El asesinato de una ni?a de ocho a?os conmociona al Reino Unido
No es la primera ni?a perdida que muere a manos de un perturbado, pero el asesinato de Sarah Payne, colegiala de ocho a?os, hundi¨® ayer la moral brit¨¢nica. Desde su desaparici¨®n hace 17 d¨ªas en un prado de Sussex (este de Inglaterra), 21.000 personas llamaron a la polic¨ªa con posibles pistas. Los padres de la menor, que tienen otros tres hijos, tambi¨¦n apelaron a la ciudadan¨ªa con apariciones constantes en televisi¨®n. El pasado lunes, un lugare?o marc¨® el tel¨¦fono de urgencia diciendo que hab¨ªa un peque?o cuerpo junto a una carretera comarcal. "Es el cad¨¢ver de Sarah y estamos ante un asesinato. Les ruego que guardemos un minuto de silencio en su memoria", pidi¨® ayer con aspecto sombr¨ªo Nigel Yeo, asistente del comisario jefe de Sussex. La polic¨ªa a¨²n no ha detenido a nadie. El cuerpo estuvo all¨ª desde poco despu¨¦s del rapto y apareci¨® parcialmente cubierto de barro y helechos. Portavoces policiales declinaron desvelar si la ni?a llevaba ropa o hab¨ªa sido forzada. S¨ª admitieron que buscaban "partes de su vestido azul". El cad¨¢ver estaba a 19 kil¨®metros del trigal donde Sarah jugara a los dinosaurios con sus hermanos el pasado 1 de julio.
La ni?a decidi¨® volver andando a casa de los abuelos, muy cercana. Su hermano mayor, Lee, de 13 a?os, dijo que se hab¨ªa despistado "s¨®lo unos minutos". Cuando la llam¨® para acompa?arla ya no estaba. Luego recordar¨ªa haber visto una camioneta blanca pasar velozmente, dato que la polic¨ªa cree vital, puesto que ha centrado ahora sus investigaciones en los garajes de la comarca en busca de un veh¨ªculo similar.
Durante dos semanas largas, el subcomisario Yeo y los rastreadores del Ej¨¦rcito abrigaban esperanzas. Los padres, Michael, soldador, y Sara, camarera, ambos de 31 a?os, tampoco quer¨ªan rendirse. Seg¨²n los expertos policiales, la imagen de una madre rogando es tan sincera que conmueve a la audiencia y suele ayudar a buscar en la direcci¨®n adecuada. La madre de Sarah apenas pod¨ªa controlar la voz ante las c¨¢maras y las piernas le fallaban al ponerse en pie. Ello no le impidi¨® regresar con sus dem¨¢s hijos, Lee, Luke, de 11 a?os, y Charlotte, de 6, a la playa cercana a la casa de los abuelos, donde pasaron la tarde poco antes de perderse la peque?a.
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