La PSV
No se trata de las siglas de un partido pol¨ªtico. Son las iniciales de Poder, Sexo y Violencia, los tres grandes problemas que tenemos que resolver en este pr¨®ximo siglo, seg¨²n afirman algunos analistas de nuestras sociedades. Y, adem¨¢s, aseguran que esta trilog¨ªa tiene ra¨ªces comunes.Cada d¨ªa asistimos a un nuevo hecho de violencia dom¨¦stica. Hace poco, el fiscal jefe de la Comunidad Valenciana comentaba que, seg¨²n las estad¨ªsticas, hay m¨¢s violencia en el matrimonio que en las parejas de hecho. Vamos, que uno ya no sabe qu¨¦ hacer, si formalizar nuestras relaciones personales, por lo de ?lvaro del Manzano y Fraga o, por el contrario, huir despavoridos en defensa propia.
D¨¢ndole vueltas al tema y haciendo caso omiso de las sentencias lac¨®nicas de unos y otros, nos encontramos con una interpretaci¨®n curiosa que circula actualmente por los ¨¢mbitos de la cultura. No resisto la tentaci¨®n de comentarla.
Cuenta esa teor¨ªa que poder, sexo y violencia son los tres temas que han dominado todo el siglo XX. Que los tres hechos est¨¢n relacionados. Mas a¨²n, su relaci¨®n no tiene nada que ver ni con las parejas de hecho ni con el matrimonio, sino con la necesidad desmedida que tienen algunas personas, sean hombres o mujeres, de controlar, manipular e influir en la mente y vida de la gente que les rodea.
Lo de la violencia es evidente, es el intento de control f¨ªsico y agresivo. En el siglo XX hemos pasado por dos guerras mundiales y la amenaza de una tercera, por guerras civiles, por las coloniales y ¨¦tnicas, por guerras de liberaci¨®n nacional. Adem¨¢s, la tan temida tercera guerra mundial se nos ha diluido en guerras locales pero en paralelo, que es como hacer la tercera pero disimulando, sin mencionarla, a la chita callando.
Lo del sexo es m¨¢s curioso, pero sigue siendo control y dominio. Desde que Freud denunciara la hipocres¨ªa burguesa de la ¨¦poca victoriana, hemos logrado construir otras formas de vivirlo. Hemos pasado del sexo como represi¨®n al sexo como realizaci¨®n y satisfacci¨®n personal, del sexo para perpetuar la especie, al sexo sin funci¨®n creadora, intrascendente. Y al perder su funci¨®n natural se le otorga una nueva funci¨®n social: la diferenciaci¨®n de las personas. El sexo como g¨¦nero, es decir, para distinguir unos roles o papeles (hombre) de otros (mujer) en su actividad y funci¨®n social, intentando dominar as¨ª unos a otros.
Lo del poder es un viejo y conocido asunto, el m¨¢s claramente relacionado con el control de los dem¨¢s. Los ambientalistas y las feministas repiten continuamente eso de que el poder ha existido siempre, aunque no de la misma manera. Cuentan que el grave error de nuestras sociedades es pensar que el poder es inevitable, que siempre habr¨¢ unos que se creen con derecho a mandar y dirigir la vida de los dem¨¢s. Argumentan hist¨®ricamente que hubo un tiempo donde el poder se utilizaba para dar y no para quitar, para engrandecer al otro (persona o pueblo) en vez de empeque?ecerlo hasta aniquilarlo. Y llegan a decir que la mujer sabe mucho de eso. Su poder de dar vida le ha ense?ado otras formas posibles de entenderse con los dem¨¢s; por eso en los tiempos actuales est¨¢ m¨¢s preparada que el hombre. Su experiencia del poder le ha dado la habilidad de saber negociar y dialogar mejor. Claro que ahora ya no se limita a dar vida, no es suficiente. Debe ser por eso del sexo convertido en g¨¦nero.
Seg¨²n parece, los humanos se diferencian en su necesidad de influir en los otros. Algunos tienen un alto motivo de poder, les apremia sentir que influyen y orientan las vidas de los dem¨¢s. Existe un componente de satisfacci¨®n en ello, como tambi¨¦n existe en el sexo y la acci¨®n de violentar al otro. Don Juan Tenorio es violento, le gusta el poder y utiliza el sexo. Todo con tal de influir en los dem¨¢s.
A veces hacen carrera pol¨ªtica para cumplir esa necesidad, una forma socialmente aceptable de conseguir la meta. Otros, a los que la pol¨ªtica no les llama la atenci¨®n, pueden alcanzar el objetivo buscando poder econ¨®mico, un tipo muy frecuente en los tiempos actuales. Y otros buscan una persona sumisa y dependiente, que les permita colmar sus pretensiones de poder y control.
Pues bien, la teor¨ªa que les cuento significa toda una insurrecci¨®n para las pol¨ªticas sociales de los gobiernos. En primer lugar, porque se quedan peque?as esas pol¨ªticas sociales orientadas hacia la violencia dom¨¦stica. La teor¨ªa apunta a que el problema es m¨¢s amplio, m¨¢s general, algo que tiene que ver con las personas, sean hombres o mujeres, que est¨¢n acostumbradas a pensar que es importante influir y dominar a los dem¨¢s.
Pero, adem¨¢s, esta teor¨ªa es toda una tentaci¨®n para el an¨¢lisis del liderazgo pol¨ªtico. Aquellos pol¨ªticos que tienen un alto motivo de poder, que no les resulta suficiente con el mero ¨¦xito, sino que necesitan la capacidad de influir y controlar ?tambi¨¦n manifiestan ciertas tendencias violentas y de dominio sexual?
La pregunta inevitable es ?qu¨¦ hacen estos pol¨ªticos cuando no consiguen alcanzar estas metas de poder? Puede ser que abandonen la carrera pol¨ªtica y que busquen mejor fortuna en otros escenarios ?Es el caso de Pimentel, Romero o de Borrell?. Pero puede ser que persistan, la mayor¨ªa de ellos lo hacen ?Es el caso de algunos l¨ªderes del PSOE o del PNV? Quiz¨¢ habr¨ªa que saber algo m¨¢s de las caracter¨ªsticas y el estilo de la mujer que les acompa?a en su vida. No es ganas de molestar a nuestros pol¨ªticos, simplemente es que se trata de un indicador importante de sus caracter¨ªsticas de dominio. Sin embargo, en nuestra cultura pol¨ªtica, poco se puede hacer. Las p¨¢ginas Web de nuestros l¨ªderes simplemente las ignoran. Echando mano del refranero, resulta que va a ser cierto eso de que detr¨¢s de un gran hombre, siempre hay una gran mujer o, mejor todav¨ªa, lo que hay es el intento de dominar a una gran mujer.
Si la teor¨ªa no es desacertada, ser¨ªa recomendable interpretar las conductas de nuestros pol¨ªticos en un marco m¨¢s amplio que la mera agenda pol¨ªtica convencional. Y si como dice la teor¨ªa, la relaci¨®n de los tres hechos se produce tanto en lo colectivo y p¨²blico, como en lo individual y privado, quiz¨¢ ser¨ªa recomendable entender que la violencia interpersonal es una combinaci¨®n de las caracter¨ªsticas de unas personas con las caracter¨ªsticas de otras. Al menos as¨ª, evitar¨ªamos demonizar a unos y victimizar a otros, sean pol¨ªticos o ciudadanos.
Al margen de la curiosa teor¨ªa que les he contado, lo cierto es que en el siglo XXI tendremos que dar respuesta a estos tres problemas.
Adela Garz¨®n es directora de la revista Psicolog¨ªa Pol¨ªtica.
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