Firme ambig¨¹edad
Si Arzalluz hubiera querido indicar que su partido romp¨ªa con Lizarra, lo habr¨ªa dicho. No lo ha hecho, pero tampoco ha dicho que sea v¨¢lida. Su inter¨¦s parec¨ªa ayer m¨¢s centrado en reivindicar las buenas intenciones con que el PNV se apunt¨® a la aventura que la aventura misma. Tras las emotivas manifestaciones de la semana pasada y de las evidencias puestas por escrito por Anasagasti, se esperaba una actitud clara. Pero el tono volvi¨® a ser el de quienes piensan que son todos los dem¨¢s quienes tienen que rectificar, no ellos.Fue una mala se?al que Egibar saliera la v¨ªspera recordando a Anasagasti qui¨¦n manda en casa. Arzalluz dijo con firmeza que Lizarra hab¨ªa quedado invalidado, pero se neg¨® a proporcionar esa se?al de punto y aparte, de hasta aqu¨ª hemos llegado, que esperaban seguramente muchos nacionalistas, y que tendr¨ªa que haberse concretado en iniciativas como la retirada de las subvenciones a Udalbiltza, por ejemplo. En su lugar hubo una reivindicaci¨®n de los principios inspiradores de Lizarra que no favorece las iniciativas en marcha, necesarias en todo caso, de recomposici¨®n de la unidad democr¨¢tica frente a ETA.
A estas alturas, Lizarra no es ya s¨®lo un papel que haya que valorar por lo que dice, sino la expresi¨®n del pacto del nacionalismo democr¨¢tico con el antidemocr¨¢tico, y debe interpretarse a la luz de la utilizaci¨®n que el mundo de ETA ha hecho del mismo como instrumento de deslegitimaci¨®n de las instituciones auton¨®micas.
El Pacto de Estella fue una apuesta que pudo tener sus razones. No es el momento de discutirlas. Lo evidente, desde lo que hoy sabemos, es que para el mundo de ETA no fue una apuesta de paz, sino de imposici¨®n bajo chantaje. El reproche al PNV no es tanto haberse embarcado en esa aventura como haber persistido en ella una vez visto de qu¨¦ se trataba. Porque la tregua dio ocasi¨®n al PNV de llevar la l¨®gica de las concesiones hasta sus ¨²ltimas consecuencias -la renuncia al autonomismo- y de comprobar que ni as¨ª estaba ETA dispuesta a abandonar la violencia. En lugar de sacar las conclusiones l¨®gicas de esa evidencia, el PNV ha transmitido durante meses la idea de que ni las mayores atrocidades de ETA y su justificaci¨®n por HB bastaban para que rompiera claramente sus compromisos con ese mundo. Egibar y Arzalluz desperdiciaron ayer una ocasi¨®n de rectificar esa impresi¨®n, desairando a quienes tratan de reincorporar al PNV al consenso democr¨¢tico.
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