Bolivia no olvida al rey de la coca¨ªna
Es un nicho humilde. En un pabell¨®n a la sombra de unos cipreses inmensos, de una buganvilla tan cansada que cualquier d¨ªa se va a descuartizar con el viento que se bate con furia en el valle de Cochabamba en esta ¨¦poca, yacen los restos del rey de la coca¨ªna, Roberto Su¨¢rez G¨®mez.Se trata de una figura legendaria cuyo nombre y las fechas de su nacimiento y sorpresiva muerte (hace dos meses, a la edad de 68 a?os) es apenas perceptible en la l¨¢pida del cementerio general. Enormes ramos de flores eclipsan la tumba, porque todos los d¨ªas manos an¨®nimas colocan inmensos ramos de claveles rojos y alhel¨ªes perfumados. Es un cuadro apto para la gratitud del pueblo hacia el llamado Robin Hood boliviano, cuya muerte a causa de un infarto fue celebrada con algarab¨ªa en la DEA, la Agencia Antidroga estadounidense. El festejo fue ef¨ªmero.
Con o sin Roberto Su¨¢rez, el hombre que produc¨ªa la coca¨ªna m¨¢s pura del mundo, la droga contin¨²a llegando al insaciable mercado de Wall Street y a los m¨¢s selectos clubes de Londres, Mil¨¢n, Mosc¨², Roma y Madrid, donde los "polvos bolivianos de marcha acelerada" se cotizan entre los acostumbrados a lo mejor de lo mejor: al caviar Beluga iran¨ª y los habanos cubanos m¨¢s preciados, am¨¦n de las cosechas del champa?a a?ejo, de aquellos dedicados a las grandes celebraciones de la opulencia sin l¨ªmites. El circuito de las limusinas a gran nivel, raudas naves en su recorrido para los clientes de Beverly Hills y Hollywood. Millones y millones de d¨®lares generados en los campos de producci¨®n de coca¨ªna en el amplio y f¨¦rtil tr¨®pico boliviano, donde hay que habilitar las pistas de aterrizaje constantemente ante el implacable avance de la selva.
A Su¨¢rez le dec¨ªan "el padrino", "el taita" (fact¨®tum), y "don" y "rey". Y no es en vano. Su¨¢rez se dio el lujo de poner en jaque al Gobierno boliviano y a sus vasallos bien pagados, desde la polic¨ªa a varios ministros y presidentes.
En una oportunidad Su¨¢rez se ofreci¨® a pagar con parte de su fortuna la deuda externa de Bolivia, el pa¨ªs m¨¢s pobre de Am¨¦rica Latina despu¨¦s de Hait¨ª. Su af¨¢n era librar a los bolivianos del yugo del Fondo Monetario Internacional (FMI) y tomar (o sobornar) a la jaur¨ªa de acreedores del pa¨ªs andino. La vehemencia del patriotismo de Su¨¢rez le convirti¨® en un adalid de una independencia sui generis. Una idea revolucionaria para extraer a su pa¨ªs del yugo econ¨®mico. Revolucionaria y parad¨®jica: con el dinero obtenido con la coca en los pa¨ªses ricos, evitar el consumo de drogas entre la juventud proletaria boliviana, a la que dot¨® con entusiasmo singular de escuelas y quir¨®fanos. Se trataba de llenar los vac¨ªos donde el Estado ha fallado.
Poco antes de morir, el canoso Roberto Su¨¢rez G¨®mez pos¨® ¨²nicamente para un fot¨®grafo de la revista de La Paz S¨ªntesis Internacional. Se ve¨ªa bien. Se destacaba su aplomo, la foto fue tomada con el trasfondo de una imagen colonial de un Jesucristo de cara sufrida. La versi¨®n oficial dice que don Roberto incursion¨® en la alucinantemente lucrativa industria de la producci¨®n y exportaci¨®n de la coca¨ªna. Lo hizo inicialmente con una flotilla de avionetas que part¨ªan del departamento amaz¨®nico de El Beni, rumbo al Norte.
Y como sus habilidades fueron audaces, Hollywood las captur¨® al vuelo: contrat¨® a Al Pacino para darle una imagen cinematogr¨¢ficamente loca; como para invitar a los excesos a un empresario con las fosas nasales abiertas ante una monta?ita de coca. Fue un mensaje de independencia, venganza en un sentido singular. Subversivo, inolvidable y fuerte.
Don Roberto hab¨ªa capturado la imaginaci¨®n en entrevistas concedidas a S¨ªntesis, en las cuales abri¨® el coraz¨®n antes de que ¨¦ste le explotara. Habl¨® de todo. Sus palabras fueron un escopetazo al establishment. Grande, fuerte y guapo, con el conocimiento que s¨®lo puede ofrecer un periodo de c¨¢rcel meditativa, Su¨¢rez demostr¨® su capacidad de tentaci¨®n al ofrecer el pretexto legal para crear una granja ganadera. Estamos hablando de 30.000 cabezas de ganado que exportaba a Brasil. Su audacia lo convirti¨® en rico de la noche a la ma?ana. ?Hizo m¨¢s dinero con el narcotr¨¢fico?, le preguntaron cuando su s¨¦quito de veh¨ªculos se convert¨ªa cada vez en m¨¢s largo y lujoso. La visi¨®n de los Mercedes Benz blindados en la jungla no era sino el adelanto de la llegada de "el taita", con un tigre con cadenas y hambre. Con orgullo les dijo a sus coterr¨¢neos: "?A qui¨¦n le tiene m¨¢s miedo, al Mercedes Benz o al tigre?", una frase que invitaba a la carcajada, a la jarana y a la uni¨®n en su tierra. A nivel mundial a Su¨¢rez se le puede atribuir el mismo poder que al jeque saud¨ª Yamani, el mago de las finanzas de la OPEP, que fund¨® la idea del cartel del petr¨®leo. Ahora se trata de un cartel m¨¢s poderoso entre la gente que maneja la pol¨ªtica petrolera.
La ambici¨®n del difunto don Roberto era bastante simple: subir los precios de la coca¨ªna a los yuppies de Nueva York y, al mismo tiempo, dar trabajo a los cocaleros del Oriente boliviano. El kilo de pasta base de coca estaba en 180 d¨®lares en Bolivia, la elev¨® a 6.000 d¨®lares; a 9.000 el volumen de la coca¨ªna, y luego a 15.000 d¨®lares el clorhidrato, la coca m¨¢s pura del mundo. "Mi objetivo era elevar el precio para resarcir las necesidades y angustias de nuestros campesinos", dijo textualmente Roberto Su¨¢rez G¨®mez.
El pr¨®ximo cap¨ªtulo de la lucha por el trono de un hombre buscado, carism¨¢tico y enterrado entre los muertos comunes del cementerio de Cochabambase inaugura con la reciente llegada de un nuevo embajador de Estados Unidos, un funcionario de segunda en Buenos Aires que en La Paz, la sede del Gobierno de Bolivia, ya se ha puesto el sombrero de sheriff en un pa¨ªs donde el t¨¦rmino amigo es m¨¢s fuerte que las obligaciones firmadas por los ministros de turno.
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