Cartas de la desesperanza
Un diario de Casablanca dispara su venta publicando las angustias y deseos de emigrar de los j¨®venes marroqu¨ªes
ENVIADO ESPECIALEscriben. Narran sus frustraciones, sus sue?os, preguntan sobre el sexo, se rebelan. Cuentan todo aquello de lo que no se habla en casa ni en el colegio. Los j¨®venes marroqu¨ªes rompen los tab¨²es.
Les est¨¢ ayudando a trasgredirlos el diario Al Ahdat al Maghrebia, que les ha abierto sus columnas. Dos veces a la semana publica en cuatro p¨¢ginas de gran formato una media de 125 cartas, una de cada veinte de las que recibe, firmadas y an¨®nimas, en las que los marroqu¨ªes se explayan y tratan de informarse contestando mutuamente a sus preguntas.
La mayor¨ªa aborda temas sexuales. "Son el espejo de los problemas de nuestra sociedad", asegura Abdelkrim Lamrani, el redactor jefe encargado de seleccionar las misivas. "Revelan, por ejemplo, la ignorancia sexual en un pa¨ªs en el que esta educaci¨®n no se proporciona, cuando una adolescente pregunta si se puede quedar embarazada porque se masturba".
"Ponen tambi¨¦n de manifiesto", prosigue, "otros problemas m¨¢s graves y m¨¢s ocultos,como el incesto, un fen¨®meno muy generalizado en Marruecos, pese a que los musulmanes radicales lo nieguen". "Es, en parte, achacable a la exig¨¹idad de los alojamientos".
Pero no todos los autores de las misivas hablan de sexo. Muchos describen tambi¨¦n las penalidades de su vida cotidiana, el paro, los tr¨¢ficos il¨ªcitos para conseguir alg¨²n dinero y sus ansias por cruzar el estrecho de Gibraltar y empezar a vivir mejor en Europa, aunque sea trabajando muy duro.
La publicaci¨®n de las cartas ha disparado las ventas de Al Ahdat al Maghrebia. En un pa¨ªs en el que el 55% de la poblaci¨®n adulta es analfabeta, seg¨²n la estad¨ªstica oficial, el diario tira esos d¨ªas 160.000 ejemplares, todo un r¨¦cord en Marruecos.
"No hemos quitado lectores a nadie", explica el director, Mohamed el Brini, "sino que hemos creado nuevos lectores, j¨®venes", que, a diferencia de Europa, no tienen a su disposici¨®n revistas especializadas que traten los asuntos que m¨¢s les interesan. "He visto a j¨®venes educados leer en voz alta las cartas a otros, analfabetos", asegura un redactor del peri¨®dico af¨ªn a la izquierda marroqu¨ª.
Pero el ¨¦xito de ventas ha sido acompa?ado de alg¨²n que otro disgusto. Mientras algunas personalidades laicas aplaud¨ªan esta iniciativa, in¨¦dita en un pa¨ªs musulm¨¢n, los imames integristas se han subido al p¨²lpito de las mezquitas para acusar a Brini de difundir literatura pornogr¨¢fica al tiempo que condenan a sus lectores.
"Estos ejemplos de sexo expl¨ªcito despiertan los deseos aletargados de los j¨®venes y les incitan a caer en el vicio", denuncia un imam en una misiva publicada por el mismo peri¨®dico.
EL PA?S ha escogido dos cartas publicadas por Al Ahdat al Maghrebia, ambas relacionadas con la emigraci¨®n a Espa?a, que han sido traducidas por la redacci¨®n del semanario marroqu¨ª Demain.
La primera, escrita por una mujer marroqu¨ª que entr¨® legalmente en la Pen¨ªnsula para prostituirse, est¨¢ firmada con una mera direcci¨®n de correo electr¨®nico. La segunda cuenta la historia m¨¢s cl¨¢sica de un joven que se gast¨® sus ahorros en cruzar el Estrecho en patera hasta caer en manos de la Guardia Civil. Esta segunda carta no estaba firmada, pero el rotativo marroqu¨ª s¨ª conoce la identidad de su autor.
Prostituta en Castilla
(...) mi testimonio es, acaso, revelador de la crisis de toda una generaci¨®n. Soy una marroqu¨ª de casi treinta a?os, licenciada en literatura inglesa. Quise continuar mis estudios despu¨¦s de licenciarme, pero no pude seguir al carecer de beca y de apoyo familiar. Intent¨¦ en vano encontrar un trabajo. Los a?os pasaron y mis esperanzas se evaporaron poco a poco. No queda ya nada de los tiempos de la universidad, de la militancia ni de los sue?os ut¨®picos. S¨®lo perdura el hombre de mi vida, ¨¦l tambi¨¦n incapaz de conseguir siquiera dinero para cigarrillos.Estas amarguras y desenga?os se multiplicaron en el ambiente irrespirable en el que viv¨ªamos, con una madre que te hac¨ªa sufrir con sus miradas, mezcla de compasi¨®n y de decepci¨®n, y unos hermanos inc¨®modos porque te conviertas poco a poco en solterona mientras los amigos s¨®lo esperan a que cedas a sus bajas pasiones. Los fracasos se sucedieron los unos a los otros. Todo se desmoron¨® dentro de m¨ª.
Fue entonces cuando una amiga residente en Espa?a se puso en contacto conmigo proponi¨¦ndome un contrato de trabajo. Efectu¨¦ los tr¨¢mites necesarios. Curiosamente, me fue f¨¢cil obtener mi visado de entrada. ?Saben por qu¨¦? Porque iba a trabajar como se?orita de alterne en un bar. El empleado de la embajada me susurr¨® cuando aceptaba mi solicitud: "No hay ning¨²n problema, porque nuestro mercado necesita este tipo de mercanc¨ªas". Sufr¨ª mucho, porque sab¨ªa lo que me esperaba en la otra orilla.
He querido a mi pa¨ªs con una pasi¨®n sin l¨ªmite y he golpeado todas las puertas para llevar una vida decente. Pero la ¨²nica puerta que se me ha abierto es la que me lleva a abrirme de piernas para acoger las flechas podridas de Castilla. Traspasar¨¢n mi cuerpo, herir¨¢n mi alma y bombardear¨¢n mi vagina con su esperma mezclado con orina.
He comentado esta humillaci¨®n con mi amiga residente en Espa?a. Me contest¨® en tono ir¨®nico: "?Que Dios te devuelva la raz¨®n! M¨¢s vale coger las pesetas (...) que los esc¨¢ndalos de nuestro pa¨ªs".
Tambi¨¦n habl¨¦ de ello con el hombre al que a¨²n amo. Su resentimiento y su incapacidad para cambiar las cosas aument¨®. ?Pobre amor! ?l, que era inflexible con el respeto de la virginidad, se conforma ahora, tras conocer mi suerte, con suplicarme que no le olvide. Inmag¨ªnense a un descendiente de Tarik Ibn Zyad, el conquistador, pronunciando palabras tan humillantes. ?Que la maldici¨®n de Dios ca¨ªga sobre la pobreza y sus instigadores!
Tom¨¦ finalmente la decisi¨®n de marcharme o, mejor dicho, de huir del infierno de mi pa¨ªs para ir adentr¨¢ndome en la decadencia moral. Me hubiese gustado carecer de una conciencia que me atormente como la de mi amiga. Me hubiese permitido soportar mejor las obligaciones de mi "oficio".
Nunca perdonar¨¦ a quienes nos han obligado a sacrificarnos en el altar de las mujeres secuestradas por el mercado europeo del sexo. Que aquellos que han sellado mi suerte y que han generado un Marruecos miserable y sin horizonte tengan, sin embargo, la conciencia tranquila. Que est¨¦n incluso orgullosos de ayudar a que nuestro pa¨ªs obtenga divisas como contrapartida de nuestras heridas y de nuestros gemidos.
Soy vuestra hija y quer¨ªa preservar mi dignidad, pero la espera ha sido larga y la esperanza se desvaneci¨®. No tengo m¨¢s remedio que caer en sus brazos para que viertan en m¨ª sus l¨ªquidos despu¨¦s de que los brazos de mi pa¨ªs me rechazasen.
Traficante en T¨¢nger
Han pasado 34 a?os de mi vida. Saqu¨¦ el bachillerato, pero interrump¨ª mis estudios universitarios. Nac¨ª en una familia humilde, pero no es la pobreza la que trunc¨® mis estudios.Golpe¨¦ todas las puertas renunciando a mi dignidad y acab¨¦ besando los pies de las mulas y las cabezas de los animales. Y lo hice con el ¨²nico prop¨®sito de lograr un trabajo que me protegiera de la incertidumbre. Pero, desgraciadamente, todos mis intentos se toparon con un silencio mortal.
Acab¨¦ cayendo, muy a pesar m¨ªo, en un c¨ªrculo de delincuencia, en el mundillo del tr¨¢fico de estupefacientes. Gracias a este comercio il¨ªcito amas¨¦ 7.000 dirhams (120.000 pesetas). Opt¨¦ por la emigraci¨®n clandestina. Prefer¨ªa poner en peligro lo que quedaba de mi vida haciendo una apuesta cuyo resultado s¨®lo puede ser la vida o la muerte. Segu¨ªa as¨ª el camino emprendido por una juventud desesperada, v¨ªctima de pol¨ªticas ciegas y de mentalidades obsoletas.
Viaj¨¦ hasta la perla del norte, T¨¢nger, donde el mercado negro est¨¢ en plena ebullici¨®n, sobre todo el de seres humanos en b¨²squeda de sue?os m¨¢s all¨¢ de nuestras fronteras. Sin dificultad alguna conoc¨ª a algunos "barqueros". Los corredores que trabajan en este ¨¢mbito del comercio son legi¨®n. Me puse de acuerdo con uno de ellos, al que pagu¨¦ 5.000 dirhams (85.000 pesetas) por una traves¨ªa hacia lo desconocido.
Dos d¨ªas despu¨¦s se alcanz¨® el quorum de los candidatos a embarcar. ?ramos unos treinta con un poco de equipaje apretujados en una embarcaci¨®n en la que cab¨ªan muchos menos. ?ramos todos j¨®venes a los que su pa¨ªs hab¨ªa abandonado empuj¨¢ndoles hacia las grandes olas de un mar desatado. Al principio, el mar aparentaba estar tranquilo, pero al cabo de unos minutos de navegaci¨®n el oleaje enfureci¨®. Atenazada entre inmensas olas, la embarcaci¨®n se bamboleaba en todas direcciones. Acab¨® entrando agua. Est¨¢bamos todos empapados y hab¨ªa que vaciarla a toda costa (...). La embarcaci¨®n corr¨ªa el riesgo de naufragar en cualquier momento.
Os lo juro, queridos hermanos, que llor¨¦ en dos ocasiones (...), ten¨ªa miedo de morir. Y no quer¨ªa irme de este mundo sin satisfacer mi deuda con la persona que m¨¢s quiero: mi madre. Esa mujer que luch¨® toda su vida y desempe?¨® el papel del hombre para protegernos de la intemperie.
?Qu¨¦ feliz victoria nos esperaba al final? Est¨¢bamos rodeados de guardacostas de la Guardia Civil espa?ola. Algunos de ellos nos maltrataron insult¨¢ndodos y hasta d¨¢ndonos patadas. A pesar de todo, la polic¨ªa espa?ola nos dio los primeros auxilios. Nos ofreci¨® comida y nos dej¨® dormir.
Tras cuatro d¨ªas de interrogatorios, nos embarcaron rumbo a T¨¢nger para entregarnos a la polic¨ªa de fronteras. Fuimos presentados ante un juez acusados de emigrar ilegalmente, como si fuese un crimen irse a buscar en el extranjero algo con que subsistir. El fiscal era un hombre amable y comprensivo y acab¨® ordenando que se nos pusiese en libertad.
Volv¨ª, pues, a casa arrastrando conmigo un fracaso vergonzoso y hundido por una decepci¨®n sin paliativos. Estaba tan deprimido que hubiese preferido perecer ahogado o a causa de una bala disparada por la polic¨ªa espa?ola. He vuelto, por tanto, a mi antigua costumbre de sobrevivir gracias al tr¨¢fico de estupefacientes (...).
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