?Viva el Papa rey!
Cuando en mi condici¨®n de p¨¢rvulo asist¨ªa a las clases de un colegio de monjas en la sevillana calle de San Jos¨¦, recuerdo que con frecuencia nos hac¨ªan cantar algo que empezaba y terminaba con esta encendida entonaci¨®n: "?Viva el Papa rey! ?Viva el Papa rey!" Era aquello as¨ª como una parte casi esencial del credo cat¨®lico. M¨¢s tarde pude darme cuenta de la significaci¨®n de todo ello. Hasta 1870, cuando los patriotas italianos, por una brecha abierta en la Porta Pia, irrumpieron en Roma, el papa era el rey de la mayor regi¨®n de Italia: los Estados Pontificios. El ¨²ltimo rey "pontificio" fue P¨ªo IX. A partir de entonces los papas se enclaustraron en el Vaticano, consider¨¢ndose cautivos y prohibiendo a los cat¨®licos tomar parte activa en la Administraci¨®n del Estado Italiano. ?ste fue el decreto Non expedit.Ahora nos enteramos de que en el pr¨®ximo oto?o van a ser beatificados dos papas muy distintos, y hasta en cierto punto, contradictorios: P¨ªo IX y Juan XXIII. Esto est¨¢ provocando tremendas extra?ezas, no s¨®lo a los cat¨®licos, sino a todos los cristianos, a los jud¨ªos y a tantas personas cultas que siguen con inter¨¦s los avatares de la expansi¨®n y evoluci¨®n del catolicismo.
Obviamente no es posible examinar detalladamente las "pruebas" archivadas por la Congregaci¨®n para la canonizaci¨®n de los santos, con el fin de mostrar las "virtudes" personales de P¨ªo IX. El padre Martina, un valioso historiador de la Iglesia, se atreve a expresar sus dudas sobre la prudencia pastoral de aquel pont¨ªfice; y lo hace narrando c¨®mo, por razones institucionales d¨ªf¨ªcilmente sostenibles, el papa elev¨® a la p¨²rpura catedralicia a monse?or Matteucci, un prelado -as¨ª lo describe el historiador jesuita- "de una inmoralidad muy conocida en toda Roma". Tambi¨¦n Martina hace alusi¨®n al cardenal Giacomo Antonelli, secretario de Estado de P¨ªo IX. Seg¨²n el profesor Adriano Prosperi, catedr¨¢tico de Historia Moderna en la Universidad de Pisa, una determinada raz¨®n empuja a Wojtyla a beatificar a P¨ªo IX. En efecto, la operaci¨®n vaticana del mea culpa sigue una l¨®gica propia, reduciendo a cuestiones privadas las virtudes o las culpas de un papa.
A juicio de algunos historiadores, pero tambi¨¦n de eclesi¨¢sticos de val¨ªa reconocida, P¨ªo IX fue un personaje controvertido, y a¨²n m¨¢s controvertido resulta hoy su largo pontificado. Por tanto -preguntan muchos laicos, hebreos, evang¨¦licos y aun cat¨®licos- "?puede" el Papa reinante beatificar a P¨ªo IX? ?Puede Wojtyla lamentarse de los "m¨¦todos de intolerancia" del pasado, y proponer hoy como ejemplo a los propios fieles un modelo emblem¨¢tico de los trasnochados m¨¦todos de intolerancia? A esta objeci¨®n, por lo que parece, el Vaticano responde diciendo que P¨ªo IX "no" es beatificado por estos "m¨¦todos" (por lo dem¨¢s, defendidos por ¨¦l con buena fe, como con buena fe -aunque la vida "siempre" es sagrada- hizo ejecutar a dos patriotas italianos, que ca¨ªan bajo su jurisdicci¨®n "pontificia"), sino por "su piedad, por su amor a la Virgen, por su celo por las almas".
Otros sospechan que la beatificaci¨®n de P¨ªo IX es el precio que Wojtyla tiene que pagar para contrarrestar la concomitante beatificaci¨®n de Juan XXIII, el profeta del Concilio Vaticano II todav¨ªa sin digerir por una parte importante del establishment eclesi¨¢stico. Hay tambi¨¦n quien sostiene que el "emparejamiento" P¨ªo-Juan se debe a otro motivo fundamental: la voluntad de Wojtyla de demostrar, a pesar de todo, la "continuidad" del magisterio papal. Y, por tanto, la continuidad sustancial -con "adaptaciones" a los tiempos- entre el Syllabus y la Dignitatis humanae, o sea la declaraci¨®n del Concilio Vaticano II sobre la libertad religiosa. Pero -advierten estos cr¨ªticos- si hay "continuidad" sustancial entre afirmar que los acat¨®licos (en este caso los hebreos) no tienen los mismos derechos morales, jur¨ªdicos y pol¨ªticos que los cat¨®licos para profesar y vivir su fe y, por el contrario, afirmar que s¨ª los tienen; y si hay "continuidad" entre reivindicar el "derecho divino" de secuestrar a un ni?o hebreo bautizado contra la voluntad de sus padres y decir que "la verdad no se impone m¨¢s que con la fuerza de la misma verdad" (Declaraci¨®n sobre la libertad religiosa, 1), entonces ?de qu¨¦ "m¨¦todos de violencia" se queja hoy el papado? ?Y d¨®nde est¨¢ el objeto real del "mea culpa"?
Todav¨ªa hoy Elena Mortara relata la historia de la que fue objeto el hermano de su bisabuelo Edgardo Mortara. Era una familia hebrea, residente en Bolonia y, por tanto, s¨²bdita del Papa. Ten¨ªan una criada cat¨®lica, que, al ver que unos de los hijos, de poca edad, se estaba muriendo, lo bautiz¨® secretamente. Pero, cuando esto se supo, el Papa envi¨® a su polic¨ªa para que "secuestraran" legalmente al ni?o, ya que, al ser cristiano, le pertenec¨ªa m¨¢s que a su propia familia. El ni?o fue acogido por P¨ªo IX, fue educado en un seminario, ordenado sacerdote, y no pudo relacionarse con su verdadera familia, a la que apenas conoc¨ªa. Esto provoc¨® un clamor universal, pero el Papa no cej¨® ni un momento; antes bien, se reafirm¨® diciendo: "Soy consciente de mi deber, y me har¨ªa cortar las manos antes de faltar a ¨¦l". Elena Mortara a?ade: "No nos toca a nosotros los hebreos decir a la Iglesia cat¨®lica a qui¨¦n debe proclamar o no beato o santo. Pero como quiera que se trata de una persona que ha pisoteado con protervia los derechos civiles del individuo y de las minor¨ªas y el derecho natural de la familia, nos preguntamos qu¨¦ sentido tiene proponer como ejemplo a sus fieles a un papa que cometi¨® los errores de los que la Iglesia se arrepiente hoy".
Finalmente, podemos escoger algunos de los "graves errores" condenados por P¨ªo IX en el famoso Syllabus: "El que los hijos de la Iglesia discutan entre s¨ª sobre la compatibilidad del reino temporal con el espiritual". "La supresi¨®n del principado civil, que la sede apost¨®lica posee, ayudar¨ªa much¨ªsimo a la libertad y felicidad de la Iglesia". "El pont¨ªfice romano puede y debe reconciliarse y hacerse amigo con el progreso, el liberalismo y la civilizaci¨®n moderna".
En los escritos del ¨²ltimo rey de los Estados Pontificios se repite y se ampl¨ªa varias veces lo que ya hab¨ªa proclamado Gregorio XVI: que "la libertad religiosa es un delirio de la mente".
Todo esto ha levantado un revuelo entre los cat¨®licos, no s¨®lo de base, sino tambi¨¦n entre te¨®logos e incluso no pocos obispos. Y a muchos se nos hace dif¨ªcil aceptar la oficialidad de una declaraci¨®n que deja abiertos tantos interrogantes. Yo mismo no puedo alegrarme del todo porque mi t¨ªo Manuel Gonz¨¢lez Garc¨ªa, obispo que fue de M¨¢laga y de Palencia, est¨¦ a las puertas de la beatificaci¨®n. ?l me bautiz¨® y me orden¨®, y yo s¨¦ que era un santo. Con esto me basta.
Jos¨¦ Mar¨ªa Gonz¨¢lez Ruiz es can¨®nigo lectoral de la Catedral de M¨¢laga.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.