Ni alien¨ªgenas ni asesinatos del KGB: Rusia cierra el caso de los excursionistas muertos en los Urales en 1959
El misterioso incidente del Paso de Di¨¢tlov ha alumbrado a?os de descabelladas teor¨ªas. Los familiares y algunos expertos recelan de la investigaci¨®n que han dado carpetazo al tema 61 a?os despu¨¦s
¡°En este momento estamos sentados cantando canciones. Los chicos tocan la guitarra, Rustik toca ¡®Atrapa tu coraz¨®n¡¯ con la mandolina. Este es el ¨²ltimo lugar de la civilizaci¨®n¡±. La letra redondeada de Liudmila Dubinina describe en su diario la noche del 27 de enero de 1959. ¡°Parece que esta es la ¨²ltima vez que escuchamos canciones nuevas¡±, dice en la que ser¨ªa una de sus premonitorias p¨¢ginas finales. Cuatro d¨ªas antes, Dubinina, una joven seria de largas trenzas, y un grupo de otras nueve personas, todos estudiantes o graduados del Instituto Polit¨¦cnico de los Urales, hab¨ªan emprendido un viaje para hacer caminatas y esqu¨ª de fondo en una zona de los Urales, la cordillera considerada frontera natural entre Europa y Asia. Aspiraban a alcanzar la monta?a Jolat Siajl, conocida por los mansi, los pobladores locales, como la Monta?a de la Muerte o la Monta?a de los Muertos.
Salieron de la ciudad de Sverdlovsk. Tomaron dos trenes, un cami¨®n, un autob¨²s y un trineo. En un momento de la excursi¨®n, Yuri Yudin, estudiante de Econom¨ªa, como Dubidina, se sinti¨® enfermo y decidi¨® volver. El resto se reparti¨® sus provisiones y sigui¨® con el viaje, que deb¨ªa durar tres semanas. Todos eran experimentados monta?eros. Sobre todo ?gor Di¨¢tlov, de 23 a?os, que acababa de graduarse en Ingenier¨ªa de Radio y dirig¨ªa el grupo. Al terminar la caminata deb¨ªan recibir el certificado de clase III, el nivel m¨¢s alto en monta?ismo en ese momento en la Uni¨®n Sovi¨¦tica. En la noche del 1 al 2 de febrero montaron su campamento en un paraje todav¨ªa a 10 kil¨®metros del lugar de destino. Nunca volvieron.
Di¨¢tlov hab¨ªa prometido enviar un mensaje al club deportivo de Sverdlovsk, del que eran miembros, una vez estuvieran en la base. Cuando pasaron los d¨ªas y las probabilidades de un retraso en los planes de viaje se hac¨ªan menos factibles, se decidi¨® enviar una partida de b¨²squeda. Los rescatistas siguieron los pasos del grupo y hallaron su tienda de campa?a. Dentro estaban las pertenencias de los j¨®venes, el diario de Dubinina y el de Zina¨ªda Kolmog¨®rova, estudiante de ingenier¨ªa de 22 a?os y la otra chica del grupo, la mandolina de Rustem Slobodin (Rustik), botas bien alineadas, un plato de comida a medio preparar. Pero adem¨¢s, la carpa estaba rajada por dentro, un tajo grande a cuchillo, como si alguien hubiera tenido tanta prisa por salir que no se pudo parar a abrirla, cont¨® despu¨¦s Mikhail Sharavin, que form¨® parte de la expedici¨®n de b¨²squeda.
A medio kil¨®metro de la gran tienda de campa?a, pendiente abajo, localizaron dos de los cuerpos. Eran Yuri Doroshenko, de 21 a?os, y Yuri Krivonischenko, de 23. Estaban en ropa interior. Algo m¨¢s lejos, boca abajo en la nieve y abrazado a una rama de abedul, encontraron el cad¨¢ver de Igor Di¨¢tlov, vestido pero descalzo. Cerca, la joven Kolmog¨®rova, en una postura que, seg¨²n el rescatista Sharavin, parec¨ªa como hubiera tratado desesperadamente de volver cuesta arriba hacia la tienda. Unos d¨ªas despu¨¦s, encontraron a Rustik, el de la mandolina, era el mejor vestido de todos. Su reloj se hab¨ªa detenido a las 08.45.
Al resto solo pudieron hallarlos tres meses despu¨¦s. Estaban en un barranco. Aleksandr Kolev¨¢tov, un estudiante de f¨ªsica nuclear que hab¨ªa hecho una estancia en un instituto secreto en Mosc¨², ten¨ªa el cuello torcido y una gran herida detr¨¢s de la oreja. Nikolai Thibeaux-Brignolle, Kolka, hijo de un comunista franc¨¦s represaliado por Stalin, ten¨ªa el cr¨¢neo fracturado. La autopsia de Semi¨®n Zolotariov, instructor deportivo de 38 a?os que hab¨ªa combatido en la II Guerra Mundial, revel¨® fracturas m¨²ltiples en las costillas. Adem¨¢s, ten¨ªa una herida abierta en el lado derecho del cr¨¢neo. A Liudmila Dubinina le faltaba la lengua. Y, como el veterano Zolotaryov, ten¨ªa las cuencas de los ojos vac¨ªas. En los cuerpos de los nueve j¨®venes se hallaron restos de radiaci¨®n.
Lo ocurrido a los excursionistas es hoy uno de los grandes enigmas de la Rusia moderna. Y, conocido como el misterio del Paso de Di¨¢tlov, como el joven l¨ªder del grupo, es un fen¨®meno global entre los monta?eros, los amantes del enigma y los apasionados de las teor¨ªas de la conspiraci¨®n. La investigaci¨®n de las autoridades sovi¨¦ticas dur¨® solo unos meses. En junio de 1959 concluyeron que los excursionistas hab¨ªan muerto por ¡°una fuerza elemental irresistible¡± y decidieron prohibir la entrada a la zona del suceso durante tres a?os. La abstracta explicaci¨®n no satisfizo a las familias, pero en aquellos a?os de represi¨®n y miedo, explica Tatiana Perminova, hermana peque?a de Igor Di¨¢tlov, los ciudadanos ten¨ªan poco margen de maniobra.
Yuri Yudin, el ¨²nico superviviente de la expedici¨®n, el joven que volvi¨® a medio camino porque se puso enfermo, siempre dijo que viv¨ªa con el trauma. Sol¨ªa comentar que si tuviera oportunidad de preguntarle algo a Dios ser¨ªa qu¨¦ les sucedi¨® a sus amigos. Falleci¨® en 2013 sin saberlo.
El a?o pasado, 60 a?os despu¨¦s, cuando, en un gesto ins¨®lito, la fiscal¨ªa decidi¨® desempolvar los archivos y reabrir el caso, parec¨ªa que tal vez habr¨ªa soluci¨®n a esa pregunta. La intenci¨®n, explic¨® Alexander Kurennoi, portavoz del fiscal general, era acabar de una vez por todas con las leyendas pero tambi¨¦n garantizar mayor seguridad en el lugar del suceso, que se ha convertido en un enclave visitado por los monta?eros y tambi¨¦n por los seguidores del misterio. Sin embargo, Kurennoi ya insinu¨® que se ce?ir¨ªa solo a hip¨®tesis relacionadas con el clima extremo, desde una placa de nieve a un tornado. Hace unos d¨ªas, emiti¨® sus conclusiones y dio carpetazo al asunto: fue una avalancha.
La explicaci¨®n, no obstante, ha vuelto a disgustar a los pocos familiares que quedan, que han enviado una carta de queja a la Fiscal¨ªa. Tatiana Perminova, de 74 a?os y que hoy vive en Pervouralsk, comenta que su familia siempre pens¨® que los militares estuvieron ¡°involucrados¡± de alguna manera en la muerte de su hermano ?gor Di¨¢tlov, que quer¨ªa ser cosmonauta, y del resto de los excursionistas. Tambi¨¦n una buena parte de la legi¨®n de expertos reales en el caso y de los entusiastas recelan de la conclusi¨®n oficial final. Y la revisi¨®n de las teor¨ªas, desde las m¨¢s locas a las factibles, ha vuelto a primera l¨ªnea.
Hoy, la Sverdlovsk de la que sali¨® en tren nocturno el grupo de j¨®venes ha perdido su nombre sovi¨¦tico y se llama de nuevo Yekaterimburgo. All¨ª, en la sede de la Fundaci¨®n Regional en Memoria del Grupo Di¨¢tlov, su director, Sergu¨¦i Fad¨¦yev, rechaza tajante que les matase una avalancha. ¡°Llevamos a?os analizando los materiales del caso, esa conclusi¨®n es il¨®gica. Est¨¢n tratando de tapar las irregularidades del caso y de la investigaci¨®n anterior. Buscan encubrir lo que sucedi¨® en realidad¡±, reclama Fad¨¦yev, cabello y barba muy poblados, rodeado de libros, documentos y objetos de la ¨¦poca. En las paredes de la sala principal, los retratos de los excursionistas fallecidos.
Gran parte de la leyenda se ha visto alimentada, de hecho, por el secretismo que rode¨® el incidente durante d¨¦cadas. Despu¨¦s de que las autoridades sovi¨¦ticas enterraran lo ocurrido con aquella conclusi¨®n abstracta no se volvi¨® a habar m¨¢s del tema. Hasta que en 1990, en la ¨¦poca de la apertura de la URSS y a pocos meses de su desintegraci¨®n, Lev Ivanov, quien hab¨ªa sido el investigador principal del caso, abri¨® la caja de los truenos. En un comentario en un peri¨®dico regional habl¨® por primera vez del tema y reconoci¨® que los resultados de la autopsia le hab¨ªan sorprendido, que hab¨ªa algunos puntos extra?os en lo ocurrido; entre ellos, los informes de que se hab¨ªan avistado varias ¡°bolas de fuego¡± en el cielo aquella noche. Ivanov se disculp¨® en ese texto con los familiares de los excursionistas y asegur¨® que sus superiores le hab¨ªan ordenado que clasificara los hallazgos y se olvidara de todo. Coment¨® que hab¨ªa hecho todo lo posible, pero que en ese momento hab¨ªa una ¡°fuerza abrumadora¡± en el pa¨ªs.
Aquella publicaci¨®n alumbr¨® lo que hoy es el misterio del Paso de Di¨¢tlov. Y empezaron a brotar las leyendas: desde que los j¨®venes fueron atacados por presos fugados o por los mansi, hasta que los asesinaron miembros del KGB (los servicios de inteligencia sovi¨¦ticos), que fueron v¨ªctimas de un experimento militar secreto o que alien¨ªgenas segaron sus vidas; tambi¨¦n que se mataron entre ellos. Incluso ha habido conjeturas sobre las ondas de choque de un avi¨®n en vuelo bajo. La historia ha dado lugar a series, pel¨ªculas ¡ªcomo Devil¡¯s Pass, de 2013¡ª y libros de todo tipo.
La avalancha ha estado entre la favorita de las consideradas ¡°factibles¡±, pero tampoco convence a Nikol¨¢i Vars¨¦gov, que investiga el caso desde hace a?os junto a su esposa, la periodista Natalia Ko. Juntos han publicado varios art¨ªculos y el libro Por qu¨¦ se ocultan los secretos de la muerte del grupo Di¨¢tlov. ¡°La fiscal¨ªa supone que cuando los estudiantes escucharon el ruido de la avalancha, por alguna raz¨®n, corrieron en direcci¨®n opuesta. Si la escucharon y era de noche deb¨ªan correr a la derecha y no hacia la izquierda; hacia el pie de la monta?a¡±, comenta Vars¨¦gov, que incide tambi¨¦n en que los monta?eros, experimentados, plantaron el campamento en una zona de baja pendiente.
Los archivos del caso solo estuvieron disponibles para consulta a partir de la d¨¦cada de los noventa, una vez se derrumb¨® la antigua URSS. E incompletos. Por eso, critica Fad¨¦yev, se ha agrandado el misterio. El historiador evita decantarse por una teor¨ªa. ¡°Hay testimonios de globos luminosos o aparatos voladores, as¨ª que pudo ser un cohete lanzado desde el cosm¨®dromo de Kapustin Yar. Otra opci¨®n probable es que estuviese involucrado un avi¨®n o un helic¨®ptero. El KGB [los servicios secretos sovi¨¦ticos] y la fiscal¨ªa enterraron la investigaci¨®n. Y los que llegaron despu¨¦s dejaron crecer teor¨ªas sobre yetis o extraterrestres para que se difuminase la realidad. All¨ª ocurri¨® algo que pod¨ªa hacer da?o a la URSS y por eso lo ocultaron¡±, insiste mientras revisa su mochila. Fad¨¦yev y sus compa?eros est¨¢n con los ¨²ltimos preparativos para su excursi¨®n. En unas horas ir¨¢n, como cada a?o, a explorar la zona del misterio.
All¨ª hay hoy un peque?o monumento de granito con los nombres de los excursionistas y la fecha de su muerte. ¡°En memoria de aquellos que se han ido y nunca volver¨¢n, hemos nombrado este paso de monta?a en su honor: el Paso de Di¨¢tlov¡±.
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