'Cagancho' y 'Fusilero', mano a mano

El arte del rejoneo, con sus idas y venidas entre Espa?a y Portugal, se ha especializado mucho. En lo relativo a los aficionados a los toros, los avances en la lidia constituyen la clave que nos puede entusiasmar: la identificaci¨®n con las suertes de a pie y su puro ejercicio, salvan las diferencias de riesgo, cobran especificidad y se hacen admirar por s¨ª mismas.Afortunadamente, no hay una igualdad uniforme y unos van m¨¢s adelantados que otros. El primero de la clase es el centauro formado por Pablo Hermoso de Mendoza y Cagancho: su primer enemigo estaba siendo protestado, no s¨¦ bien si por cojo o por chico, y guardaba su mansedumbre en tablas. Dos rejones, puestos oportunamente, disolvieron algo el hielo, pero fue salir Cagancho y todo cambi¨®. Se puso a torear, utiliz¨® las querencias, se la jug¨® y jug¨® con el toro. En el quinto, ausente Cagancho, tom¨® el relevo Fusilero, que embeb¨ªa las embestidas, y evitaba con un temple inmenso las cornadas que le tiraba el toro usando toda su fuerza cada vez que ve¨ªa ventaja. La lidia del primero transcurri¨® con pocas ideas por parte de Luis Domecq y la del cuarto se vio favorecida por la r¨¢pida conclusi¨®n del rej¨®n de muerte.

Antonio Domecq se enfrent¨® al tercero clavando a distancia y con muchas pasadas en falso. En dos ocasiones cambi¨® con riesgo y distribuy¨® los pinchos a lo largo y ancho de la piel de toro. Mat¨® con efectividad. El trabajo del sexto fue brusco, a veces vistoso, impreciso en otros momentos y de una gran velocidad, que debe ser muy del agrado de los entendidos.

Si Pablo Hermoso de Mendoza pusiera una academia, las bancas se las repartir¨ªan por igual caballos y jinetes.