Compartir la mirada
Con Jos¨¦ ?ngel compart¨ª proyectos -el mejor, el haber contado con su amistad-, realizamos juntos libros de im¨¢genes y poemas: Cabo de Gata. La memoria y la luz, Las ¨ªnsulas extra?as. Lugares andaluces de Juan de la Cruz y un tercero, a¨²n no editado. No le gustaba escribir en diferido sobre una imagen; es decir, con las fotos que sobre la mesa le dejaba el fot¨®grafo. No; ¨¦l quer¨ªa participar del acto fotogr¨¢fico, compartir la mirada, estar en directo en el escenario, analizarlo minuciosamente. Recuerdo los paseos entre las ruinas del Higo Seco (N¨ªjar, Almer¨ªa): mientras disparaba la c¨¢mara tomaba notas constantemente en un bloc; parec¨ªa como ausente (casi ido, como los m¨ªsticos). All¨ª escribi¨® poemas como Im¨¢genes de im¨¢genes de im¨¢genes o el que comienza What killed the dinosaurios? Ten¨ªa especial fascinaci¨®n por este lugar ("hay higueras y olivos en el Higo Seco y un gran espacio silencioso en el que se suspende, repentino e ins¨®lito, el canto de alg¨²n p¨¢jaro"). Dec¨ªa que estaba en un contexto "donde se aposenta y vive con todo su poder¨ªo la luz", que era "reserva inapreciable de belleza, paraje que invita a la quietud del ¨¢nimo, a la contemplaci¨®n o al despacioso movimiento sumergido en el que toda creaci¨®n tiene su origen". La misma actitud mantuvo cuando reconstruimos el itinerario de san Juan de la Cruz en Andaluc¨ªa -durante el mismo manifest¨® un especial inter¨¦s en visitar el aula donde imparti¨® clase Antonio Machado, Baeza (Ja¨¦n), y hacerse un retrato en la misma- o nos introdujimos en los pac¨ªficos laberintos de los conventos de clausura del Carmelo. Aqu¨ª, sus reflexiones sobre la contemporaneidad que les hac¨ªa a los religiosos eran contundentes, contrapunto de unos escenarios que parec¨ªan sacados de la noche de los tiempos.
Siempre vio en la fotograf¨ªa algo m¨¢gico: dec¨ªa que una instant¨¢nea era una suerte de verbo capaz de articular infinitos relatos. A veces comentaba, con la sana ingenuidad de un ni?o, su admiraci¨®n por el hecho de c¨®mo con la c¨¢mara se pod¨ªa congelar la vida. Tambi¨¦n, como una foto, era susceptible de infinitas lecturas, tantas como la diversidad y pluralidad de ojos que la miran (igual que ocurre en lo literario con su palabra po¨¦tica). No ten¨ªa una especial predilecci¨®n por una determinada corriente fotogr¨¢fica, si bien le exig¨ªa a la imagen que contara algo, que describiera una atm¨®sfera, que tuviera una dosis de misterio. Fue un apasionado del buen cine y siempre sol¨ªa recomendar las pel¨ªculas especialmente por la calidad del tratamiento de su fotograf¨ªa. Le interesaban los textos de filosof¨ªa del medio, sobre ellos reflexionaba con la precisi¨®n cr¨ªtica de un especialista. El ¨²ltimo libro que me regal¨® al respecto fue un ensayo sobre la melancol¨ªa en la fotograf¨ªa (tomando como eje la obra de Atget). Su inquietud por la imagen se manifest¨® tambi¨¦n por los v¨ªdeos experimentales de ¨²ltima instancia.
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