Hubo toros

En M¨¢laga, los d¨ªas en que sopla el viento llamado terral son temibles, no s¨®lo porque el calor aprieta, sino porque los sesos se ablandan y la producci¨®n de tonter¨ªas sube alarmantemente. Viene esto a cuento de los seculares problemas que traen los trofeos, su confesi¨®n y distribuci¨®n: parece ser ¨¦ste el elemento que m¨¢s preocupa al espectador, que no repara en su conducta, un tanto err¨¢tica, cuando no saca el pa?uelo y despu¨¦s grita airadamente al presidente. Tal vez la clave no est¨¢ en la oreja, sino en gritar, porque luego casi se olvidan del diestro.A los toros les sent¨® muy bien el terral, estaban todos bien presentados y en punta, dieron buen juego en general y propusieron a los toreros los problemas que deben proponer los toros.

S¨®lo se libr¨® del fracaso Jos¨¦ Luis Moreno en el tercero, al que administr¨® dos ver¨®nicas y media buenas y un precioso quite por delantales. Empez¨® la faena con cuatro pases por alto realmente buenos, bien rematados por bajo y con el a?adido del pase del desprecio. Las series con la derecha fueron buenas, sometiendo la embestida por bajo, seg¨²n necesitan estas reses. Por la izquierda no hubo nada, y a la hora de matar, el estoque cay¨® regular. Dos vueltas al ruedo est¨¢n bien, muy bien.

En el sexto las dudas no dejaron quietas las zapatillas de Moreno, a pesar de que se le ve¨ªan deseos de agradar, que nunca llegaron a cristalizar.

Lo del Zotoluco fue un viaje de turismo con fracaso. Dos buenas series con la derecha en el cuarto recordaron al triunfador de otras ferias, irreconocible ayer, porque lo dem¨¢s, m¨¢s que malo, fue peor. Pudo ahorrarse el desplazamiento y todos nos habr¨ªamos quedado con una mejor imagen del diestro mexicano.

David Luguillano volv¨ªa a M¨¢laga despu¨¦s de una mala tarde cuatro o cinco a?os atr¨¢s. La repiti¨®. Con el capote estuvo aperreado y con la muleta se dej¨® todo lo que el toro ten¨ªa. La verdad es que torear, lo que se dice torear, no lo hizo en su primero, y en su segundo, lo que deb¨ªa haber sido toreo se convirti¨® en una larga marcha huyendo del toro, que era un toro y no un peluche.