Una obra cimentada sobre la corrupci¨®n y la negligencia
El primer ministro reformista, Zhu Rongji, se enfrenta al 'gran padrino' de la presa, el ex jefe de Gobierno Li Peng
Seg¨²n los c¨¢lculos oficiales, alrededor de un mill¨®n de ribere?os tendr¨¢n que desplazarse debido a las obras de las Tres Gargantas. En realidad, la cifra se acerca a los dos millones, o tal vez la supere, ya que muchas familias campesinas tienen hijos no declarados. De ese n¨²mero, el Gobierno afirma que 220.000 personas ya han sido realojadas y medio mill¨®n lo ser¨¢n antes de 2003, es decir, antes de la primera inundaci¨®n que deber¨¢ hacer subir las aguas 135 metros por encima del nivel del r¨ªo. Para acoger a estos refugiados del interior, se han construido a toda prisa nuevas ciudades a varios kil¨®metros, incluso a varias decenas de kil¨®metros de los antiguos emplazamientos de las localidades. En todo el paisaje de laderas de colinas han crecido columnas de viviendas de protecci¨®n oficial y oficinas con ventanas de cristal azul que forman las nuevas aglomeraciones.Con un coste total de 4,6 billones de pesetas (fuentes extraoficiales hablan de un coste real tres veces mayor), se trata sobre todo de una operaci¨®n pol¨ªtica de una extrema sensibilidad, pese a que quienes se oponen a este proyecto (intelectuales alarmados por el da?o arqueol¨®gico, expertos preocupados por los riesgos ecol¨®gicos, personalidades locales que se hacen eco de la desesperaci¨®n de las poblaciones desplazadas...) no pueden decir ni una palabra. La ortodoxia de la ret¨®rica industrial se impone a una opini¨®n p¨²blica resignada. Sin embargo, la controversia resurge de vez en cuando, no respecto a la legitimidad del proyecto, sino respecto a las dificultades o los riesgos de su realizaci¨®n. Hace poco, en una petici¨®n firmada por unos 50 cient¨ªficos y t¨¦cnicos (difundida ¨²nicamente en el extranjero), se solicitaba a las autoridades centrales limitar la crecida de las aguas a 156 metros en vez de los 175 metros previstos, para minimizar el impacto aluvial y los desplazamientos de la poblaci¨®n ribere?a. Estas oleadas de interrogantes deben llamar la atenci¨®n, ya que, visto el enorme envite pol¨ªtico que implica el proyecto (el control de los cursos de agua, vieja obsesi¨®n imperial), los dirigentes de Pek¨ªn se ven forzosamente afectados.
Esto se pudo comprobar con las recientes revelaciones sobre la corrupci¨®n oficial que sacaron a la luz los gastos para acondicionar el lugar de las obras. La tendencia es alarmante, ya que, aparte del enfado popular que alimenta, esta evaporaci¨®n financiera es el origen de las deficiencias de calidad registradas en la construcci¨®n. El primer ministro, Zhu Rongji, que no tiene pelos en la lengua, compar¨® algunas de las construcciones con el tofu (queso de soja, de consistencia similar a un flan). A menudo se cita el ejemplo de los 20 puentes en la autopista que lleva a Badong, 17 de los cuales no son fiables. "Toda despreocupaci¨®n o negligencia provocar¨¢ el desastre para las generaciones futuras", advirti¨® Zhu.
Pero la gran dificultad para el primer ministro es imponer sus directrices a la microsociedad de dirigentes y t¨¦cnicos de Yichang, verdadera clientela de la industria hidr¨¢ulica que prospera gracias a las rentas de las Tres Gargantas y que est¨¢ protegida por Li Peng, ex jefe de Gobierno, actual presidente de la Asamblea Nacional Popular (ANP), y el gran padrino pol¨ªtico del proyecto. Incluso la prensa est¨¢ en manos de este entramado: la corporaci¨®n encargada de las obras financia el alojamiento y los equipos de los corresponsales locales. Para esquivar la conspiraci¨®n de silencio y los intereses adquiridos, Zhu se ve obligado a enviar inspectores de forma clandestina. Incluso acaba de imponer la presencia de controladores extranjeros, entre ellos algunos estadounidenses especialistas en cemento.
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