Fracaso en Camp David
Clinton certific¨® ayer con desmayo la defunci¨®n de las negociaciones de Camp David entre palestinos e israel¨ªes cuando entraban en su tercera semana. El largo y tenso encuentro entre Arafat y Barak y sus estados mayores ya hab¨ªa estado al borde del colapso la semana pasada, y s¨®lo una en¨¦rgica llamada al orden del presidente estadounidense consigui¨® entonces prolongar un di¨¢logo que parec¨ªa herido de muerte. Washington anuncia que las dos partes se han comprometido a reanudar "pronto" sus conversaciones, una vez fracasada esta oportunidad hist¨®rica de pasar p¨¢gina a medio siglo de conflicto extraordinariamente destructivo.La roca contra la que finalmente se han estrellado israel¨ªes y palestinos ha sido el estatuto de Jerusal¨¦n, sede sagrada para jud¨ªos, cristianos y musulmanes, y tema que por primera vez abordaban ambos l¨ªderes. Y en menor medida, la suerte de los tres millones y medio de refugiados palestinos. Ni Barak ha estado dispuesto, como parec¨ªa haber aceptado previamente, a poner sobre el papel la idea de una soberan¨ªa compartida sobre Jerusal¨¦n oriental -que Israel arrebat¨® a Jordania en la guerra de 1967-, ni Arafat a conceder la autoridad permanente de su enemigo sobre el Jerusal¨¦n ¨¢rabe.
Dando por supuesto que ninguna de las dos partes quiere que el proceso de paz iniciado en Madrid y articulado en Oslo naufrague en una violencia generalizada, a Arafat y Barak hay que reprocharles una evidente falta de coraje. Si ambos dirigentes, prisioneros en buena medida de sus respectivas circunstancias pol¨ªticas, cre¨ªan que Jerusal¨¦n iba a ser finalmente un obst¨¢culo insoslayable, no debieron aceptar reunirse sin calendario en Camp David en un ahora o nunca. Los intervalos de calma en la regi¨®n desde que el l¨ªder palestino y el entonces primer ministro, Rabin, firmaran ante Clinton en la Casa Blanca su declaraci¨®n de paz en septiembre de 1993 han sido valiosos, pero su provecho desaparece por momentos a la luz de las nuevas realidades.
Las consecuencias del fracaso de Camp David son potencialmente explosivas. Arafat ha asegurado repetidamente que proclamar¨¢ un Estado palestino en septiembre pr¨®ximo. Si lo hace -ya se desdijo el a?o pasado y otro renuncio dejar¨ªa su imagen por los suelos-, Israel ha anunciado la anexi¨®n en represalia de m¨¢s territorios de la franja occidental, en los que han sido construidos nuevos asentamientos jud¨ªos. Es probable que, pasados los efectos del fiasco consumado ayer, ambas partes vuelvan a acercarse. Pero ni Barak es pol¨ªticamente fuerte -acosado por un Parlamento mezquino y atomizado- ni tampoco lo es el jefe palestino, marcado estrechamente por quienes en su campo consideran irrenunciable, entre otras cosas, el derecho de retorno de los refugiados a la tierra que les fue arrebatada en 1948. Por eso el interregno entre hoy y ese momento hipot¨¦tico de la vuelta a la mesa negociadora est¨¢ cargado de negros presagios.
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