El pueblo de El Boalo y la gente de la cultura despiden a Carmen Mart¨ªn Gaite
Un millar de personas emocionadas se re¨²nen para aplaudir a la autora de 'Nubosidad variable'
Pueblo y cultura. Hombres y mujeres de El Boalo junto a personajes de la literatura, el cine y las artes. Eso hubo ayer en el entierro de Carmen Mart¨ªn Gaite, mujer amada por mucha gente y ecritora admirada por muchos lectores. Un continuo goteo de personas an¨®nimas y rostros conocidos (Pedro Almod¨®var, Jorge Herralde, Josefina Aldecoa, Soledad Pu¨¦rtolas o su ex marido, Rafael S¨¢nchez Ferlosio) visit¨® la capilla ardiente en el Ayuntamiento del pueblo de la sierra de Madrid donde la Gaite fue feliz. Y, en una estampa novelesca, el gran cortejo recorri¨® a pie el pueblo hasta el cementerio.
Algunos pol¨ªticos
Mart¨ªn Gaite muri¨® en la madrugada del domingo en el hospital Ruber Internacional de Madrid a causa de un c¨¢ncer del que no tuvo noticia. La enfermedad no logr¨® consumir la enorme vitalidad y el empuje de esta mujer sencilla y extraordinaria, que pas¨® en El Boalo el ¨²ltimo mes y medio tratando de recuperarse de lo que cre¨ªa era una diabetes. All¨ª sigui¨® escribiendo en sus cuadernos a pluma, y desde all¨ª bombarde¨® con cartas y tarjetones a muchos amigos.
Cartas trazadas en letra firme y clara, que algunos ense?aban ayer en El Boalo como un testimonio de que estuvo bien hasta el final. De su descomunal fuerza y alegr¨ªa de vivir.
S¨®lo su entorno m¨¢s ¨ªntimo conoc¨ªa el diagn¨®stico, y todos se confabularon para que Carmi?a no se enterara. Para muchos, fue una gran sorpresa. Pero no para su hermana, Ana Mar¨ªa, flaca y dulce, muy entera: "El tr¨¢nsito ha sido muy bueno. No se ha enterado de nada". Anita era su amiga inseparable, y con ella vivi¨® Carmen en este pueblo, escondido bajo unas grandes pe?as, donde su padre, Jos¨¦ Mart¨ªn, construy¨® una casa en 1960.
La moderna plaza Mayor era un tranquilo hervidero de gente a las cinco de la tarde. Durante todo el d¨ªa las mujeres de El Boalo han velado el cuerpo de Carmi?a en un gran sal¨®n del Ayuntamiento. Todo muy discreto, incluso las coronas. Algunos vecinos han tra¨ªdo sus tiestos y sus flores.Y ahora empiezan a llegar los amigos. De Barcelona, de Madrid, de Santander...
Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n y Gogui, Juby Bustamante y Miguel ?ngel Aguilar, Josefina Aldecoa y Soledad Pu¨¦rtolas, Jorge Herralde, Miguel Visor, Marisa y Gonzalo Torrente, Rafael y Chicho S¨¢nchez Ferlosio... Tambi¨¦n los j¨®venes escritores, la generaci¨®n que recib¨ªa los consejos de la incansable lectora que fue Mart¨ªn Gaite: Bel¨¦n Gopegui, Marcos Giralt Torrente, Agust¨ªn Cerezales...
La hija de Juan Garc¨ªa Hortelano, Sof¨ªa; Andreu Teixidor, Rafael Mart¨ªnez Al¨¦s, Federico Ib¨¢?ez, Rosa Montero, ?scar Ladoire, M¨¢ximo Pradera, Pedro Almod¨®var y Marisa Paredes, C¨¦sar Antonio Molina se unen a los dem¨¢s en la plaza. Llegan por fin algunos coches oficiales: el secretario de Estado para el Deporte, G¨®mez Angulo; el director general del Libro, Fernando de Lanzas; la consejera de Cultura de la Comunidad, Alicia Moreno... Todo transcurre sin solemnidad, sin protocolo, de una forma espont¨¢nea, como quiz¨¢ ella hubiera preferido. "No le gustaba nada lo oficial", dice su hermana, "pero hoy hubiera disfrutado como una chiquilla".
En el cielo, como no pod¨ªa ser menos, hay nubosidad variable. Durante el d¨ªa, los vecinos del pueblo, sus amigos, gente an¨®nima y noble, han ido dejando sus firmas dubitativas en el libro abierto sobre una mesa a la entrada de la capilla ardiente. Gente como Adela Esteban, Alicia G¨®mez Garc¨ªa o Julio Diamante, que garabatean leyendas como ¨¦stas: "Gracias por tus consejos, alg¨²n d¨ªa los aplicar¨¦ como se merecen". "Aqu¨ª no se acaba el cuento, Carmen". "Gracias por vivir, ense?arme tantas cosas, abrir las puertas de mis sentidos y ayudarme a ir sabiendo qui¨¦n soy". O lectores que dejan su mensaje: "Siempre tendr¨¦ mono de los libros que no escribiste"; "Me ense?aste con tu obra y tu amistad que lo raro es vivir la vida, d¨ªa a d¨ªa, a trav¨¦s de la palabra y de disfrutar de lo peque?o. No te olvidar¨¦ nunca. Hasta el cielo".
A las siete en punto, el f¨¦retro sale del Ayuntamiento y baja hasta la iglesia por la calle del Cura. All¨ª, un cura con bigote mexicano reza un responso. Ana Mar¨ªa lee un poema. M¨¢s de la mitad del cortejo se queda fuera, y cuando acaba el breve acto se oye una ovaci¨®n un¨¢nime, corta, como la que ha recibido al f¨¦retro en la plaza.
La segunda etapa es un poco m¨¢s larga, y transcurre por una carretera rodeada de piedras, ¨¢rboles y cardos. El campo amarillea. En el cementerio hay 40 o 50 personas esperando. Aqu¨ª reposan los padres y la hija de Carmen Mart¨ªn Gaite, Marta S¨¢nchez Mart¨ªn, que muri¨® en 1985 y dej¨® a su madre sin m¨¢s consuelo que la literatura.
Es un cementerio peque?ito, situado en la ladera de una colina. Hay nubes negras en el horizonte y al fondo asoma un cielo a?il. Los caballos que pacen en el prado de al lado asoman las cabezas para ver lo que pasa. Los c¨¢maras est¨¢n subidos en la tapia. El cura reza un padrenuestro, los alba?iles hacen su trabajo con rapidez y los aplausos cierran una tarde muy sencilla. Extraordinaria.
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