Una oportunidad inesperada
Sin estar dirigido por gente vieja, transmit¨ªa el PSOE hasta hace pocas semanas una rancia sensaci¨®n de vetustez. Y ahora, de pronto, sin estar dirigido por gente joven, transmite un fresco aroma de juventud. Tal vez sea injusto, pues ni aqu¨¦llos eran tan viejos ni ¨¦stos son tan j¨®venes: s¨®lo siete a?os los separan de la edad media que el anterior n¨²cleo dirigente ten¨ªa en 1997. Y si se compara la de todos los miembros de la ejecutiva, la diferencia es menor: 43 a?os es la media, que coincide exactamente con la mediana del nuevo equipo, y 46 era la del anterior cuando fue elegido. No se ha producido, por tanto, un cambio generacional entre uno y otro, ni es un dato biol¨®gico lo que explica la sensaci¨®n de alivio extendida con la foto -cada cual sobre su papelito, para evitar barullo- de la nueva ejecutiva.El alivio no tiene nada que ver con la biolog¨ªa, sino con la facilidad y el acierto que ha rodeado la sustituci¨®n de un grupo por otro. Se requer¨ªa para eso que el nuevo equipo dispusiera de una base propia de poder a la que pudiera incorporar dirigentes bien asentados en la compleja organizaci¨®n territorial; se requer¨ªa adem¨¢s que no fuera fruto de negociaciones entre las facciones y baron¨ªas en que aparec¨ªa, m¨¢s que dividido, desagregado el PSOE en los ¨²ltimos a?os, y se requer¨ªa, en fin, que el aliento libertario que sopla de vez en cuando por las filas socialistas fuera encauzado de modo que la neutralizaci¨®n de la vieja guardia se llevase a t¨¦rmino sin grandes alharacas, preludio tantas veces de caos y nuevas peleas.
Todo esto es lo que ha sucedido en el 35? Congreso. Si se atiende al lugar de procedencia del nuevo n¨²cleo dirigente -y se borra el espejismo de la edad-, es claro que su estrategia y su cohesi¨®n se han forjado en el Parlamento. Podr¨ªa decirse que este congreso significa el triunfo de un grupo de diputados sobre la oligarqu¨ªa del partido replegada hacia su ¨²ltima l¨ªnea de defensa. Esta base propia de poder les ha permitido irrumpir libres de deudas y montar una ejecutiva a la que nadie ha accedido hipotecado por obligaciones o fidelidades externas. Rompen as¨ª la din¨¢mica en la que llevaba preso, ensimismado en sus luchas faccionales, el PSOE durante a?os, y liquidan la vigencia de falsos debates que serv¨ªan para camuflar lo que por su origen no pasaban de ser rencillas personales.
Adem¨¢s, y como se trata de gente que no ha nacido ayer a la pol¨ªtica, estos diputados se han cuidado de incorporar a dirigentes regionales que proporcionan un firme anclaje territorial a la base de su poder, impidiendo, de un lado, que el n¨²cleo de la ejecutiva levite en el aire y, del otro, que el partido se deslice por la pendiente de la feudalizaci¨®n: nadie a?ora ya a los grandes barones. En fin, el malestar contra la direcci¨®n que alimenta siempre las corrientes libertarias se ha destilado en un ¨¢mbito cerrado, un congreso, y no en el fragor de un combate abierto, en m¨ªtines, de modo que se ha neutralizado a la vieja guardia a la vez que se ha eludido el ataque frontal contra sus jefes de fila: 1982 s¨®lo suscita sentimientos de melancol¨ªa.
Por este equilibro de audacia y prudencia, todo el mundo en el PSOE, incluso los votantes de D¨ªez o Bono, ha dicho buff y se ha puesto a celebrar lo que se presenta joven, renovador, comienzo de nueva etapa y todas esas cosas tan entra?ables que acompa?an los momentos fundacionales. No hay tal: ni son unos jovenzuelos ni parten de cero y, por tanto, para rematar su trabajo, pueden tratar a los otrora j¨®venes, hoy envejecidos, despu¨¦s de desnudarlos de poder y de legitimidad para iniciar una contraofensiva, sin ¨¢nimo vindicativo y hasta contar selectivamente con sus servicios. Con decir aqu¨ª estamos han dado un suave pero decisivo carpetazo a un periodo muy arrastrao en la vida del PSOE. Abren, todos juntos, una inesperada oportunidad hist¨®rica para el partido socialista. Ya veremos c¨®mo la administran, ellos, y los perdedores del 35? Congreso.
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