La confirmaci¨®n de Armstrong
El estadounidense gana su segundo Tour consecutivo en una carrera que ha asistido a la revelaci¨®n del espa?ol Beloki
Los puristas insisten. No, todav¨ªa no. Hasta que todas las orinas del Tour no sean descongeladas all¨¢ por los meses de invierno y sometidas al nuevo m¨¦todo de detecci¨®n de EPO no podr¨¢ decirse que Lance Armstrong ha ganado el Tour, que Jan Ullrich ha vuelto a ser segundo y que Joseba Beloki ha cerrado el tri¨¢ngulo del podio. Pero s¨®lo son los puristas.Evidentemente ese pensamiento no estaba ni en la cabeza de Armstrong ni en la de Ullrich ni en la de Beloki cuando ayer ascendieron solemnemente los escalones y contemplaron Par¨ªs desde las alturas, en los Campos El¨ªseos. La segunda victoria consecutiva para Armstrong, de 28 a?os, que ya iguala a Bartali, Coppi, Th¨¦venet, Fignon, Petit-Breton, Lambot, Bottecchia, Frantz, Leducq, Magne y Maes; que ya se coloca a una de Bobet y LeMond, a tres del cuarteto m¨ªtico, Anquetil, Merckx, Hinault, Indur¨¢in. Para Ullrich, el ganador del 97, el hombre de 26 a?os a quien el para¨ªso le hab¨ªa sido prometido, es la tercera dolorosa ascensi¨®n al segundo pelda?o, ya tantas como Poulidor (tres veces segundo, cinco tercero, nunca primero), pero lejos a¨²n de Zoetemelk (seis veces segundo, una primero, nunca tercero). Para Beloki, el espa?ol que vive su sue?o, es su primer Tour, es su primer podio.
Ha sido el Tour de la renovaci¨®n, se empe?an en decir los optimistas amantes de etiquetar cuanto antes; el Tour de los espa?oles, a?aden otros optimistas, dando primac¨ªa al car¨¢cter competitivo, pero secundario (en lo que respecta a la lucha por la victoria final), del ciclismo espa?ol; ha sido el Tour del Kelme, proclaman algunos olvidando quiz¨¢s que si el Kelme ha sido, s¨ª, el equipo m¨¢s fuerte, el perejil de todas las salsas, el animador de todas las etapas de monta?a, el guionista de los puntos fuertes del Tour (y de los pu?etazos sobre la mesa de Armstrong), tambi¨¦n ha sido una decepci¨®n desde el momento en que ha dilapidado todo el capital (ha andado tanto el Kelme que ni siquiera Le¨®n, que hab¨ªa pedido permiso para ser el farolillo rojo, ha podido quedar el ¨²ltimo) en apuestas secundarias (dos etapas, la monta?a, la general por equipos, tres entre los 10 primeros finales): no ha tenido en ning¨²n momento un dise?o de grandeza, un sue?o a la altura de sus medios, nunca ha protagonizado un intento desestabilizador, no ha intentado provocar un terremoto, y, sobre todo, ha pasado por alto que Botero era, junto a Armstrong, el m¨¢s fuerte del Tour. Ha sido, finalmente, y solamente, el Tour de Armstrong. El segundo Tour del hombre bi¨®nico, del hombre que no siente el dolor (f¨ªsico) y que s¨®lo ha mostrado un punto d¨¦bil: el orgullo.
El ciclismo espa?ol ha cumplido en el Tour 2000 un relevo generacional infrecuente. Coincidiendo con la marcha atr¨¢s de Escart¨ªn (aunque ha sido octavo) y Olano, los puntas de lanza de los ¨²ltimos a?os, ha llegado en tropel la gente joven. Debutantes como Beloki y Heras, m¨¢s expertos aunque chavales como Mancebo, novatos, novatos como Iv¨¢n Guti¨¦rrez, Otxoa y Ca?ada. El aficionado espa?ol ha tenido que borrar viejas caras de su memoria y hacer hueco a las nuevas. Y aunque no ha habido candidato para la victoria final, como pa¨ªs ha sido el m¨¢s fuerte: tres etapas (ONCE, Otxoa y Txente), la general por equipos (Kelme) y cuatro entre los 10 primeros de la general (Beloki, Heras, Escart¨ªn y Mancebo), y siete entre los 15 (m¨¢s Beltr¨¢n, Otxoa y Garc¨ªa Casas). M¨¢s fuerte a¨²n que Italia (cinco etapas, s¨ª, con Pantani, Commesso, Bettini y Zanini), pero s¨®lo Nardello (10?) con un puesto digno en la general. Holanda ha sido s¨®lo las escapadas de Dekker, B¨¦lgica los sprints de Steels, y Francia la fuga de Agnolutto y el regreso de Virenque. En ninguno de los pa¨ªses tradicionales se apunta una renovaci¨®n como la espa?ola. Triunf¨®, a su estilo, el Kelme, y fracasaron, tambi¨¦n en cierta manera, el Banesto y el ONCE, los contrarios del Kelme. Llegaron con l¨ªderes pensando en la victoria final y ni Z¨¹lle, Jalabert ni Olano estuvieron a la altura. Se van con ligeros consuelos: la contrarreloj por equipos y el fugaz amarillo de Jalabert para el ONCE; la etapa de Txente, el papel de Mancebo para el Banesto.
Y sobre el podio, Armstrong. Indur¨¢in y Merckx en mezcla explosiva. Compartiendo la filosof¨ªa ciclista del navarro, su t¨¦cnica mortal: con un solo golpe, pero bien dado, vale para ganar el Tour; el resto, trabajo de conservaci¨®n. En la d¨¦cima etapa, en la extraordinaria subida de Hautacam, lleg¨® el golpe. En 500 metros, Ullrich, el que hab¨ªa llegado corto de forma, Pantani, el que no sab¨ªa c¨®mo estaba, Z¨¹lle, el que sufr¨ªa desde la contrarreloj por equipos, Jalabert, Olano... Todos KO. Fuera de combate. En el Ventoux remach¨® el clavo y del monte calvo sali¨® el podio de Par¨ªs. Luego, s¨®lo se trataba de gestionar los m¨¢s de cinco minutos de ventaja (siete desde el Izoard). Eso, como Indur¨¢in. Y ganar la contrarreloj final para ense?ar el valor del maillot amarillo. Pero Armstrong es tambi¨¦n Merckx (su padre deportivo) y su rabia de ganador, su orgullo y su soberbia. Y enredado en sus juegos de hombr¨ªa con Pantani, el desestabilizador, dio inter¨¦s a la ¨²ltima semana. Y tambi¨¦n estuvo a punto de dejarse llevar por la desesperaci¨®n den la Joux Plane y perderlo todo. Con ¨¦l, como el a?o pasado, se han acabado las distinciones entre escaladores y contrarrelojistas: Armstrong, como todos los grandes, es el hombre que anda r¨¢pido, muy r¨¢pido, en todos los terrenos. El hombre que no ser¨ªa ciclista si no pudiera ganar el Tour.
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