Los sonidos del verano
Una de las orquestas que act¨²a en las fiestas madrile?as de agosto cuenta su experiencia tras 12 a?os de trabajo
Lo que m¨¢s le preocupa a Manuel Alonso P¨¦rez es poder llevar el barco a buen puerto. Poder navegar sin problemas. Ese barco del que habla no es otro que la orquesta Yakarta, la agrupaci¨®n que dirige desde hace 12 a?os y una de las tantas que durante agosto animan las noches veraniegas de las fiestas de Madrid y alrededores.La lista de orquestas es larga y diversa. Y los nombres, singulares. Los hay como Century, Piscis, Sirios, Kristal, Hurac¨¢n o Cercan¨ªas. Manuel dice que la suya lleva por nombre Yakarta porque as¨ª se llama una red de marisquer¨ªas de Madrid que la patrocina.
En verano, las fiestas de los pueblos y de los barrios de Madrid se convierten en el sue?o anhelado durante todo el a?o por los m¨²sicos. Es el momento de afinar los instrumentos, vestirse de gala y salir al escenario para divertir al p¨²blico que busca algo m¨¢s en las noches estivales. En una jornada normal, la orquesta Yakarta puede llegar a interpretar hasta 30 canciones, y los ¨¦xitos del momento son obligatorios. "Claro, son las exigencias de la gente. Generalmente comenzamos con un cha-cha-ch¨¢; despu¨¦s, con bossa nova, un mambo, y as¨ª hasta que la gente se vaya animando", cuenta Manuel, unas horas antes de que comience su actuaci¨®n en la calle de Argumosa, en Lavapi¨¦s.
El periplo estival lleva a las orquestas a las fiestas de Centro, pero las posibilidades de actuar son enormes, pues la Comunidad entera se llena de celebraciones. En la capital, calles como Salitre, Paloma, los jardines de las Vistillas o la carrera de San Francisco, entre otras, se convierten en sus escenarios. En todo Madrid, dice el director de Yakarta, el p¨²blico siempre es "especial". "Ya hemos comprobado que los que se quedan son los mejores. Nosotros le llamamos la creme de la creme. La verdad es que en Madrid triunfa todo el mundo", asegura Alonso.
Los problemas para Manuel y su orquesta, conformada por catorce personas, comienzan en septiembre. "A partir del d¨ªa 18", dice. Desde ese momento, las actuaciones caen en picado y para ¨¦l y sus m¨²sicos, que viven s¨®lo de lo que haga el grupo, es casi una tragedia. "?sa es nuestra desgracia", comenta casi resignado. Hace 25 a?os, cuenta Manuel, las salas de fiestas eran su tabla de salvaci¨®n. Durante el invierno las actuaciones estaban aseguradas y entonces no sufr¨ªan estos ahogos econ¨®micos. "Pero cerraron las salas y las convirtieron en discotecas. Antes hab¨ªa muchas que siempre programaban m¨²sica en directo. Ahora no".
"S¨ª, s¨ª, el invierno es muy largo", dice Manuel para referirse a esos meses en los que el trabajo escasea. "Hay que ahorrar en verano para poder vivir en invierno".
?Y merece la pena?
"Es que tienes que sentirlo, llevarlo dentro. Esto es un arte".
Cuando las actuaciones empiezan a faltar, Manuel tiene que conformarse y esperar a que de vez en cuando lo contraten para una boda, una fiesta o un baile de la tercera edad. La orquesta en ese momento pasa a convertirse en un tr¨ªo, un d¨²o o un conjunto de s¨®lo cinco personas si las circunstancias as¨ª lo requieren. "Y claro, nuestro sindicato, inexistente, no hace nada", apunta con un cierto aire ir¨®nico.
Son apenas las seis de la tarde y Manuel y su troupe ya han desembarcado en la calle de Argumosa para preparar lo que ser¨¢ su actuaci¨®n, prevista para la medianoche. Manuel menciona la falta de sindicatos en el sector y enseguida recuerda que su orquesta y las otras que amenizan los bailes estivales no se enfrentan s¨®lo a ese problema. Hay m¨¢s. Muchos m¨¢s.
Uno de los inconvenientes que con m¨¢s insistencia menciona el director de Yakarta es la aparici¨®n, en los ¨²ltimos a?os, de grupos que les roban espacios. "Son gente que tiene otros trabajos fijos todo el a?o y
en esta ¨¦poca se dedican a actuar por ah¨ª. Nosotros, en cambio, somos aut¨®nomos y vivimos s¨®lo de esto", dice. "Esto", como lo llama Manuel, son largas horas de ensayos para llevar a escena canciones que no son propias, pero que el p¨²blico pide sin parar. Y son, tambi¨¦n, situaciones que parecen inveros¨ªmiles, como tener que cambiarse de ropa en el ba?o de un bar o enfrentarse a las largas esperas por el pago de su trabajo, que var¨ªa entre 200.000 y 500.000 pesetas.
Todo, sin embargo, parece olvidado cuando Manuel y sus muchachos (tres mujeres y diez hombres) salen al escenario. Ni siquiera importa que el pasado jueves hubieran tenido que hacer, gratis, el montaje t¨¦cnico del grupo cubano de Pancho Amat, que actuaba tambi¨¦n en la calle de Argumosa. Todo sea por cantar.
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