El pianista Andr¨¢s Schiff, en Edimburgo
Junto al tenor Peter Schreier, una lecci¨®n de amor a Schumann
,El pianista h¨²ngaro Andr¨¢s Schiff tiene carta blanca en el Festival de Edimburgo. Y la ha aprovechado para reunirse con unos cuantos amigos -y con su mujer, la violinista Yuuko Shiokawa- en torno a unas cuantas parcelas tan hermosas como desconocidas de la m¨²sica de c¨¢mara de Robert Schumann. Los amigos de Schiff fueron para el primero de los cuatro recitales de su ciclo: el obo¨ªsta Heinz Holliger, el violonchelista Mikl¨®s Per¨¦nyi, Shiokawa al viol¨ªn y el tenor Peter Schreier. Todos dieron una lecci¨®n de amor al m¨²sico saj¨®n en la preciosa Queen's Hall, la antigua iglesia de South Clerck Street, con sonoridad de ensue?o, convertida en recoleta sala de conciertos hace poco m¨¢s de veinte a?os y que complet¨® su aforo a la llamada de que la sesi¨®n pod¨ªa ser memorable.
Y memorable fue, pero tambi¨¦n rallano en el milagro, lo que Peter Schreier hizo con los Liederkreiss, op 24 y con un pu?ado m¨¢s de canciones schumannianas. Nunca fue la del tenor alem¨¢n una voz especialmente bella y, sin embargo, pocos cantantes han sabido transmitir como ¨¦l toda la emoci¨®n de un repertorio que va de Bach a Killmayer, pero que se remansa muy especialmente en el romanticismo, de Beethoven a Hugo Wolf. El Schumann de Schreier -que aqu¨ª es su m¨²sica, pero tambi¨¦n los textos de Heine que escogiera para ella- fue conmovedor y muy hermoso. Sin escatimar esfuerzos vocales, supo aprovechar la buena proyecci¨®n que le permit¨ªa la sala para aplicar a cada canci¨®n toda la inteligencia expresiva que es gala de su estilo desde siempre. Fue la lecci¨®n de un verdadero maestro.
Oboe y piano
A un Heinz Holliger m¨¢s anal¨ªtico que l¨ªrico le correspondi¨® desentra?ar lo menos conocido del programa: el Adagio y Allegro, op 70 y las Tres romanzas, op. 94 para oboe y piano. La desnudez del maridaje entre los dos instrumentos sirvi¨® para calibrar lo pertinente de la idea de unirlos, lo que la elecci¨®n de la voz del oboe -como en otras piezas la del clarinete o la trompa- tiene en este par de piezas no s¨®lo de investigaci¨®n t¨¦cnica, sino, como siempre en Schumann, de profundizaci¨®n en el modo de traducir mejor los estados del alma, aunque Holliger prefiriera tamizarlos con el filtro de la raz¨®n. Cerraba el programa el Tr¨ªo en re menor, op. 63. Con estar estupenda Shiokawa -una violinista seria y honda-, hay que destacar aqu¨ª el trabajo de Mikl¨®s Per¨¦nyi.Andr¨¢s Schiff fue un concertador siempre atento en su papel de maestro de obras. Acompa?¨® maravillosamente a Holliger y a Schreier -a ¨¦ste con ese punto de complicidad que no pueden disimular las almas gemelas- y se sum¨® a Shiokawa y Per¨¦nyi en la electrizante lectura del Tr¨ªo.
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