Todo por hacer
Nunca en la historia del socialismo espa?ol se hab¨ªa visto nada igual: a menos de una semana de la apertura de su 35? congreso, el PSOE no sabe c¨®mo elegir a su secretario general ni a su comisi¨®n ejecutiva. La cosa es tanto m¨¢s sorprendente si se recuerda que este partido lleva 120 a?os eligiendo secretarios generales (o presidentes, como se les llamaba antes de la guerra) y comisiones ejecutivas por los m¨¢s diversos procedimientos y con resultados para todos los gustos, desde el triunfo muy ajustado de Largo Caballero sobre Juli¨¢n Besteiro en el congreso de 1932, hasta los apabullantes porcentajes obtenidos por Felipe Gonz¨¢lez como candidato indiscutible y solitario en los a?os ochenta.
Son tiempos pasados. En los actuales no vale ya ni el l¨ªder que se impone con s¨®lo decir aqu¨ª estoy yo y que luego llama desde arriba a quien quiere para componer una candidatura oficial que los delegados ratifican m¨¢s que eligen; ni vale tampoco la integraci¨®n desde abajo, posibilitada por candidaturas abiertas y decidida por el voto de los delegados, que eligen a uno de aqu¨ª y a otro de all¨¢, como se hac¨ªa antes. La experiencia del pasado no sirve para guiar el futuro, lo cual no tendr¨ªa mayor importancia si no fuera porque tampoco sirven los estatutos vigentes, que disponen la elecci¨®n de toda la ejecutiva por mayor¨ªa simple, procedimiento m¨¢s que arriesgado si nada impide que pueda presentarse un n¨²mero ilimitado de candidatos.
Cuando las reglas no valen nada y la direcci¨®n brilla por su ausencia, suena la hora de las facciones, si las hubiera, o de los candidatos que nada tienen que perder y se disponen al combate para abrir la cuenta de sus apoyos. Una mezcla de estos dos fen¨®menos es lo que estamos presenciando: la facci¨®n guerrista, marginada de anteriores combinaciones, ha cerrado filas en torno a una candidata que puede recoger un tercio de votos con objeto de forzar su presencia en cualquier combinaci¨®n futura; enfrente, rota y desmoralizada la facci¨®n mayoritaria, conocida en los ¨²ltimos a?os como el aparato, han surgido varios candidatos sostenidos, sobre todo en su propia sombra.
Era algo tan elemental, tan de libro, que sorprende que quienes idearon este embrollo no hubieran previsto c¨®mo salir de ¨¦l. Haciendo almoneda de los estatutos e indecisa sobre el procedimiento electoral, la comisi¨®n pol¨ªtica ha alentado la presencia de aspirantes que, una vez realizado el gasto, se ven forzados por la carrerilla tomada al salir o por las palmadas recibidas durante el trayecto, a llegar hasta la meta. En otras palabras, la gestora ha fomentado una competici¨®n carente de sustancia pol¨ªtica, pero rebosante de luchas por parcelas de poder; el tipo de competici¨®n que apasiona a los jugadores pero que aburre a los espectadores.
?Qu¨¦ puede pasar? Si el congreso se atuviera a los actuales estatutos, con la elecci¨®n por mayor¨ªa simple y sin segunda vuelta, cualquier cosa, incluso que se arme un guirigay del que no pueda salir nada... excepto la convocatoria de un congreso extraordinario o la aparici¨®n in extremis de alguien con arrestos suficientes para recoger el cetro del suelo, seg¨²n la imagen evocada por Alfonso Guerra en la crisis de 1979. Pero si los delegados deciden que los estatutos no sirven para el caso actual e introducen alg¨²n procedimiento in¨¦dito, entonces todo depender¨¢ de la norma electoral finalmente adoptada. Como la hip¨®tesis de atenerse a los estatutos est¨¢ desechada, la gran batalla se librar¨¢ por las normas: el primer d¨ªa del congreso ser¨¢ m¨¢s importante saber c¨®mo se va a elegir que decidir a qui¨¦n se va a votar.
Que la primera y principal batalla se vaya a librar en torno a cuestiones de procedimiento constituye la mejor par¨¢bola de lo ocurrido en el PSOE durante los ¨²ltimos a?os: una permanente improvisaci¨®n que afecta a personas, pol¨ªticas y estatutos. As¨ª que todo est¨¢ por hacer: tal es la situaci¨®n, penosa o excitante, seg¨²n se mire, que el partido socialista debe afrontar esta semana.
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