El calor de las brasas en la playa
Renacen todos los veranos. Junto a los chiringuitos, las hamacas, las motos acu¨¢ticas y el vendedor de refrescos, agua y cerveza, los asadores de espetos florecen en todas las playas en temporada alta. Asan sardinas encima de viejas barcas y son los m¨¢s solicitados los domingos en todos los chiringuitos de playa.Emilio Fuentes Rubio, de 37 a?os, lleva tres asando sardinas en la arena de la playa de Pedregalejos (M¨¢laga). Con la piel cuarteada por el sol y el calor del fuego, todos los d¨ªas prepara encima de una vieja barca las brasas para espetar el pescado al mediod¨ªa y por la noche, cuando miles de turistas y malague?os se acercan al chiringuito El Cale?o.
En este local, Emilio prepara todas las ma?anas, salvo los lunes en los que no hay pescado fresco, sus ¨²tiles de trabajo: ca?as, carb¨®n, agua y pescado.
Espetar pescado es "bastante f¨¢cil", seg¨²n Emilio, que cuenta como lo realiza durante los meses estivales: "Se coge una ca?a de bamb¨², se atraviesa en ella el pescado y despu¨¦s se asa, el truco es que el espeto se coloque al contrario del humo que sale del rescoldo para que la sardina se haga poco a poco con el calor de las brasas".
El calor es lo que peor soporta este malague?o, casado y sin hijos, al que le hacen gracia los turistas que se acercan a su puesto y que luego se animan y piden las sardinas. "La mayor¨ªa son ingleses, americanos, franceses y alemanes que no han visto una sardina en sui vida", cometa con sorna.
Emilio prepara al d¨ªa unas 30 o 40 ca?as, aunque los fines de semanas el n¨²mero puede llegar hasta las 70. Cada ca?a lleva siete sardinas y el espeto cuesta 400 pesetas. Emilio cuenta que asa unos siete kilos al d¨ªa de pescado que trae "fesquito" del mercado.
"Lo que sobra se tira o se guarda para los pescadores", comenta este malague?o que en verano se gana la vida con las sardinas y en invierno con algunas "chapucillas". Trabajo temporales que van desde trabajar en las obras de los edificios de la ciudad hasta salir al mar a pescar pulpos en los meses m¨¢s fr¨ªos. Este invierno, Emilio no tiene trabajo fijo aunque este oficio de verano lo tiene asegurado "para toda la vida".
Confiesa que lo que menos le gusta de su trabajo veraniego es aguantar los 40 grados del mediod¨ªa, a pesar del toldo de lona que protege su puesto. Lo que m¨¢s, a?ade con una sonrisa p¨ªcara, "ser la persona que m¨¢s gana de la Costa del Sol". Mientras se r¨ªe, empieza a echar le?a, de olivo o de eucalipto, al fuego y prepara la primera ca?a del d¨ªa. "Aunque parezca lo contrario, este trabajo no es rutinario; los fines de semana estoy rodeado de ni?os que miran como espeto y los dem¨¢s d¨ªas, algunos amigos se pasan por el puesto y me hacen compa?¨ªa.", afirma.
Un oficio duro, sin horario fijo y que termina cuando el buen tiempo y el sol abandonan los parajes mar¨ªtimos.
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