PP y PSOE frente a ETA
Una condici¨®n para acabar alg¨²n d¨ªa con la pesadilla terrorista es la existencia de un compromiso entre los partidos con posibilidades reales de gobernar de no ceder al chantaje de ETA. Hay m¨¢s condiciones, pero ¨¦sa es previa. Vista desde el otro lado, la misma idea puede formularse diciendo que una condici¨®n para la perpetuaci¨®n de ETA es la esperanza de que un cambio de Gobierno pueda abrir paso a la claudicaci¨®n del Estado frente a su coacci¨®n. De ah¨ª que, en un momento en que ETA despliega una ofensiva destinada a intimidar a todos los que no se plieguen a sus exigencias, sea necesario que el partido del Gobierno y el primero de la oposici¨®n, que representan a cerca del 80% del electorado, reafirmen su acuerdo b¨¢sico en este terreno. Es lo que hicieron Aznar y el nuevo secretario general socialista la semana pasada, y lo que han reafirmado, tras el asesinato de Juan Mar¨ªa J¨¢uregui, sendas delegaciones del Gobierno y el PSOE.Uno de los objetivos esenciales del terrorismo es generar un clima de ansiedad y desmoralizaci¨®n. Frente a ello, es fundamental la unidad de los dem¨®cratas, pero tambi¨¦n que los responsables pol¨ªticos transmitan serenidad y firmeza. No es eso lo que reflejaron las advertencias contra ETA y su entorno lanzadas en tono amenazante por Aznar el pasado domingo en San Sebasti¨¢n. Ojal¨¢ que sus palabras signifiquen, como insinu¨® el lunes el portavoz del Gobierno, que pronto habr¨¢ detenciones. Pero un presidente no amenaza, act¨²a; desde la legalidad. Aunque se comprenda la irritaci¨®n, fue un claro error pol¨ªtico. Tampoco fue un acierto, si se trat¨® de un gesto deliberado, que el presidente del Gobierno evitara el encuentro con el lehendakari tras el asesinato de J¨¢uregui. Ser¨ªa discutible en el caso de dirigentes del PNV u otra formaci¨®n partidaria, pero mucho m¨¢s lo es trat¨¢ndose de un representante institucional. La relaci¨®n entre el presidente del Gobierno y el lehendakari debe quedar a salvo en todo caso.
Rodr¨ªguez Zapatero ha debutado en este terreno con sensatez, poniendo siempre por delante el apoyo al Gobierno y sin caer en la demagogia de culpar de los atentados a la pol¨ªtica del ministro del Interior de turno, como hizo el PP cuando estaba en la oposici¨®n. Responder con la misma moneda ser¨ªa signo de un partido que no se considera pr¨®ximo a gobernar. Lo que s¨ª ha hecho el nuevo l¨ªder del PSOE es insistir en la necesidad de mantener la mano tendida hacia el PNV: el objetivo ¨²ltimo debe ser su recuperaci¨®n para el consenso democr¨¢tico, y no s¨®lo lograr su derrota en las urnas. Es un planteamiento l¨®gico en un dirigente que llega, en la medida en que puede favorecer la rectificaci¨®n de la direcci¨®n nacionalista -tan esperanzada en que el congreso del PSOE produjera alguna novedad- o al menos reforzar las posiciones de quienes propugnan esa rectificaci¨®n desde dentro del nacionalismo. Pero ser¨ªa cerrar los ojos a la realidad no ver que la receptividad a tales ofrecimientos es nula. Al rev¨¦s: Egibar y Arzalluz piden cuentas a los dem¨¢s y les exigen que sean ellos los que rectifiquen.
Especialmente extravagante resulta que a estas alturas se permitan emplazar a los socialistas a definirse sobre si comparten la "v¨ªa policial" y a presentar una alternativa a Lizarra. La v¨ªa policial puede ser insuficiente, pero, desde luego, m¨¢s lo es la de la impunidad: la de trasladar a los encapuchados entre los que recluta ETA sus pistoleros la idea de que lo que hacen es casi normal, consecuencia de un grav¨ªsimo conflicto no resuelto. Y si de activar la v¨ªa pol¨ªtica se trata, la primera medida ser¨¢ retirar el paraguas objetivo que para el mundo de ETA supone mantener el Pacto de Lizarra una vez rota la tregua que lo hizo posible.
Por supuesto que es deseable recuperar al PNV, pero tambi¨¦n es leg¨ªtimo pensar que la rectificaci¨®n s¨®lo se producir¨¢ cuando se vea en la oposici¨®n. Es lo que ayer vinieron a decir Nicol¨¢s Redondo y otros dirigentes socialistas vascos: que no hay contradicci¨®n entre el objetivo de recomponer el consenso y la exigencia de elecciones. Al menos mientras sea Arzalluz quien pide explicaciones en lugar de darlas.
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