Sombra de palmera

Una palmera no es un ¨¢rbol: es una planta. Esta obviedad hay que soltarla enseguida para no incurrir en el error si se va a hablar de ellas. Dicho esto, una palmera es como una vaca: se aprovecha casi todo de ella. En una econom¨ªa de subsistencia, ¨¦ste es un detalle de suma importancia. A falta de pastos, en Elche proliferaron los huertos de palmeras para exprimir sus recursos al m¨¢ximo. De las palmas, aparte de su comercializaci¨®n tradicional para la procesi¨®n del Domingo de Ramos, -que tan buenos dividendos proporciona-, se hac¨ªan sombreros, capazos y escobas. Del cascabote, setos para los jardines y le?a para encender fuego. Tambi¨¦n la fibra de los cedazos, en el extremo inferior adherido al tronco, se utiliza para encender fuego y para hacer antorchas para que los ni?os iluminen la cabalgata de la noche de reyes.Los troncos tambi¨¦n serv¨ªan para apuntalar cobertizos, incluso como vigas, y si se part¨ªan de arriba a abajo, pod¨ªan consvertirse en bancos para sentarse. Asimismo, producen d¨¢tiles, que se emplean tanto en el consumo humano, si son dulces, como en la alimentaci¨®n de los animales, si son ¨¢speros. Adem¨¢s, las palmeras alegran el paisaje y dan sombra. Echar una partida de sarangollo bajo sus palmas a media tarde alivia muchos achaques que son irrecuperables en el ¨¢mbito de la Seguridad Social.

No queda demasiado claro el origen de estas plantas en Elche. Hay teor¨ªas para todos los gustos, con enormes dosis de guarnici¨®n rom¨¢ntica, pero lo ¨²nico cierto es que las cr¨®nicas no hablan de ellas hasta el siglo XV y las referencias documentales m¨¢s antiguas s¨®lo llegan a principios del siglo XIV. Pese a toda la literatura tur¨ªstica, no existe un solo documento que las emparente con la dominaci¨®n ¨¢rabe. El caso es que est¨¢n ah¨ª y configuran un alegato vegetal refrescante y sugerente, en v¨ªas de convertirse en Patrimonio de la Humanidad.

Por encima de opciones religiosas o pol¨ªticas, ¨¦ste es el signo de identidad de los ilicitanos. Y uno de los m¨¢ximos honores es que una palmera lleve tu nombre. Y aqu¨ª empieza la cosecha metaf¨ªsica de la planta. Este enlace vincula al hombre y a la planta m¨¢s all¨¢ de la muerte de ambos. Fue el capell¨¢n Jos¨¦ Casta?o quien inici¨® esta tradici¨®n en 1894 al dar nombre a una palmera de ocho brazos de su huerto, el del Cura. Casta?o la llam¨® Palmera Imperial en homenaje a la emperatriz austro-h¨²ngara Elisabeth Amalia Eugenia de Wittelsbach -Sissi para el celuloide en alm¨ªbar-, quien qued¨® deslumbrada ante esta eclosi¨®n vegetal.

Tambi¨¦n el maestro astr¨®nomo Camilo Flammarion qued¨® cegado por esta misma planta en 1900, ante la que fue conducido tras contemplar en Elche el eclipse solar del 28 de mayo. Hasta entonces la luz muerta de las estrellas le hab¨ªa ocultado el tesoro de una sombra tan amena.