "Un poco nuestra especialidad de antes", rememora Ech¨¢varri. "Ya ganamos con Chozas un 14 de julio. Fue en Aurillac, en 1985". Una victoria que no salva el Tour pero que alegra los corazones.
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